Por Carlos Ciappina
Hay fechas emblemáticas, símbolos de pertenencia para los pueblos. Son esas fechas significativas por lo que anunciaron y lo que representan potencialmente. Memoria, símbolo, identidad y pertenencia. Fechas que son disputadas en sus significados, en sus alcances. Fechas a las que recurrir para defender una política, un moldeo de sociedad o un proyecto de nación. Una de esas fechas, qué duda cabe, es el 25 de mayo de 1810.
Allí, donde nuestro presidente neoliberal actual ve –según su famosa frase nada menos que dicha al actual rey de España– a hombres (y mujeres) “angustiados” por iniciar una lucha contra el poder despótico de la España imperial de principios del siglo XIX, la historiografía nacional y popular ve todo lo contrario: el inicio de la zigzagueante pero maravillosa senda para la construcción de una nación con independencia, soberanía y justicia. Una nación de sujetos y colectivos en la búsqueda de la libertad y la igualdad. Una nación para todos/as. Lo opuesto a una colonia.
Estas tendencias entre los dos proyectos de nación anidaban en la misma Primera Junta de Gobierno surgida aquel 25 de mayo de 1810: los Belgrano, los Castelli, los Moreno, los Vieytes, tenían plena conciencia de que estaban iniciando una revolución que era política y social, y que buscaba desde el inicio la independencia.
El otro proyecto, el de los que a todo le temían –a España, al pueblo en las calles, a los mestizos armados– también estaba allí presente: los españoles que vivían en Buenos Aires sostenían que nadie, salvo ellos, podían ejercer el gobierno en nombre del rey; y el sector moderado de los patriotas (con Cornelio Saavedra a la cabeza) prefería un gobierno “hasta que retorne el rey al trono” y sin que se modificara sustancialmente el orden colonial. Otros, entre bambalinas (Rivadavia, Alvear) ya soñaban con la nueva metrópoli Gran Bretaña y refundar una colonia.
El pueblo y las fuerzas populares que ya habían luchado en las Invasiones Inglesas apuraron la marcha y le dieron a la Junta de Mayo el sostén y el impulso para deponer definitivamente al virrey e iniciar el camino a la independencia. Una revolución para la élite o una para el pueblo. Una nación o una colonia.
Otro 25 de mayo, esta vez de 1812, el general Belgrano –ese maravilloso abogado revolucionario que, sin conocimientos militares, se puso al frente de un ejército popular en el norte– enarbola por segunda vez la bandera Argentina. Belgrano, quien dará todo por la revolución –su fortuna y, finalmente su propia vida– está claro que encabeza un ejército popular en el Alto Perú. Un ejército popular que se enfrenta desigualmente a las mejores tropas de España en América: las del Virreinato del Perú.
Belgrano funda escuelas, emancipa esclavos, libera indígenas y, claro, desobedece al Triunvirato de Buenos Aires –temeroso de “enojar” a las potencias realistas de Europa–, enarbolando aquel 25 de mayo de 1812 la bandera que ya había inaugurado en Rosario.
No lejos de allí, de Jujuy y de Bolivia, pero un 25 de mayo de 1862, fallecía en la mayor de las pobrezas la gran lideresa Juana Azurduy. Estuvo –junto con su esposo– desde antes del inicio de la Junta de mayo de 1810, pues participó de la rebelión de 1809 en Chuquisaca. Cuando llegó Belgrano al norte, se pusieron inmediatamente a sus órdenes. Juana le dio todo a la revolución, vio morir a su marido y a cuatro de sus cinco hijos. Pero luchó hasta ver completada la Independencia en 1825. Simón Bolívar la ascendió a coronel. Mujer, mestiza, patriota, luchadora. ¿Habrá esperado hasta un 25 de mayo para dejar, a los 81 años, la tierra por la que todo lo dio?
Juana Azurduy es hoy generala de los ejércitos argentino y boliviano. Una estatua donada por el gobierno del Estado Plurinacional de Bolivia fue erigida en el lugar que ocupaba antes el mercader Cristóbal Colón. Gobernaban los herederos de la emancipación, Evo Morales en Bolivia y Cristina Kirchner en Argentina. Un proyecto de Nación. Hoy, el gobierno “del otro proyecto de país” desmontó el monumento y lo trasladó más lejos de la Casa Rosada. ¿Una mestiza, mujer y libertaria en la Casa Rosada? Impensable para Rivadavia –perdón, Macri–. Para ellos, el país es una colonia. Y en las colonias no hay lugar para libertarias ni libertarios.
Viajemos a otro 25 de mayo. En 1973, en medio de una marea popular, obrera, estudiantil y juvenil, asumía el primer gobierno democrático en dieciocho años: el de Héctor J. Cámpora. El peronismo que había refundado el Proyecto de Mayo –centrándolo con una nueva Constitución, la de 1949– retornaba al poder. Ese 25 de mayo se terminaban diciocho años de oprobio. Prohibido el partido peronista –el partido mayoritario–, perseguidos sus militantes y líderes políticos, sindicales y estudiantiles, cerrados los canales de participación política y sindical, y con el líder del movimiento peronista en el exilio, Argentina había sufrido casi dos décadas del proyecto de nación elitista, antipopular, antiobrero y neocolonizador de la mano de gobiernos civiles semidemocráticos y de feroces dictaduras militares. Pero ese 25 de mayo obreros y estudiantes, mujeres jóvenes y antiguas obreras “que conocieron a Evita”, sindicatos viejos y nuevos, líderes como Salvador Allende y Dorticós, disfrutaron de la reinstalación del gobierno popular. Se liberaron los presos políticos, se levantaron las prohibiciones a libros, películas, cátedras, sindicatos, gremios. La “primavera camporista”, de la mano de la movilización popular, retomaba el camino del 25 de mayo de 1810.
Pero “el otro país” estaba allí, a la vuelta de la esquina. La muerte de Perón habilitó un proceso de decadencia política aprovechado por la dictadura cívico-eclesiástico-militar, que repuso en toda la línea el proyecto neocolonial y represivo opuesto al espíritu y a la simbología de mayo. La dictadura fue un antes y después. Si de símbolos se trata, abusó de las banderas y los símbolo patrios, los transformó en imágenes huecas, vaciados de sentido o, mucho peor, dándoles el sentido totalmente opuesto, soporte de la peor represión de la historia argentina, apoyo del plan sistemático de desaparición de personas y del genocidio argentino.
Pero el proyecto emancipatorio de mayo no muere nunca. Persiste como recordatorio de que hay, en este lugar del mundo, en este territorio de Latinoamérica, un subsuelo de la nación que busca la emancipación una y otra vez. Pese a todo y a todas las fuerzas del bloque colonialista.
El 25 de mayo de 2003, Argentina era una sociedad prácticamente deshecha. Las política de ajuste desplegadas desde 1987 y profundizadas en el período 1989-2001 habían generado la crisis más dura de nuestra historia. La mercantilización y la dolarización de nuestras vidas de la mano del Fondo Monetario Internacional nos llevaron a la casi desaparición como sociedad.
Ese 25 de mayo asumió la presidencia Néstor Kirchner. En aquella Plaza de Mayo colmada de banderas y de ansiedades, el proyecto de Mayo volvió a insinuarse como posible. El presidente electo se “zambulló” realmente entre el pueblo, dejando un claro mensaje: que retomaba las políticas nacionales y populares. El proyecto de Mayo volvía a proponer una nación soberana, independiente y justa. Durante doce años, ocho de ellos con Cristina Fernández de Kirchner, ese fue el eje orientador de cada celebración del 25 de Mayo. En la plaza del pueblo, con las familias, con los sindicatos, con los/as que trabajan, con los diversos géneros, con los/as invisibles que volvían a ser parte de la nación.
Hoy celebramos un nuevo 25 de Mayo
Este 25 de mayo de 2018 estamos bajo un gobierno que ha retomado el viejo proyecto colonial: se saquean –literalmente– las finanzas y recursos nacionales, se vuelve a convocar al FMI, se reducen leyes laborales, paritarias y salarios de los jubilados y docentes, se desmalviniza la política exterior confraternizando con la potencia colonialista inglesa y se interviene en la vida de naciones democráticas hermanas –como Venezuela– de la mano de los países imperialistas.
Sin embargo, nosotros creemos que los 25 de Mayo populares se enlazan unos con otros. El de la Primera Junta con el de Belgrano de 1812, el de Belgrano con el de Juana Azurduy, y el de Juana con el de Cámpora y el movimiento peronista en 1973. Y aquel retorno con el de Néstor Kirchner.
Hay fechas que son símbolos, que se convierten en días de celebración y de lucha. Hoy, 25 de mayo de 2018, las y los patriotas de la nación popular nos miran desde el pasado y nos interpelan. El mandato es claro: seguir la lucha por la emancipación nacional y latinoamericana. Ser definitivamente una nación y dejar atrás la colonia.