Por Ramiro García Morete
“Como un caracol/la casa viaja en su interior/Como una canción,/Despierta los sentidos, libra el corazón”. Sus progenitores se sorprendieron cuando les contó que estudiaría la misma profesión que ellos: arquitectura. “Pero… si a vos te gusta la música, la guitarra… ¡te vamos a apoyar siempre!”. Entre cinco hermanas, un padre melómano que lo que más sufrió de aquel robo tras el viaje a misiones fue la púa de su tocadiscos y una madre que cantaba muy bien, la música parecía un destino único.
No solo por los vinilos de Beatles o Promúsica, sino porque tras ingresar en la Anexa y con nueve años, la decisión había sido firme. La guitarra Gracia comprada con mucho esfuerzo en la calle Talcahuano certificaría un camino donde el Bachillerato de Bellas Artes y los estudios de Leo Brower o tango se complementarían con la afición por “El amor después del amor” o el célebre Unplugged de Charly García. Gran mérito de ese disco respondería a la fabulosa María Gabriela Epumer, que motivaría no solo pedir aquella Fender Electroacústica como regalo de 15 sino a formar luego Betty Boop, una banda que hacía temas de la Viudas. Similar impacto tendría en ella Marisa Monte, quien junto a Caetano serían referentes constantes sin perder de vista nombres como Spinetta o el rock nacional asimilado en el secundario.
Pero también quería “ver de qué se trata eso”. Quizá porque no existía aún la carrera de Música Popular, quizá por el dibujo y su hermana Jose. Pero había algo en la arquitectura que iba más allá de su familia. Algo con el espacio, sus tiempos y significados… y por ende con sus historias. O quizá eso se percibe no solo por sus oficios, sus tesis y sus trabajos sobre patrimonios sino por sus canciones. Hay en todas ellas referencias los lugares, reales y simbólicos, tanto como los recorridos, concretos o mentales.
Canciones propias que llegarían recién en el 2013, tras una crisis –si se quiere-sentimental y que serían fortalecidas en un taller con Edgardo Cardozo. Antes había integrado las Dirty Diamonds o vivido aquellas cuarenta noches seguidas en la costa cantando bossa y jazz. Pero componer –ya fuera por “todas las ventanas abiertas” y diversos proyectos- no formaría parte de sus planes por mucho tiempo. Inclusive, recurriría al escritor José Supera para que pusiera palabras a sus ideas de “Cactus en Flor”.
Pero tras la experiencia Territorio Tolosa, surgiría la primera letra propia (“Territorio”) que la convencería para delinear un repertorio donde precisamente es la canción la orienta la búsqueda. Entre la fusión y el sonido orgánico y electroacústica, con una poética existencial y una bella voz, el proceso lento pero firme iría sumando artistas que genuinamente sumarían su tiempo y talento a lo que más que un disco acabaría siendo una celebración. En el 2019 editaría, Costi Eliggi su debut llamado “Lugar”. Ese lugar propio que a veces –como Alicia-se encuentra tras un reloj como un sueño o que –como el caracol- viaja a cuestas o en su interior.
“Son canciones que venía trabajando desde 2015. Y que por distintos motivos se fue dilatando la grabación. Es un disco con muchos invitados e invitadas, muchos amigos. Fue una producción colectiva. Algo que tampoco fue premeditado. Se dio en el transcurso de los 8 meses que aparezcan tantos invitados de una manera fluida y natural”. Inicialmente Eliggi tocaba las canciones ya fuera solista como acompañada por Mariel Barreña y Santiago Cravero. Cuando se sumaron Gastón Paganini y Seba Alonso, se conformó una sólida banda que incluiría numerosas y variadas colaboraciones como Kubilai Medina,Marian Paraway, Omar Gomez , Santiago Motorizado o Emilia Inclán, por nombra algunas. “Inicialmente el proyecto fue una intención solista con una idea de lo colectivo fuerte. De trabajar con amigos y que sea un lugar acogedor. Me pasó todo el tiempo de querer celebrar, como si fuera un cumpleaños y tenés ganas de invitar a un montón de gente. Y fue una fiesta”.
A la hora de pensar el sonido, Eliggi dice es “old school. Yo creo que tiene que ver con lo más genuino posible a lo que iba a sonar en vivo. Tengo algunas referentes: Marisa Monte, Natalia Lafourcade. Toqué muchos años música brasilera, bossa, samba. No me quería ir para ese lugar, pero tiene algo de fusión, en ese sentido. También toqué muchos años con las Dirty. Y si bien no tienen nada que ver con el neoswing, sí el formato de banda grande de muchos instrumentos diversos. Y en el camino, la sonoridad trabajar con acordeón y acústicas tuvo predominancia. Es fiel a lo que se escucha en vivo”.
Si bien las canciones surgieron en un proceso largo, “hay un hilo conductor. Creo que es son canciones que me representan en varios sentidos”. Por tópicos e imágenes, da la sensación de que la música y la arquitectura se complementan y potencian. “Está atravesado. Hay palabras que son de la jerga arquitectónica. Recorridos… Pero también está esa cosa medio onírica. Aparece el tema de la incerteza, de deambular, la ciudad, los paisajes urbanos y los viajes, físicos y mentales”. Y agrega: “Me gusta la trama y la historia de la arquitectura. Son temas que siempre se van mezclando. Son disparadores. Y mis canciones son muy gráficas…Me sirven las herramientas que están disponibles desde el universo visual y lo que hay detrás. Hay historias que tiene que ver con un edificio o espacios públicos que representan muchísimo.”.
Rodeada por sus cuatro guitarras y un teclado, Eliggi atraviesa la pandemia trabajando y con un puñado de canciones que trabaja sin apuro a la par de darle difusión al disco. “Estos bastante con la guitarra, grabando cositas. Es un momento bastante creativo”, comenta.