El 7 de febrero de 1962, el presidente norteamericano, John Fitzgerald Kennedy, firmó la Orden Ejecutiva que implementó formalmente el bloqueo económico, comercial y financiero contra la República de Cuba, aunque un año antes ya había comenzado a regir de manera informal. En reiteradas ocasiones, la decisión arbitraria y unilateral del gobierno de Estados Unidos fue rechazada por la comunidad internacional. Durante 56 años, la medida provocó enormes daños al pueblo cubano, pues fue sostenida y profundizada por los sucesivos gobiernos demócratas y republicanos que lo sucedieron.
Desde hace más de 25 años, el gobierno de Cuba presenta ante la Asamblea General de las Naciones Unidas una resolución donde se exige el levantamiento del bloqueo. Una y otra vez la comunidad internacional ha apoyado la postura de Cuba. Sin embargo, las distintas Administraciones estadounidenses han hecho caso omiso al reclamo mundial.
A mediados de 2016, el entonces presidente Barack Obama admitió que la política hacia Cuba no sólo no había sido eficaz, sino que había terminado aislando más a Estados Unidos que al gobierno de la isla. La votación en la ONU confirmaba esa apreciación.
En octubre de 2016 se llegó al extremo de que, de los 193 países que integran la ONU, 191 votaran a favor de poner fin al bloqueo económico y financiero y sólo dos se abstuvieran: Estados Unidos e Israel.
A pesar de que casi el cien por ciento de los países había apoyado la postura de poner fin al bloqueo, el Congreso norteamericano impidió que Obama pudiera avanzar con sus tibias propuestas.
La llegada de Donald Trump al gobierno generó un nuevo retroceso. Se fortaleció el extremismo y el magnate norteamericano se rodeó de nefastas personalidades reaccionarias, como el senador republicano ultraderechista Marco Rubio. Ese año, la votación en la ONU volvió a ser de 191 contra 2, pero en esta ocasión Estados Unidos e Israel votaron en contra.
Durante un acto realizado unos meses antes (en junio de 2017), en uno de los reductos del sector más reaccionario, “La Pequeña Habana” de Miami, con una retórica extraída de la época de la Guerra Fría, el mandatario norteamericano aseguró orgulloso: “Acabo de suspender el último acuerdo de la pasada Administración (en referencia a los convenios firmados por Barack Obama)”, y su argumento fue que en Cuba “los beneficios de la inversión y del turismo han ido directamente a las Fuerzas Armadas”.
En base a ese pobre, limitado y falaz argumento, anunció restricciones a los viajes de ciudadanos norteamericanos a Cuba y de inversiones en la isla, y aseguró que iba a fortalecer el bloqueo. Poco tiempo después, con una historia que parecía extraída de un libro de ciencia ficción o de una película de James Bond, aseguró que sus funcionarios en La Habana habían sido víctimas de “un ataque sónico”. Excusa con la que Trump trató de justificar la medida que tomó para entorpecer aún más las relaciones, al limitar la cantidad de funcionarios en la embajada norteamericana en Cuba y expulsar a funcionarios cubanos de la embajada de Cuba en Washington.
En diálogo con Contexto, el embajador de la República de Cuba en Argentina, Orestes Pérez Pérez, aseguró que han sido años muy difíciles. «El bloqueo ha significado una guerra económica contra nuestro país. Pretenden que el pueblo cubano pase vicisitudes y carencias para que se genere, como resultado de eso, un movimiento social que eche por tierra a la Revolución. Ese han sido el objetivo de todos estos años del bloqueo implementado por varias Administraciones norteamericanas, tanto demócratas como republicanas”.
“Ha sido una guerra comercial, financiera, económica impuesta por Estados Unidos contra Cuba, violando todas las leyes y procedimientos del derecho internacional, del libre comercio internacional y del libre flujo de mercancías a nivel mundial”, remarcó.
“Ha sido una guerra comercial, financiera, económica impuesta por Estados Unidos contra Cuba, violando todas las leyes y procedimientos del derecho internacional, del libre comercio internacional y del libre flujo de mercancías a nivel mundial”
El diplomático recordó que “a partir del año 1992, Cuba ha presentado en Naciones Unidas una resolución contra el bloqueo. Esa votación en los últimos años ha tenido cifra record de países a favor del levantamiento. En la última votación, que fue en octubre de 2017, se alcanzó la cifra de 191 votos contra el bloqueo y sólo dos países a favor: Estados Unidos, que es el que lo impone, e Israel, que responde a los intereses norteamericanos en Medio Oriente”.
“Mientras dure el bloqueo, nosotros vamos a seguir presentando esa resolución. Porque esa medida afecta el desarrollo de Cuba. Sufrimos en todos los sectores de la economía sus efectos. Estados Unidos impide que Cuba utilice el dólar en sus transacciones financieras, lo que encarece cualquier compra en el exterior. Cuba se ha visto obligada a salir a comprar medicamentos pediátricos y de primera generación a terceros países porque el gobierno norteamericano impide que lo compremos a empresas de su propio país. Barcos que entren a puerto cubano no pueden tocar puerto norteamericano hasta después de seis meses. Esas medidas afectan tremendamente el desarrollo económico de Cuba”, sostuvo.
El embajador señaló que “el pueblo norteamericano también ha sido afectado por el bloqueo, porque su gobierno le impide visitar libremente Cuba. Solamente lo pueden hacer los que clasifican en doce categorías muy estrictas”.
“El bloqueo ha sido una política con la que la Revolución ha tenido que lidiar durante todos estos años. Ha afectado muy fuertemente la económica y a toda la sociedad cubana. Pero, a pesar de ello, la defensa de los principios de la Revolución se ha mantenido sin vacilación. Tenemos un pueblo que va a seguir defendiendo los principios de la Revolución más allá de ese bloqueo criminal y genocida que nos impone Estados Unidos desde hace más de cinco décadas”, concluyó el embajador cubano.