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Dos plazas, una tarea

Por Carlos Barragán

Sábado en el Parque Saavedra. Artistas y músicos argentinos defendiendo la libertad, el trabajo y la alegría. Gustavo Garzón y Daniel Fanego dicen algo que ahora no recuerdo pero que viene con la voz atronadora de la dignidad. Es dignidad. Cuando se juntan Garzón y Fanego da la sensación de que se condensa la fórmula de algo irrompible, no sé si serán amigos esos dos o qué serán, pero la dupla funciona con una contundencia que inspira y emociona.

Muchísima gente se reunió el sábado. Para algunos, son empoderados. Para otros, son militantes inorgánicos. Son eso, y también son la herencia inembargable del kirchnerismo. Eso dije el domingo cuando me tocó hablar en otra plaza, la Plaza Kennedy, en San Martín.

Muchísima gente se reunió el sábado. Para algunos, son empoderados. Para otros, son militantes inorgánicos. Son eso, y también son la herencia inembargable del kirchnerismo.

Con menos convocatoria y la gente mucho más cerca, al alcance inmediato del abrazo. Ahí dije que aquello que alguna vez se planteó como irreversible no son los derechos ni las conquistas políticas. Lo irreversible es la conciencia, las convicciones, la comprensión. Porque estos doce años fueron no sólo de alegrías, sino también de aprendizaje, de entender qué y quiénes somos, y qué queremos. Y quien entendió, se comprometió. Lo único irreversible son nuestras ideas y la voluntad de hacerlas valer, lo demás ya vemos que la derecha es capaz de borrarlo con un decreto cualquiera.

Vamos a volver, vamos a volver, se canta en esas plazas. Pero qué hay que hacer para volver. De eso intenté hablar. Porque cada vez que me sumo al cantito pienso: ¿pero cómo vamos a volver?

Leopoldo Moreau se sentó en el muy pequeño escenario (nos recomendaron tener cuidado porque se dudaba que resistiera los kilos del robusto combo Brienza-Barragán), y en un rato expuso de qué se trata el Gobierno de Macri. Como un fiscal que presenta una causa frente a un jurado, ahí estaba el caso de un Gobierno que actúa contra el pueblo, un caso perfectamente explicado y desglosado, sus móviles, sus autores, los detalles, las pruebas, las conexiones, autores materiales e intelectuales. Los alcances inmediatos y la proyección ulterior del enorme daño que se proponen hacer.

Antes de que llegara Fito a tocar el sábado me tuve que ir. Ví hoy que en el diario de Macri hablan de cómo estaba vestido, para joderlo. Está muy bien, es la señal de que Fito los molesta lo suficiente cuando pone su cuerpo y su arte para denunciarlos bajo la consigna “alegría, trabajo y libertad”. Porque este Gobierno amenaza nuestra alegría, nuestro trabajo y nuestra libertad. Amenaza que lleva cumplida en muchos casos.

En San Martín terminamos cantando el himno tomados de las manos, con los brazos arriba, y tratando de que sobraran los dos dedos para hacer la V. A los gritos. Emocionados de cantar nuestro himno entre personas que pensamos lo mismo cuando decimos “oíd el ruido de rotas cadenas”, esas cadenas que esta vez el pueblo eligió ponerse. Brienza dijo que frente a la pregunta de “qué tenemos que hacer” la respuesta es “estar acá”, en la plaza, reunirnos, juntar voluntades, eso es: estar. Y recordó a Rodolfo Kusch, que propone que nuestros pueblos son cuando están donde deben estar, que no hace falta ser alguien o algo, sino estar. Kusch fue el que dijo “en el fondo de todo no estoy yo, sino que estamos nosotros” (lo tenemos que leer).

Brienza dijo que frente a la pregunta de “qué tenemos que hacer” la respuesta es “estar acá”, en la plaza, reunirnos, juntar voluntades, eso es: estar.

Y, por mi parte, me dediqué a hacer un poco de “psicología de masas” a mi manera. Porque los conozco y me conozco, y sé que por momentos estamos bastante mal. Dije que la derecha nos quiere confundidos y peleados, desorganizados y asustados, enojados y reaccionando. La derecha no nos ignora, tiene ese destino para nosotros. Y si ese es su plan, el nuestro no puede ni debe ser el mismo. Así que, en principio, debemos trabajar sobre nosotros mismos si queremos después cambiar la realidad exterior. El mirarse a uno mismo puede sonar a cosa “new age”, pero es imprescindible salir del shock de haber perdido el Estado de Bienestar y el estado de bienestar, y ganado este Estado de Malestar y estado de malestar que nos proponen los revolucionarios de la alegría. Hablé de tener templanza y de tener paciencia, de abandonar el enojo y enfriar las mentes para estar lo más lúcidos que podamos. Para no caer en las trampas que nos ponen y nos van a seguir poniendo. (Alguien se me acercó después y en tono jocoso me señaló lo raro que es escucharme a mí pidiendo calma, paciencia, templanza. Y sí, en estos dos meses aprendí cosas nuevas.)

Mi hija de diez años cuando le conté que salía para la plaza, me miró con cara de miedo y me retó por mi imprudencia. Me dijo “¿y si van los de Macri y les tiran tiros?”. Le dije que eso era una idea ridícula, a lo que respondió con lógica impecable que a los chicos de la murga les tiraron tiros. Le dije que eso era otra cosa, sabiendo que no era otra cosa, porque en realidad no sabemos cuándo ni dónde el Gobierno decidirá reprimirnos. Ese temor también debemos abandonarlo para transformarlo en prevenciones, en estar atentos. En definitiva, y voy a usar una metáfora deportiva –a ver si el deporte me sirve para algo–,  si fuimos atletas que competimos y perdimos, ahora debemos volver a prepararnos, y mejor que antes, volver a tener los músculos listos, los reflejos rápidos, y sobre todo una gran resistencia. Y ninguna de esas cosas las vamos a conseguir si no logramos concentrarnos en nosotros mismos y si no mantenemos el equilibrio ante los destrozos y ataques que nos propone el Gobierno. Es lógico también que nos indignemos (con los propios también) pero nada de esos debe distraernos de nuestra preparación para lo que está y lo que viene.

Estas plazas nacieron cuando nos dimos cuenta de que ni con los históricos discursos de Cristina nos alcanzaba para ganar una elección. Ni con Cristina, ni con las organizaciones, ni con las consignas, ni con 678, ni con lo que teníamos o creíamos que teníamos. Y fue en esas plazas donde nos organizamos para empezar otra manera de hacer política, quizá la mejor manera o la más humana: cara a cara, conversando, convenciendo, y explicando con argumentos y paciencia, uno por uno. Dejando los prejuicios de lado. Porque es cierto que pecamos de prejuiciosos. Por un lado, sobreestimando a nuestro compatriota, creyendo que iba a entender porque sí nomás. Y por el otro, subestimándolo, y creyendo que no había manera de que entendiera. Pero entonces supimos borrar esos dos prejuicios y fue la manera de acercarnos a ese otro, que sigue siendo la Patria.

Pero ahora nos toca borrar más prejuicios o mitos que circulan entre nosotros. Sobre la dirigencia, sobre el PJ, sobre los políticos, sobre las organizaciones, sobre la democracia, sobre qué es resistir… ¿Qué hacemos? Seguimos preguntándonos. Estar. Estar juntos y sumando nuevos brazos. Dejar de lado las ansiedades, porque no existe una fórmula mágica que nos exima de pasar este mal trago. Y debemos bebernos el veneno, y asimilarlo antes que escupirlo. Para poder transformarlo. Controlarlo sin que nos controle a nosotros. Pensar en Cristina, que nunca reaccionó ante las agresiones, sino que las abrazó y las transformó en mejores argumentos para que comprendiéramos la índole de esta confrontación con los enemigos del pueblo. Y volver a reírnos, aunque sea de nuestros errores y desgracias, para sumarlos también a este crecimiento que recién está empezando.

Las plazas son muchas, pero la tarea es una: recuperarnos para volver.


 

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