Por Héctor Bernardo
Envalentonada tras los triunfos electorales en las presidenciales de Argentina, en las legislativas de Venezuela y en el referéndum constitucional de Bolivia, la derecha busca darle el golpe de knock out a los procesos populares de América Latina. Para ello, ha desplegado dos de sus principales recursos: los monopolios mediáticos y el Poder Judicial.
El ataque contra el ex presidente de Brasil Luiz Inacio “Lula” Da Silva, los rumores de que se pretende perseguir judicialmente a la ex presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner, las maniobras contra los presidentes Nicolás Maduro (Venezuela), Evo Morales (Bolivia) y Rafael Correa (Ecuador), se enmarcan dentro de una misma estrategia regional.
La lógica parece ser siempre la misma: primero la demonización mediática, luego la intervención de fiscales de dudosa trayectoria que presentan denuncias con poco sustento lógico y casi sin prueba alguna, acto seguido, jueces de conocida cercanía a los monopolios mediáticos y a los poderes económicos cierran el círculo de la demonización.
primero la demonización mediática, luego la intervención de fiscales de dudosa trayectoria que presentan denuncias con poco sustento lógico y casi sin prueba alguna, acto seguido, jueces de conocida cercanía a los monopolios mediáticos y a los poderes económicos cierran el círculo de la demonización.
En Brasil, todos los ataques de los medios de comunicación y sus socios del Poder Judicial parecían estar apuntados hacia la actual presidenta Dilma Rousseff, pero, luego de que el ex presidente Lula anunciase que pretendía ser candidato en 2018, las “cañoneras mediáticas” y sus aliados en los juzgados cambiaron su objetivo.
El viernes 4 de marzo, la Policía brasileña y el monopolio mediático Globo montaron su show digno las series Policías en Acción o Cops. Las fuerzas federales irrumpieron en la casa del ex presidente brasileño y lo llevaron por la fuerza a declarar. Cabe recordar que el ex mandatario no se resistió y que todas las veces que había sido citado a declarar se había presentado por su propia voluntad. Sin embargo, en esta ocasión, con todas las cámaras de la Rede Globo como principales testigos, y mientras el portal de Internet del grupo mediático anunciaba la detención de Lula Da Silva, la Policía irrumpió en su casa, dando el marco de espectacularidad buscado.
Lula fue llevado a la dependencia policial y, a pesar de los agoreros que anunciaban (y deseaban) su posible detención, fue liberado luego de varias horas de declarar.
En un artículo publicado en el matutino Página/12 el viernes 11 de marzo, el sociólogo brasileño Emir Sader señaló: “detrás de las escaramuzas cotidianas, el gran combate en Brasil hoy es sobre cuál es la gran prioridad nacional, cuál es la agenda fundamental del país. La derecha había logrado, por la alianza entre sectores del Poder Judicial, de la Policía Federal y de los monopolios privados de los medios de comunicación, promover el tema de la corrupción como el más importante del país. Según encuestas hechas por esos mismos sectores, la corrupción sería el tema más importante del país, no la desigualdad social ni la hegemonía del capital especulativo sobre la economía brasileña”. Luego agregó: “La ofensiva ininterrumpida de acusaciones, aún sin fundamento, en los medios, promueve esa prioridad, que tiene como objetivo criminalizar al gobernante Partido de los Trabajadores y a su líder, Lula, para intentar sacarlo de la vida política del país”.
El ataque contra el ex mandatario y contra el Partido de los Trabajadores (PT) no ha cesado. Este viernes 10 de marzo, un fiscal brasilero pidió la prisión preventiva de Lula, los medios de la Rede Globo siguen presentando informes que parecen “caso juzgado” y la derecha empresaria se suman a la denuncia pública para evitar que el ex presidente vuelva al poder.