Por Ramiro García Morete
“Ya tuvimos la oportunidad de saber lo que nos podía pasar/ahora hay que esperar, solo esperar”. Puede que haya sido primavera aquella noche lluviosa de 2017. En el quincho de la casa del barrio Meridiano V, el piso estaba poblado de pedales conectados a dos amplis modestos pero leales: el Laney de 25 y el Ross de 10. Bruno Bisou, con su Telecaster, y Nicolás Romeu, con su Strato, se hallaban a oscuras. “Ni una luz prendida. Solo la luz de la tormenta”, evocará Bruno con precisión. Sin embargo, algo se encendería entre estos amigos que venían juntándose desde hacía rato. Nicolás había terminado recientemente con Los Sobrevivientes de Hamelin y su proyecto Vank Halu. Bruno estaba en Acampe. Sumergidos en el mismo trance que aún hoy persiguen en pasajes como la coda de “Cuando los cuerpos pidan deseos”, ambos estaban armando la banda sin volverlo explícito. Sencillamente estaba fluyendo.
Aunque poco después Nicolás le revelaría una omisión piadosa. Al parecer ya se había estado juntando con el bajista Federico Sturzenegger, a quien conocía de Bellas Artes. “Me estaba testeando –se reirá Bruno-. Era como un casting oculto. Se empezó a juntar conmigo para ver cómo podía responder”. Y la respuesta sería tan óptima y veloz, como fue la búsqueda de un baterista. Bruno recurriría a Elías Zapiola, a quien conocía de Ciprés, de Gran Parque, y con quien compartiría estudios en la UNQUI.
Con The Whitest Boys Alive como poderosa referencia, la casa de Fede (amigo del bajista y venadense también) devendría en un punto de encuentro irresistible. Al ser sonidista y baterista, el bunker lindante a Los Hornos contaría con todos los elementos necesarios ya no solo para ensayar ni grabar. La primera mitad de 2019 sería ideal para condensar la experiencia adquirida en vivo y registrar el sonido orgánico pero aceitado de la banda. Entre el funky, el pop y algún linaje indie, el cuarteto lograría un pulso tan bailable como sofisticado en arreglos y armonías, donde los cambios de tiempo nunca pierden de vista el groove y los rasgueos límpidos conversan con líneas de delay. Y donde la alternancia vocal y compositiva se potencia en un repertorio donde la canción tiene espacio para el viaje y los pasajes instrumentales. “Grises” es el EP de tres canciones que presenta El Club del Rayo Escéptico.
“Es el resultado de habernos internado por causas naturales y casualidades en nuestro propio espacio físico donde ensayábamos y nos concebíamos como banda”, introduce Bisou. “Habremos grabado 5 o 6. Pero parecía que tenía sentido juntar esas tres canciones. Porque desde la lírica, a nuestro entender, marca un relato. Lo concebimos así, no solo como presentar ´las mejores canciones´ o el sencillo debut, ese que querés sonar en la radio. Esos temas nos quedaron en el bolsillo pero ya saldrán”.
A nivel audio “la idea era poder grabar un sonido lo más fiel posible a lo que estábamos haciendo. Ensayamos y tocamos en vivo un montón. Las canciones tenían esa naturaleza. Su propósito era sonar en vivo y sonar a nosotros. No nos imaginábamos otros elementos que no pudiéramos replicar en vivo. Eso no nos preocupaba a la hora de grabar y así ahorramos márgenes de error. Ya sabíamos qué queríamos hacer”.
Ente la canción y la improvisación, la dinámica compositiva de la banda “es una mezcla entre las dos cosas. Nos gusta tocar, disfrutar los paisajes, meternos en un trance, sentir los matices. Nos gusta adentrarnos en cada tema. Esto se empieza a construir desde la forma de la canción, estrofa, estribillo… Y después hacemos el ejercicio de preguntarnos, por ejemplo, cómo lo harían los Whitest Boys Alive u otras referencias. A partir de esas armonías y ritmos vamos construyéndolo”.
Bisou reconoce que hay en su generación y cierta escena un humor general donde el histórico vínculo entre el rock y la pista de baile se ha acentuado: “Lo siento en nosotros, en la gente que me rodea, en las bandas locales. Desde que empecé y me metí en la escena. Es interesante porque las bandas bailables de la música disco o el funky se pensaban con esa función ´queremos hacer que la gente baile´. Nuestra generación va a lo bailable porque es lo único que sabe hacer, porque nos gusta tanto pasar el rato así. Lo asociamos tanto con el goce, con la fiesta”.
Sobre el futuro, el músico no puede omitir un detalle no menor: la partida de Nicolás. “Es muy raro. La banda que empecé a cranear con él. Se fue una pieza importante. Eso hay que comunicarlo. Por más de que podamos hacer una o dos canciones que teníamos de él. Ahora tenemos un margen para agregar una persona o empezar a jugar con otros elementos. No tomarlo como una delimitación o una falta, sino como un espacio que podemos llenar con lo que se nos ocurra. Está bueno y está mal al mismo tiempo, porque es este lanzamiento y es un poco un bajón. Pero manteniendo el optimismo vamos a seguir sin él”.
(Foto: Rocío Romeo)