Cuando finalmente llega la noche del 31 de diciembre de 2012 y el mundo no termina como auguraban los mayas, y Cristian concluye un día de agotadora e inesperada aventura, su vida ya no es la misma. De eso se trata –y no de una simple comedia– El Lechón. Quizá de eso se trate el cine. En alguna entrevista, Orson Welles contaba que antes de El Ciudadano no había agarrado jamás una cámara. “Yo no inventé nada. Sólo me pregunté por qué no”. Pero la ciudad de Germán Greco y Brazo Armado (productora junto a Conrado Taina) no es ampulosa, sino que su profundidad habita en pequeños detalles y escenarios suburbanos. El lado B de la ciudad, lo llaman ellos mismos. Desde principios de esta década, llevan a cabo producciones audiovisuales (películas, videoclips) con una marca que denota autogestión y criterio estético marcado por La Plata, el rock y el cine de los ochenta, entre otros elementos de la cultura pop.
“Hoy con amigos, tiempo y dinero se puede hacer cine», declara Greco. «De hecho, en Cannes ganó una película que se hizo con un celular. Hace veinte años no: se precisaba fílmico, cámara, un presupuesto muy alto“. Pero aclara: “Vos sabés que hacés un proyecto así y también sabés dónde termina: ciclos culturales, festivales… A ese nivel ni podés llegar al cine comercial, porque sólo con los libre deuda de industria que te piden ya desde el vamos tenés que poner unos millones”.
Entre El lechón (2015) y Creo que te amo (2011) habitan un mundial de distancia y algunas cuantas diferencias: “La primera la hicimos con Conrado y un par de amigos. Directamente no hay trípode. Éramos dos chabones en bicicleta yendo por toda la ciudad y haciendo un registro documental o falso documental, emitiéndole un poco de ficción. En El lechón ya partimos de cuatro personas escribiendo un guión y un equipo técnico como de veinte, con trípode y con producción más cinematográfica, 100% ficción”.
Pero hay una continuidad: “Bajo presupuesto, mucho exterior, mucho verano y mucha ciudad”. Greco reconoce que ese espíritu platense “es totalmente deliberado y es lo que tenemos. La famosa frase de Tolstoi: pinta tu aldea y pintarás el mundo. Filmamos con lo que tenemos a nuestro alcance y con lo que conocemos. Me encantaría hacer una película de astronautas en la luna. Pero el presupuesto no me da. Y es meterte en un mundo que no conocés. Siempre buscamos , como dice Conrado, el lado B de la ciudad. Se ve la catedral, pero de atrás. Hay muchos barrios: La Loma, Tolosa, Mondongo”.
Como parte del Segundo Pantallazo que se da en distintas ciudades del país proyectando películas argentinas para visibilizar el ajuste que lleva adelante el gobierno en el cine, a las 19 hs se proyectará El lechón en el Teatro de la UNLP (10 e/ 54 y 55) . “Muchos nos dicen que es una comedia –opina el director–. Y sí… nos reímos, nos divertimos. Tiene chistes y todo. Pero para nosotros es una película de aventuras. Queríamos eso. Una historia que transcurre en un día. Un chabón que se levanta a la mañana con una vida conformista y que le cae un lechón del cielo… y que al final del día es otra persona. Totalmente inspirado en películas como Karate Kid o Mi pobre angelito, donde los protagonistas enfrentan el miedo y sufren una transformación, con un poco de libre inspiración en la vida de Cristo”.
Jóvenes entusiastas
Greco evoca el camino que lo condujo a volcarse al cine. “En la adolescencia hay mucho tráfico cultural con tus amigos, la formación autodidacta de tener hermanos mayores. Te pasás libros, discos y películas. Ves Cha Cha Cha, Los Simpsons, fútbol… Y ahí el cine era importante. Mucho VHS. ¿Qué onda todo esto? Creo que es lo que me gusta. En la década del noventa fue importante el cable. Space, HBO, mucho VHS… esa fue una gran escuela. Una de las pocas cosas buenas que dio el menemismo para jóvenes entusiastas. Yo creo que me veía toda la grilla. E ir al cine era muy barato. La primera función salía dos pesos. Cuando salió una remake de Star Wars volví a ir con frencuencia. Y ahí encontrás… ah, esta me gustó, es el mismo que hizo… Empezás a encontrar la marcas de autor. Y empezás a armar la red cultural de todo lo que te influye y todo lo que absorbés”.
En el contexto del Pantallazo en el que participan múltiples realizadores (muchos jóvenes) de nuestra ciudad, Greco expresa: “Es algo increíble. Un montón de chicos jóvenes que van a la facultad. Nos sentimos queridos y un poco admirados por un montón de chicos que no conocemos y cuando nos conocemos ellos la rompen… técnicamente nos pasan el trapo, porque cuando empezamos teníamos otra tecnología. Pero nos reconocen que nos mandamos a hacer cosas cuando en general se producía poco acá”. Y sin eludir el contexto político, destaca la importancia de cuidar la Universidad pública así como apunta contra las políticas de vaciamiento del INCAA. “Yo tenía una visión crítica de la gestión anterior del Instituto. Pero esto es peor que lo que estaba.” Pero confiesa que ya ni se preocupa. “Para trabajar con el INCAA hacen falta algunas cosas… Y nosotros no tenemos ni lobby ni carisma ni ganas ni tiempo ni dinero.”
Sinopsis
Cristian tiene 33 años y es el cantante de una banda de rock que durante la mañana del 31 de diciembre de 2012, fecha que los mayas pronosticaron como el último día de la humanidad, recibe una llamada de su suegro desde la Costa Atlántica para que reciba un lechón que comerán durante la noche. El azar o el destino hará que el lechón se extravíe, y en el transcurso de ese día Cristian luchará por recuperarlo mientras busca darle, también, un sentido a su vida.