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El lento regreso a la actividad musical

Por Ramiro García Morete

Desde un primer momento, la comunidad musical no solo comprendió la necesidad del confinamiento sino que posiblemente fue la más animada para ayudar a transitarlo. Las redes se llenaron de pequeños videos o “vivos” que aportaron la distracción o temple necesarios. Sin embargo, detrás de las melodías hay una industria y sobre todo trabjadorxs. No solo quienes ejecutan o componen esas melodías sino técnicos, managers, productores y demás partes de una red productiva. Por eso fue y es imprescindible retomar la actividad desde lo posible, respetando la magnitud de la pandemia.

En consonancia y diálogo con distintas entidades o sindicatos, se elaboró un protocolo que ACMMA impulsó en Ciudad de Buenos Aires mientras que en Provincia de Buenos Aires  finalmente se unificaron criterios tras una semana de arduos y se espera la resolución. En La Plata ya fue homologado, pero es importante discutir las posibilidades concretas y  responsabilidades a la hora de su aplicación. Hay que recordar que “en el marco de los lineamientos vigentes dictados por el Estado Nacional y de las buenas prácticas laborales de salud y seguridad en el trabajo”, el protocolo distingue medidas vinculadas a cada rubro del ejercicio musical, como Actividades sin público (Streaming, Grabaciones, Ensayos, etc) y las actividades de enseñanza (Clases, Ensambles, etc.).

El protocolo general en el que se basa luego cada distrito está pensado para zonas geográficas en estado de FASE 3 y FASE 4 de cuarentena y fue elaborado por diversas entidades como AADET (Asociación Argentina de Empresarios Teatrales y Musicales) ACMMA (Asociación Civil de Managers Musicales Argentinos),  SADEM (Sindicato Argentino De Músicos), SATE (Sindicato Argentino de Técnicos Escénicos) y UMI (Unión de Músicxs Independientes), entre otros.

Damián Ramírez, referente local del SADEM, conversó con Contexto al respecto. «En La Plata hay que ser muy minuciosos -advierte-. Dentro de ese protocolo tenemos que definir con el secretario de Cultura su forma de aplicación. Porque no podemos bajo ningún punto desligar la responsabilidad. Tenemos que ser muy puntuales con las responsabilidades sanitarias. Y concientizar al compañero que aplique una actividad, que tiene que seguir los pasos cuidadosamente”.

Un factor no menor son los recursos para cumplir con el protocolo, “ya que los requisitos son muy costosos. A ver… estamos de acuerdo y somos una de las partes firmantes. Hay mucho aporte del SADEM, por charlas que ha tenido nuestro secretario con experiencias de otros países. Ahora bien, no podemos confundir la experiencia de otros países que han priorizado lo económico por lo sanitario. Ahí fueron las consecuencias. Han dejado expuesto no solo al músico o los trabajadores, sino a los terceros”.

En resumen, el protocolo apunta a actividades (ensayos, grabaciones, producción) “lógicamente sin público, declaración jurada de cada estudio o lugar. O donde se ensaye. Sería muy meticuloso, contempla puntualmente el momento en el que se graba o ensaya hasta que graba y vuelve a su domicilio”. Se exigen varios pasos y recursos que Ramírez intenta resumir: “Lavado de manos, alcohol, qué grado, orden de aplicación, dispenser, agua corriente, baño donde hay una limpieza previa y posterior después de cada persona. Se habla de encerrar y distanciar a cada uno de los protagonistas. Separarlos a 1,5 metros de costado y si están de frente, 2 metros. También está el tomado de fiebre antes de ingresar. En caso de que alguno tenga fiebre, el lugar tiene que poseer un habitáculo con ventilación o artificial, llamar a las autoridades pertinente y aislar a esas personas”. Y agrega: “El tema del calzado, de higienizar el instrumento antes de devolverlo, conservar sus cosas. Los lugares tienen que tener casilleros desinfectados Y proveer al músico de tapabocas o una bolsa para guardar sus pertenencias. Los únicos autorizados a no usar tapabocas los son cantantes y los instrumentos”. El nivel de meticulosidad para desarrollar este protocolo arroja detalles tales como el alcance de 6 metros de la saliva de un cantante.

Ramírez reconoce: “El orden de aplicación tiene costos. Los lugares o productoras grandes podrán…para los productores chicos o salas de ensayo es muy difícil. Por supuesto que hay que   ver hasta donde es representativo para todos los colegas. Pero esto algo y  peor es nada. Tenemos que resguardar fundamentalmente la salud de compañeros y compañeras para ir de a poquito.  Pasos muy cortitos, volver a trabajar en la actividad. De no tener nada y ver el futuro muy lejano, tenemos algo y un acercamiento más cuidado».

Lo que no hay dudas es que la pandemia visibiliza la precariedad en distintos ámbitos, y la precarización de trabajadorxs de la música es histórica: “Hay que exigir mínimo vital y móvil, que se pague por convenio y no por borderaux. Sino es volver a precarizar más nuestra actividad cuando ya venimos de 4 años de precarización con Cambiemos”.