Dame una señal

Por R.G.M.

“El misterio de las cosas, ¿dónde está? / ¿Dónde podrá estar, que no aparece / para al menos mostrarnos que es misterio?”, preguntaba un poema de Pessoa. Y es que la vida es arder en preguntas, sostenía otro poeta.

Pero hay una edad, particularmente, en la que ese ardor nos sobrepasa ante la infinidad de interrogantes que manan desde dentro y fuera de nuestro cuerpo.

Sin embargo, Ana (que apenas tiene catorce años) transita esa fascinante y aterradora edad con una frescura y sabia inocencia que no la vuelve displicente sino todo lo contario. El mundo empieza a habitarla de otra manera y viceversa. Las preguntas son otras y no siempre son claras.

Sobre todo las que surgen de su antebrazo izquierdo. Sí, tras un accidente cuenta con una placa metálica que curiosamente recibe casi como una antena una especie de vibraciones. No son latidos, sino vibraciones sonoras que se repiten diariamente en distintas frecuencias. El bueno de su padre, un artista viudo inquieto ante el regreso de su ex a la ciudad, no está enterado. Pero su mejor amiga, que estudia piano, trata de convertir las señales en partituras.

Sin embargo todo indica que son mensajes en código Morse. Ana (maravillosamente interpretada por Sofía Clausen) se arroja a la ciudad tratando de descifrar ese misterio a través de autobuses, trenes, taxis y variados personajes que surgen ante la calma curiosidad de una niña que está dejando de serlo.

Escrita y dirigida por Ingrid Pokropek, Los Tonos Mayores es más que una auspiciosa ópera prima. Es una película adorable y atractiva que concilia lo fantástico con lo cotidiano, la emoción con la risa, el bajo presupuesto con la notable capacidad técnica. Y es que desde el guion hasta el montaje, pasando por hermosos planos de Buenos Aires y un elenco inmejorable, la película justifica más que los premios cosechados en festivales como Málaga, Jeonju o Seattle: se vuelve entrañable.

Y supera el mote de «coming of age», subgénero atribuido a historias de crecimiento con tinte adolescente. Con sutileza y sin grandilocuencias, opera en distintos niveles para abordar los distintos misterios a resolver: el del antebrazo, el del arte y el de la vida misma. Porque generalmente las señales no se ordenan como estrellas de una constelación, notas de una partitura o puntos de un mapa. Según Kant, «la inteligencia de un individuo se mide por la cantidad de incertidumbre que es capaz de soportar».

Y a veces (o la mayor parte del tiempo) el arte y la vida son el más fantástico de los misterios. O, como concluía Pessoa, las cosas son el único sentido oculto de las cosas. ¡Y eso no es poca cosa!

Los Tonos Mayores se proyecta desde hoy hasta el miércoles a las 18 en el espacio INCAA del Eco Select (Centro Cultural Islas Malvinas, 19 y 51).