Por Ramiro García Morete
Cuando no alcanzaba los diez años de edad, Valentín imitaba a la hora de cantar. Ya fuera Sabina o Andrés Ciro Martínez, no podía evitar reproducir gestos y modismos. En su casa siempre hubo discos sonando y una guitarra, porque su hermano mayor es músico. Él miraba y asimilaba todo. Aún lo hace, en cierto modo. “Curiosear” será el término que empleará. A Valentín le gusta curiosear y aprehender de todo lo que lo rodea. Despierto por naturaleza y por portación de juventud, vive con las antenas preparadas para ver si alguien dice una frase o algo le dispara un verso. Con tanta conciencia como espontaneidad, el pibe de diecisiete años arma sus textos poblados de cotidianidad y cierta picardía sobre melodías y ritmos adhesivos. Con conciencia pero espontaneidad sabe captar lo que a los otros les gusta. “Lindo” es otro término que usará. Y Mirum, el primer disco de El Bondi, no sólo es lindo, sino que es una muy buena sorpresa. El quinteto que completan Tobías Bordenave (guitarra), Franco Brizuela (bajo y coros), Segundo Santos (teclado y coros) y Alejo Passaro (batería) logra un combinado de canciones que combina la herencia piojosa, la arenga de bandas como Sueño de Pescado o Don Lunfardo, y la claridad sonora de corte radial. Al igual que la voz de su cantante, la banda sabe que el trayecto es largo y que inevitablemente se llega al propio estilo.
“Mirum significa ‘sorpresa’ en latín», explica el cantante. «Lo cambiamos porque no gustaba cómo sonaba la palabra en castellano. La sorpresa es que éramos muy chicos y que nos metimos a hacer un laburo que no estaba a nuestra altura. Pero lo sobrellevamos.” Recién llegado de su viaje de egresados de Bariloche, Macchi sabe que el asunto etario es ineludible. “Somos conscientes por el hecho de que tenemos mucho más tiempo por delante. Querer hacer cosas, siempre hay ganas. Por mí, hubiera grabado otro disco más. Pero como tenemos tiempo, estamos tranquilos.”
Dos años y un pequeño cambio de formación precedieron al disco producido por Sebastián Perkal. “Las canciones estaban hechas. Lo que hizo él fue ordenar la estructura y artísticamente le metió polenta. Sobre todo el audio”. Dos de las diez canciones (“Todo mal” y “Tormenta a mi favor”) fueron compuestas sólo un día antes de entrar. “Y ‘Todo mal’ figura entre las más escuchadas de Spotify de La Plata en las últimas semanas. Así que re contentos”, cuenta entusiasmado.
“Le damos bola a eso, pero tampoco tanto», responde sobre las redes sociales y los nuevos soportes. «Sobre todo Instagram, que es la red de nuestra generación. Es la que todos miran.” No todos escuchan rock, y Macchi lo sabe. Mientras gran parte de sus compañeros y amigos escuchan cumbia o trap, el principal compositor de la banda no niega las influencias. Sobre todo la de Los Piojos. “Este disco es muy piojoso. Esos ritmos funky, movidos, lindos. No hay muchas bandas que hagan algo así, como quizá ocurre con Guasones, por ejemplo. Hay muchas bandas en esa. Igual nosotros vamos por otros lados también.” Macchi aclara que ante todo hacen canciones. “Generalmente las llevamos hechas (en el disco hay una canción del violero y después armamos). Recién ahora estamos componiendo en la sala de ensayo. Está bueno. Hace que todos participen más.”
En cuanto a las líricas –que generalmente le salen «de un tirón»– destaca: “Para mí el humor es fundamental. Que es lo que la gente dice ‘mirá que bueno’. La vecina que todos quieren tener, la vecina con la que comparto el Internet, por ejemplo. No es que yo quiera ser gracioso. No un chiste básico. Me encanta Hugo Varela, pero eso no. Pero siempre por el lado divertido”.
Mañana es mejor
“Como que son melodías agradables», compara entre el disco a presentar y material futuro. «Porque también tengo otras más rebuscadas. Me interesa porque lo tenés que escuchar más veces. Canciones oscuras que acá no hay. Y tengo un par que ya van a ir entrando. Algún rock & roll cuadrado, que me encanta. O un blues.”
“Somos muy distintos todos y eso también está bueno. Tobías es el manija. A partir de él la gente empezó a vernos porque mueve, mueve… y está todo el día practicando las canciones. Fran es el bajista, es el músico, sabe mucho, si hay algo mal se da cuenta al toque. El pianista es el flashero. Lo que quiere es que la gente flashée y me encanta. Y Ale hace lo que tiene que hacer en la bata. Muy Ringo Starr… bien cancionero.”
Macchi no oculta las ilusiones de la banda. “Siempre está la idea de que pueda llegar a pegar una canción.” Pero aclara qué significa para él pegarla: “La idea es poder sustentar la banda, poder seguir haciendo discos. Con lo que sale hoy hacer un disco, debemos tener aguante para poder hacerlo.”
Con todo un camino por delante, responde en primera persona algo que bien podría cuajarle a la banda: “No me estoy imaginando el futuro. Sólo quiero hacer lo que me gusta. Si necesito hacer algo, lo voy a hacer”.