Por Amparo Marroquín*
En América Latina, por estos tiempos, se está viviendo un proceso interesante y muy contradictorio. En principio me resulta interesante aclarar que creo que, en la medida en que se entra a espacios de poder, se desdibujan elementos que estaban muy claros. En este sentido, para partir hacia la reflexión con respecto a la comunicación, veo muy interesante volver a pensar qué es lo que estamos entendiendo por popular, por lo hegemónico. El contexto entonces es de mucho reto. Algunos países tienen un nivel de optimismo importante, pero al mismo tiempo deben recolocar las agendas y las luchas que no se han agotado, sino que están en un periodo en que las tenemos que recargar.
En la medida en que hay gobiernos de corte popular que asumen el poder de los Estados latinoamericanos, algunas agendas de lo popular pueden desdibujarse o invisibilizarse; de todas maneras, siempre tenemos que mantenernos alertas a todos los cambios.
Con respecto al comienzo de mi cita, me gustaría avanzar sobre el concepto de lo popular para explicar a qué me estaba refiriendo cuando mencioné que era necesario repensar de qué hablamos. Esto es un tanto complejo, pues recuerdo que una vez le preguntaron a Umberto Eco qué es la semiótica y dijo “Bueno, en 1970 podíamos decir lo que era la semiótica, pero ahora ya no podemos porque hay demasiadas definiciones”. Con lo popular pasa algo similar. En 1960, Hall y muchos otros podían decir claramente qué era lo popular, pero ahora, en la medida en que hemos producido y reflexionado sobre el concepto durante tanto tiempo, el mapa se nos coloca, digamos, más diverso, con muchas voces. Uno de los ejercicios que sigue siendo una guía es el de Jesús Martín-Barbero, porque lo que hace es ponerle una mirada histórica a las muchas maneras sobre cómo hemos ido entendiendo lo popular y cómo hemos ido construyendo lo popular.
Por otro lado, creo que otra mirada que sería interesante (y que sobre todo sería muy interesante ponerlos a dialogar) es la de Laclau y la manera en que él cruza lo popular con la hegemonía. Seguramente este cruce nos podría aportar mucho a la discusión en este momento. Pero lo que hay que hacer siempre es meterle la mirada histórica, de cuántas maneras lo hemos ido nombrando, lo hemos ido colocando, y cómo esas maneras han implicado ausencias y presencias, digamos que hemos invisibilizado algunas maneras auténticas de lo popular y hemos visibilizado tantas otras. Hemos visibilizado el alma del pueblo, pero no lo hemos hecho al ámbito de lo masivo. Entender que lo popular es muy complejo, muy híbrido, es un elemento que yo creo que nos configura e implica un reto. Comprender lo popular es justamente ese pensamiento, esa manera de vivir, ese modo de mirar que no viene de los grupos sociales que no han estado visiblizados en el discurso hegemónico. De todos modos, atreverse a definiciones tan prontamente siempre es muy arriesgado. En todo caso, se puede decir desde qué lugar de enunciación estamos hablando, es decir, “yo lo miro así en este momento porque trabajo estos temas”; en mi caso, desde Centroamérica, mis temas son la violencia, la migración y los procesos de identidad centroamericanos, y desde ese punto de vista me interesa trabajarlo con Hall, con Martín-Barbero, trabajarlo con García Canclini y otra serie de teóricos. Es un reto añadir la mirada de Laclau; esa es la manera en que a mí se me permite acercarme a los procesos de cultura popular que estamos viviendo en América Latina.
Los medios de comunicación en su país de origen
En el caso de El Salvador, es necesario aclarar que no hay una ley de medios y recién acabamos de meter una pelea para evita que las frecuencias de las radios se asignen por subasta. Es decir que quien mayor cantidad de plata tiene compra la emisora. Esto ha sido muy complicado, se viene el tema de la digitalización en este momento y lo que yo miro en la agenda nacional es cómo esta discusión hegemónica de los grandes medios empresariales está metiendo mucho miedo y mucha desinformación y está insistiendo con la idea de que no quieren que El salvador se transforme en uno más de aquellos países que incorporaron una Ley de Medios. Entonces hay un discurso muy fuerte, una desinformación muy grande, y tenemos el desafío de tratar de decir que lo que nos dice el discurso hegemónico empresarial no es cierto.
El Salvador es un país que tiene una única frecuencia asignada a radios comunitarias, por eso es necesario que tengamos un espacio en el espectro para otras voces de la comunicación. Esa discusión está en un momento complicado y tenemos que dar una pelea que no se está dando; en parte porque Centroamérica es una región de muchas urgencias, y en este momento la violencia se está comiendo buena parte de la reflexión de la agenda nacional. El Salvador es el segundo país más violento en el mundo sin guerra. Esto hace que cualquier otro tema se quede chico frente a la gran discusión. Pero, por otro lado, hay una preocupación gubernamental (de los partidos que gobiernan) de decir “no estamos tan seguros de que queramos medios comunitarios”. Parece, en este sentido, que quieren más bien medios gubernamentales, medios estatales, lo cual abre otra discusión muy grande.
Estaría muy bien que haya distribución hacia distintos grupos para que puedan incorporar nuevos discursos en los medios. El riesgo es regular el discurso porque si lo dejamos para próximos gobiernos les estamos dando una herramienta muy peligrosa. La posibilidad de mantener una agenda democrática es mejor que meter regulaciones que después nos puedan apresar en una camisa de fuerza innecesaria.
El conocimiento en comunicación: releer los clásicos pero de manera colectiva
Hay ciertos polos de conocimiento bien definidos territorialmente: Argentina es uno, Colombia y México serían otros, y creo que el resto de América Latina somos academias más pequeñas que estamos impulsando agendas mas coyunturales, como la migración o la participación ciudadana.
Los grandes polos de producción de América Latina pasan por estos países y por recuperar a los clásicos de la comunicación de América Latina que en algún momento dejamos de leer o de discutir. Ese es un elemento fundamental. Tenemos dos retos, aunque estamos en un procesos de construcción de conocimiento. Pero para eso tendríamos que recuperar a los clásicos latinoamericanos y además leerlos de manera colectiva (Marín-Barbero, Beltrán, Prieto Castillo). Son clásicos de la comunicación que muchos jóvenes no han leído. Esta nueva agenda de reflexionar sobre redes sociales –y demás temas contemporáneos– es muy importante, pero también pienso que, aunque se nos ha cambiado la forma de comunicar, en el fondo tenemos que pensar estas grandes teorías sobre la construcción de hegemonías o sobre la construcción de identidades, sobre la cultura popular. Esas agendas están y las podemos reflexionar desde las nuevas problemáticas. Incluso desde las maneras más críticas. Por ejemplo, creo que un gran teórico que nos dio Argentina ha sido Eliseo Verón, y que podemos tener mucha distancia con algunos de los análisis más recientes que él ha hecho, pero tenemos que empezar por ellos. No podemos negar a estos teóricos, tenemos que revisitarlos y en algunos casos criticarlos.
* Amparo Marroquín Parducci estudió comunicación en la UCA, El Salvador y el ITESO, en Guadalajara, México. Es doctora por la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador, en donde se ha especializado en la discusión teórica sobre la cultura, lo popular y lo masivo. Es profesora e investigadora en áreas de comunicación y cultura, migración, violencias, identidades y audiencias, temáticas sobre las que ha trabajado tanto en docencia como en publicaciones en espacios académicos y de divulgación. En su paso por el I CPP y el II COMCIS, nos dejó las siguientes reflexiones en torno a los contextos comunicacionales actuales en América Latina, y especialmente en su país de origen, El Salvador.