Por Flavia Delmas
La revista Noticias quema en la hoguera a Cristina Fernández de Kirchner. Es la imagen de la nueva tapa que no sorprende con su insistente misoginia y sus cátedras de violencia simbólica. Por delante de la imagen de la ex presidenta se puede ver un grupo de hombres encapuchados, los perpetradores del crimen, encargados de “cómo blindar la gobernabilidad”. Encabeza el actual presidente Maurizio Macri, con unos resaltados diabólicos ojos celestes. Lo preceden Massa y Scioli. Finalmente se puede distinguir a Lorenzetti, Moyano y Magnetto.
Este “pacto” de varones que estaría (en potencial) orquestado desde el Gobierno tiene como objetivo el deseo manifiesto de la revista: “que Cristina no Vuelva Nunca Más”, se respetan aquí las mayúsculas del título ya que ofrecen un interesante juego que alude a una frase cargada de historia y que tiene un sentido profundo, el Nunca Más a las dictaduras militares, el Nunca Más a las violaciones de derechos humanos. Paradójicamente, este Nunca Más atenta contra los derechos de la presidenta de ser elegida, de representarnos, de vivir una vida libre de violencias. La frase utilizada, que parece el canto de una hinchada, se potencia con el fuego donde arde y grita de dolor la cortesana apresada por una gruesa cadena que circunda su cintura. El mensaje es claro: para que no vuelva, están decididos a todo.
En el margen izquierdo, como si fuera un sticker en rojo, se lee “Olivos by Awada, sus reformas a la quinta”, con tono de best-seller extranjerizado o de revista Caras. Es indudable que para Perfil ha ingresado a la residencia una mujer que está en el sitio que debe estar: la vida privada.
La contracara
De la imagen de Cristina construida por los medios hegemónicos deviene la pregunta obligada: ¿qué mujeres quiere el poder? Para responderla debemos observar cuáles son las que merecen el cariño y la protección mediáticos.
De la imagen de Cristina construida por los medios hegemónicos deviene la pregunta obligada: ¿Qué mujeres quiere el poder? para responderla debemos observar cuáles son las que merecen el cariño y la protección mediáticos.
Por un lado, la nueva primera dama, Juliana Awada, que vuelve a ostentar un título que había sido dado de baja, es silenciosa, siempre está detrás de su pareja, es una acompañante que responde fielmente al sueño de la oligarquía argentina, y se completa su piné al haber sido pareja anteriormente de un conde, lo que le otorga un aire de aristocracia.
Por otro lado está la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, con su sonrisa casi incrustada en el rostro angelado, tutelada por Macri. Llama a las mujeres a acompañarla en su gestión, pero su gabinete es eminentemente masculino. El hada buena, como la bautizó Verbitsky, se aferra a los papeles cuando toma la palabra, incluso lee los nombres de sus hijos e hijas en los agradecimientos durante el discurso de asunción, ya que también su lugar en la escena había sido hasta el momento el de la silenciosa retaguardia.
Otra cara feliz es la de la vicepresidenta, Gabriela Michetti, que no duda en cantar canciones de Gilda desde el balcón de la Casa Rosada mientras Maurizio baila tecno, y que, frente a cualquier pregunta acerca de problemas internos de Cambiemos, responde que está todo bien, posicionándose como la negadora serial de los conflictos.
Prohibido olvidar
Es menester retornar las múltiples tapas de esta revista dedicadas a Cristina Fernández de Kirchner, la que aparece con su rostro visiblemente golpeado, lo que explicita que ejercer violencia física contra ella es un “negocio”; las dedicadas a su salud, donde se le atribuye depresión; otra en la que afirma que es bipolar y se pregunta «¿está bajo tratamiento psiquiátrico?”; y, como si esto fuera poco, una tercera en donde aparece su rostro detrás de las palabras “alterada, arrogante, prepotente, bipolar, soberbia, caprichosa, histérica, mezquina”; luego están las sexistas donde aparece desnuda o teniendo un orgasmo; por último, aquella en que se la muestra crucificada.
La Ley Nacional 26.485 es muy clara en relación con la violencia simbólica, que define como aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”.
La Ley Nacional 26.485 es muy clara en relación con la violencia simbólica, que define como aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”, y con la modalidad en que se expresa la violencia mediática, perpetuada a través de “publicaciones o de la difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que de manera directa o indirecta promueva la explotación de mujeres o sus imágenes, injurie, difame, discrimine, deshonre, humille o atente contra la dignidad de las mujeres, como así también la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato o construya patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.