Por Roberto Álvarez Mur
“Las principales villas están tomadas por peruanos. La Argentina incorpora toda esta resaca”, fueron algunas de las palabras del senador Miguel Ángel Pichetto que hicieron que diplomáticos de Perú y de Bolivia presentaran denuncias contra el funcionario ante el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi). Semanas antes, el periodista Jorge Lanata presentó un informe en estrecha sintonía con este mensaje, al señalar la cantidad de extranjeros que estudian en la Universidad de Buenos Aires (UBA), sugiriendo que estos colapsan el sistema educativo. Esta clase de pistas parecen anunciar el retorno de un discurso que se creía archivado en épocas pasadas y que vuelve a tomar presencia, esta vez desde los sectores del poder. El comunicador especializado en seguridad ciudadana Roberto Samar habló con Contexto respecto de este nuevo modelo ideológico al que “no le molesta el migrante europeo, pero sí le molesta el hermano latinoamericano”.
–Teniendo en cuenta las declaraciones de Pichetto o los informes de Lanata sobre la UBA, ¿a qué se debe este resurgimiento del discurso social xenófobo que parecía ya pertenecer a otra época?
–El discurso siempre estuvo circulando, sólo que ahora tiene aval político y de parte del Gobierno. Basta con pensar en Mauricio Macri cuando era jefe de Gobierno porteño y asociaba el delito con las personas migrantes de los países limítrofes. “Parece que la ciudad de Buenos Aires se tiene que hacer cargo de los países limítrofes y eso es imposible”, fue la frase que acuñó en su momento.
Con el cambio de época que estamos viviendo, el discurso que siempre circuló ahora está exacerbado, y se exacerba porque es funcional a la construcción de un chivo expiatorio. En vez de pensar cuáles son los problemas estructurales, como es el modelo de seguridad o el modelo económico excluyente, se construye un elemento para canalizar todos los problemas.
–¿Puede considerarse esto una respuesta de los sectores reaccionarios a la última década, en la que se afianzó una idea de hermandad latinoamericana y unidad regional?
–Sí, claramente hay un modelo ideológico que es distinto. Ahora se instaló un modelo ideológico eurocéntrico, e incluso no podríamos definir lo que pasa como xenofobia, ya que la xenofobia es el odio a la persona que tiene otro origen. En realidad, lo que vemos acá es una xenofobia racista. Porque no nos molesta el migrante europeo, nos molesta el hermano latinoamericano. Es decir, hay una matriz que no tiene que ver con el migrante específicamente.
«HAY UNA MATRIZ EN EL IMAGINARIO SOCIAL QUE TERMINA IDEALIZANDO LA DIVERSIDAD CULTURAL EUROPEA. NOS CONSTITUIMOS HISTÓRICAMENTE CON LA DICOTOMÍA DE SARMIENTO DE ‘CIVILIZACIÓN Y BARBARIE’, DONDE LA CIVILIZACIÓN SIEMPRE ES EUROPEA.»
–En ese sentido, ¿no representaría, incluso, una contradicción con la idea de “crisol de razas” o diversidad cultural que tanto se exalta en nuestro país?
–En realidad, creo que hay una matriz en el imaginario social que termina idealizando la diversidad cultural europea. Hay que recordar cómo nos constituimos históricamente con la dicotomía de Sarmiento de “civilización y barbarie”. La civilización siempre es europea, y todo lo que refiere a los gauchos, los pueblos originarios, es el atraso. Sobre esa matriz cultural se van construyendo discursos discriminatorios que no tienen que ver, repito, con el extranjero, sino con el extranjero de los países limítrofes. Paradójicamente, todos padecimos los mismos imperios, las mismas violencias y los mismos problemas, con lo cual deberíamos hermanarnos aun más. Sin embargo, ese discurso coloca al hermano como si fuera un enemigo. Se lo responsabiliza al migrante y en realidad si uno se detiene a ver los números, como sucedía en los noventas, el número de migrantes era insignificante en relación con el de desocupación. Pero era funcional echarle la culpa a ellos y no a la convertibilidad y a las privatizaciones.
–Este fenómeno en Argentina, ¿encuentra algún punto de conexión con ciertos procesos internacionales, como la hostilidad a los refugiados en Europa o la figura de Donald Trump como potencial presidente de Estados Unidos, con lo que ello implica?
–Creo que es funcional. En general, en cualquier parte del mundo es funcional para correr el eje de discusión. El migrante es un sector puntualmente más vulnerable de la sociedad porque va a tener menos capacidad de visibilizar sus reclamos, las violencias que sufre, ya que tiene menos capacidad de estar organizado, de acceder a los medios de comunicación. Entonces, el migrante en cualquier país del mundo es el chivo expiatorio ideal para canalizar todos los problemas estructurales.
–Este año hubo un fuerte debate frente al proyecto de crear una cárcel exclusiva para migrantes. ¿Cómo influye el discurso racista en la legislación en materia de seguridad?
–Lo que habría que pensar primero es qué entendemos por seguridad. Si entendemos la seguridad como el pleno ejercicio de los derechos, entonces deberíamos pensar las violencias que sufren las personas migrantes. Después de hacerse públicos los discursos xenófobos, a esas personas se les hace más difícil encontrar un lugar de inclusión. Incluso, en términos de homicidios, hay muchísimos más migrantes víctimas que victimarios.
«EN LOS NOVENTA, AQUEL TITULAR DE REVISTA QUE HABLABA DE “LA INVASIÓN SILENCIOSA” LO QUE TERMINA HACIENDO ES EXACERBAR LA VIOLENCIA.»
–¿Qué papel juegan los medios de comunicación en estas complejidades?
–En general tienden a profundizar la confusión. Si recordamos en los noventa aquel titular de revista que hablaba de “La invasión silenciosa”, lo que termina haciendo es exacerbar la violencia. Lo mismo sucede con el discurso del conductor de «Periodismo Para Todos». Y, en definitiva, como dice nuestra Ley de Migraciones, un inmigrante tiene derecho al trabajo, a la salud. Entonces, una persona que cumple con esos derechos lo único que está haciendo es cumplir con la ley.
–¿Cómo se puede contrarrestar este fenómeno?
–Creo que, en principio, estas diversidades en realidad nos enriquecen como país. Los medios de comunicación y las instituciones educativas tienen un rol clave ahí. Un ejemplo muy simple que observé fue en el jardín de infantes donde asiste mi hija. En vez de festejar “el día de la tradición”, festejan “el día de las tradiciones”. Había varias familias que estaban compuestas por migrantes, entonces cada uno pudo mostrar las costumbres, bailes o comidas típicas del lugar. A través de una práctica pedagógica, se pudo mostrar la idea de enriquecerse en la diversidad. Creo que esas prácticas deben ser promovidas, además de repensar quiénes somos y de dónde venimos como latinoamericanos.