Por Jorge Jaunarena*
El 10 de diciembre se celebra internacionalmente el Día de los Derechos Humanos. Esta fecha tiene su origen en 1948, en París, cuando la Asamblea General de la Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Desde ese día para la ONU “Todos somos iguales en dignidad y derechos”.
En ese contexto de finalización de la Segunda Guerra Mundial, en donde se perdieron incontables vidas humanas y las distintas naciones quedaron devastadas, se establecen por primera vez los derechos humanos fundamentales que deben protegerse en el mundo entero.
La declaración se convirtió en el ideal común por el que todos los pueblos debían esforzarse, todos debían aspirar a ser lo que las Naciones Unidas propusieron como parámetro de dignidad, libertad, justicia y paz. El concepto de derechos humanos se fue consolidando como guía de políticas públicas internacionales, nacionales y locales.
Pero es importante repensar si el real origen de los derechos es esa Declaración de las Naciones Unidas. La historia ha demostrado que no hay derechos inalienables, que no todos somos iguales ante los ojos de la Justicia y que luego de esta declaración muchos contextos políticos han violado los principios básicos de la integridad humana.
En un momento de avance del neoliberalismo, como el que vivimos actualmente en la Argentina y toda Latinoamérica, en donde hay un retroceso en materia de derechos humanos y donde los pocos derechos adquiridos son vulnerados y menospreciados, es necesario reivindicar la importancia de las luchas reales que históricamente nos han dignificado como sociedad.
Los derechos se obtienen desde las luchas colectivas del pueblo, no son una creación del Estado, aunque sí debe ser quien los reconozca y garantice. Pero pensar los derechos humanos desde el positivismo burgués es también de alguna manera bajar la cabeza y tomarlos como “beneficios” que una clase dominante decide entregar. Es en la empatía con el otro, en la falta, en la diferencia, donde nace la lucha por ser mejores. Decía Eva Duarte: “Allí donde existe una necesidad, existe un derecho”. Ese es el principio activo de los derechos sociales.
El desarrollo y gestión de programas de derechos humanos no se restringe a la afirmación de un sistema jurídico positivizado, sino que es fundamental su reconocimiento como un sistema de poder estatal capaz de traducirse en una plataforma de políticas públicas, con sus correspondientes herramientas de planificación, gestión y desarrollo de recursos humanos.
El Estado no sólo debe garantizar el ejercicio de los derechos humanos reconocidos a nivel global, sino que debe generar y transformar su propia organización, debe reconocer la necesidad de convertir los compromisos internacionales, las decisiones gubernamentales y las demandas sociales en políticas públicas con enfoque de derechos humanos.
* Secretario de Derechos Humanos de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.