Por Eduardo Aller
Cada vez que asume un nuevo intendente en La Plata, la duda pasa por saber cuál será su relación con el diario centenario de la ciudad, El Día. En los últimos 8 años, Pablo Bruera mantuvo una alianza estratégica con el medio, donde el intendente tenía un blindaje informativo, y la expectativa pasaba por saber si la situación se iba a modificar. El misterio duró poco: en cien días de mandato, Julio Garró se dejó marcada la agenda y se mostró que será muy permeable a las críticas y a las presiones.
El ejemplo más claro se dio en las últimas horas, donde el jefe comunal del macrismo anunció que prepara su propio “protocolo antipiquetes”. Para obtener esta declaración la empresa de Raúl Kraiselburd no tuvo que transpirar demasiado. Algunas tapas y otros comentarios bastaron.
La primera nota fuerte con respecto a eso tuvo lugar el 4 de marzo y fue titulada “Cortes y piquetes: el protocolo no se aplica”. En el artículo se hablaba de dos cortes de calle que habían tenido lugar en la subida a la Autopista Buenos Aires-La Plata y en Calle 12, frente al Palacio Municipal. Casi en tono irónico, se aclara que la nueva normativa propone la “libre circulación”. Sin sutilezas.
El punto más alto de esta campaña a favor del el uso de la fuerza contra los manifestantes fue el 10 de marzo, donde se mostraba cómo colectivos y autos debían pasar por encima de la Plaza Moreno para seguir su camino. Para El Día, “esto fue la frutilla de la torta, el caos y el descontrol fue absoluto”. Este acto, inadmisible para los buenos vecinos de la capital bonaerenses, era más que suficiente.
El 17 de marzo el matutino de Diagonal 80 seguía obsesionado con el tema. En ese ocasión hizo uso de una de sus palabras favoritas para describir estas situaciones: rehenes. “Ciudad bloqueada, todo cortado y los automovilistas de rehenes”, era el titular. En un llamado a la solidaridad a las fuerzas del orden, se hacia hincapié en “que no había ninguna autoridad, ni provincial ni nacional”.
No parece que esa sea una convocatoria inocua. El Día y casi todo el país sabe qué puede suceder si se apersonan las fuerzas de choque para liberar el tránsito: la primera semana lo hicieron y el resultado fue el de varios mujeres y hombres heridos con balas de goma.
En esa misma edición, Garro finalmente decía lo que querían escuchar: “Vamos a impulsar un protocolo antipiquetes». Supuestamente, iba a mandar el proyecto al Concejo Deliberante. Hasta hoy no lo hizo. “Si bien estamos orgullosos de concentrar las sedes de los edificios públicos provinciales, no podemos permitir la toma de la vía pública o la interrupción del tránsito, no importa si las protestas son de dos, 50 o 100 personas”, dijo Garro. Sin dar muchas precisiones, el hombre de Cambiemos coqueteaba con lo tribunero.
El relato de esa jornada mereció dos páginas completas, y hasta parecía un informe especial. La pieza central estaba acompañada por el testimonios de conductores indignados por el momento que habían tenido que pasar. El escenario se completa con un recuadro de opinión. “Angustia e impotencia”, era el encabezado.
“Una mezcla de angustia, impotencia e incredulidad tiño ayer el ánimo de miles y miles de platenses que quedaron –una vez más- en un descomunal caos de tránsito”. Según la interpretación, “quienes pasaban por ahí para ir al trabajo se convirtieron en… (música de suspenso)… rehenes”.
Es muy interesante, y quizá repudiable, la enumeración de las actividades que se vieron truncadas por la protesta callejera. Eran rehenes “mientras iban a trabajar, a buscar a sus hijos, a visitar a un médico, a hacer un trámite o a firmar una escritura”. Aunque con pocos datos si los piquetes perjudican las transacciones inmobiliarias, en esta pintura social más que una grita está el Valle de la Luna. Los vagos versus los hombres de bien.
Aunque Garro ya les había prometido el protocolo, ayer El Día siguió con la insistencia. En portada, una de las fotos principales estaba dedicada a un acampe frente a Gobernación. La crónica tenía un tono escandalizante porque el despliegue era “con televisor y todo”. El reclamo era por más bolsones de comida. La idea que se buscaba transmitir, aparentemente, era que si nadie se entremezclaba, esas personas se quedarían a vivir en el lugar.
En el interior, los términos eran más duros. “Ya se hace crónico el acampe en Gobernación”, era el encabezado de la noticia. “Asentados sobre la calzada, anoche eran no más de una decena de personas que las que bloqueaban el tránsito en esa calle neurálgica para el flujo vial céntrico”, explicaba el eventual redactor.
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LA CLAVES DEL PROTOCOLO
El llamado protocolo antipiquetes –protocolo de actuación en protestas sociales- fue presentado por la ministra de Seguridad de la Nación, Patricia Bullrich, en la primera reunión con sus pares provinciales, que se hizo en Bariloche.
En los papeles, la normativa busca promover el diálogo para desactivar las manifestaciones públicas, aunque la propia ministra advirtió: «Les damos cinco minutos, se van o los sacamos».
«Este ministerio no va a permitir que la calle sea un caos. Queremos cambiar la cultura del corte”, adelantó Bullrich. En una de sus partes más rechazadas, el documento deja bien en claro: “Si los manifestantes no cumplen, se informará a la Justicia y se procederá a intervenir y disolver la manifestación».
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