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El Papa, en Trieste: “Tengan el coraje de iniciar procesos”

Las recientes palabras de Francisco deberían estimular la articulación de un espacio que, por sobre intereses particulares y anteojeras políticas, anteponga la defensa del país contra los “topos” que quieren destruirlo. Cómo reelaborar el intento de síntesis que hizo el peronismo en los años ‘60 y ‘70.

Por Leandro Etchichury *

No soy una persona religiosa, y esta convicción precede incluso a mi formación en antropología. Quizás sus raíces se encuentren en mi experiencia en la escuela secundaria, donde asistía a una institución católica que permitía la presencia de figuras como el hijo del dictador Videla en sus actos patrios. Probablemente empezar este artículo con algún dato biográfico propio pueda parecer autorreferencial, pero considero necesario contextualizar desde un comienzo las ideas que pretendo desarrollar a continuación.

Así las cosas, esta perspectiva no me impide reconocer la significativa influencia del Papa Francisco como una voz crucial que desafía de manera directa un paradigma que parece hoy hegemónico, centrado en el individualismo y, por lo tanto, en la falta de solidaridad, la desigualdad y el miedo transformado en odio hacia quien es considerado distinto.

Recientemente, el Papa Francisco participó en la 50ª Semana Social de los Católicos en Italia, celebrada en la ciudad de Trieste. Estas «semanas sociales» fueron promovidas en 1907 por Giuseppe Toniolo, economista y sociólogo italiano, quien abogaba por una mayor implicación de los católicos en temas sociales. Toniolo fue un colaborador clave en la redacción de la encíclica Rerum Novarum, documento fundacional de la Democracia Cristiana y pilar de la doctrina social de la Iglesia. Restablecidas en 1988, como recordó el Papa en Trieste, el Episcopado italiano fijó entre sus objetivos el de “dar sentido al desarrollo del país, entendido como mejora global de la calidad de vida, de la convivencia colectiva, de la participación democrática, de la auténtica libertad”.

Entre los principales conceptos vertidos por Francisco en su reciente visita pastoral, podemos destacar:

– “La democracia exige siempre pasar del partidismo a la participación, de la ovación al diálogo. Mientras nuestro sistema socioeconómico siga produciendo una víctima y haya un descartado, no podrá celebrarse la fraternidad universal”.

– “La indiferencia es un cáncer de la democracia, una no participación”, y “el corazón de la política es la participación”.

– “La fraternidad hace florecer las relaciones sociales; y, por otra parte, cuidarse unos a otros exige el valor de pensarse como pueblo. Hace falta valor para pensar en uno mismo como pueblo y no como yo o mi clan, mi familia, mis amigos. Desgraciadamente, esta categoría pueblo a menudo se malinterpreta y, podría llevar a la eliminación de la propia palabra democracia”.

– “Un político puede ser como un pastor que va delante del pueblo, entre el pueblo y detrás del pueblo. Delante del pueblo para marcar un poco el camino; en medio del pueblo, para tener el olfato del pueblo; detrás del pueblo para ayudar a los rezagados. Un político que no tiene el olfato del pueblo es un teórico. Le falta lo principal”.

La actual sociedad de consumo está estrechamente ligada al descarte, al use y tire. Y lo que se consume y descarta a repetición no son sólo celulares, computadoras, televisores, autos. El ser humano también es descartable. Los viejos son descartables. Los pibes de las barriadas populares también son mano de obra descartable de las organizaciones delictivas.

Como afirmara el antropólogo Maurice Godelier, en las sociedades del presente sin dinero no hay existencia social. El descomunal negocio inmobiliario, como el de la expansión agropecuaria, captura nuevos territorios expulsando al pobrerío a zonas cada vez más marginales, que a su vez generan sus propios marginales. Así se va creando un mundo en el que la primera norma de convivencia social es el sobrevivir a como dé lugar.

En 2019, durante la clausura, en el Vaticano, del Comité Panamericano de Juezas y Jueces por los Derechos Sociales y la Doctrina Franciscana (COPAJU) el Papa aseguró que «no hay democracia con hambre, ni desarrollo con pobreza, ni justicia en la inequidad». Mientras que, en febrero pasado, al inaugurar la sede del COPAJU en Buenos Aires, subrayó que vivimos tiempos marcados por profundas injusticias: una minoría cada vez más rica y poderosa frente a millones de pobres excluidos y desatendidos. En palabras de Francisco, los derechos sociales no son meros deseos; la riqueza para garantizarlos existe, pero requiere decisiones políticas adecuadas. “El Estado, hoy más importante que nunca, está llamado a ejercer ese papel de redistribución y justicia social”, aseguró.

Estos llamamientos cobran especial relevancia en un contexto nacional donde altos funcionarios, como el ministro de la Corte Suprema Carlos Rosenkrantz o el propio presidente de la Nación, sostienen públicamente que “no puede haber un derecho detrás de cada necesidad” -una visión que interpretó el cortesano como un síntoma evidente de una “innegable fe populista”-; mientras que para el primer mandatario el concepto de Justicia Social es una aberración, “es robarle a alguien para darle a otro», o que ama “ser el topo dentro del Estado, yo soy el que destruye el Estado desde adentro”.

Así, la voz del Papa no puede ser entendida sino como una convocatoria a dar una pelea de conjunto, creyentes o no, a partir de acuerdos básicos hacia la recuperación nacional frente al modelo que nos ofrece el capital concentrado y sus voceros, postergando disputas secundarias. Una reversión criolla de la teoría de Mao Tse-Tung sobre las contradicciones, centrada en distinguir entre la contradicción principal y las secundarias en un momento histórico dado.

El peronismo de los años ‘60 y ‘70 fracasó en el intento de síntesis entre un justicialismo histórico, parte del empresariado nacional, movimientos juveniles católicos y sectores de la izquierda, proceso en el que terminó primando el sectarismo y la intransigencia. Reelaborar esa experiencia procesando el doloroso aprendizaje que nos brinda la historia, aún la más reciente, y analizando la realidad social, económica y política (nacional e internacional) de nuestro presente, es el desafío político para poder hacer de la Argentina una nación, en el pleno sentido de la palabra.

Supo afirmar Perón en 1974: “Nuestra Argentina necesita un Proyecto Nacional, perteneciente al país en su totalidad. Estoy persuadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar este trabajo y si, entonces, comparáramos nuestros pensamientos, obtendríamos un gran espacio de coincidencia nacional”. Y como sentenció el actual Papa en Trieste: “Tantas veces pensamos que el trabajo político consiste en ocupar espacio: ¡no! Es apostar por el tiempo, iniciar procesos, no ocupar lugares. El tiempo es superior al espacio y no olvidemos que iniciar procesos es más sabio que ocupar espacios. Les recomiendo que, en su vida social, tengan el coraje de iniciar procesos, siempre”.

* Antropólogo y miembro del Observatorio de Pensamiento Estratégico para la Integración Regional (Opeir).

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