Por Carlos Ciappina
En unos pocas semanas habrá elecciones generales presidenciales en nuestro país. Todo parece indicar que la contienda electoral se definirá en una compulsa final entre el Frente para la Victoria con la formula Scioli-Zannini, por un lado, y el PRO con Mauricio Macri y Gabriala Michetti, por otro.
Propongo en primera instancia dejar de lado las perspectivas analíticas que desestiman la política y los análisis de coyuntura: si el análisis de las candidaturas de octubre se hace desde la lógica de “son todos iguales”, tan cara a la tradición de las izquierdas paleozoicas de nuestro país (categoría robada a Verbitsky), donde no hay nada que argumentar, pues el decálogo del dogma está establecido atemporalmente y por ende todo frente político que no adscriba al mismo pasa a ser automáticamente “igualmente burgués e incapaz de dar respuesta a los verdaderos intereses del pueblo” que, oh casualidad, ya sabemos quiénes los conocen.
También propongo dejar de lado las perspectivas elitistas y filofascistas típicas de nuestra ultraderecha, heredera del integrismo católico y el fascismo español e italiano: para ellos la democracia no vale la pena y, voto más, voto menos, todos los que se someten “a la dictadura de la mayoría” son más o menos lo mismo.
Clausurada la vía militar como herramienta destituyente, la derecha se ha visto obligada a participar de la “vida democrática” y pelear los votos.
Y, por las dudas, también propongo dejar de lado los ¿análisis? de los consultores, asesores y gurúes (nacionales o extranjeros) que han hecho de la política una cuestión de sondeos, actos de campaña, globos, papelitos. Un mundo que cree que la política es sólo imágenes: cómo me ven, cómo ven al candidato, si se afeitó esa mañana o si tiene el pelo largo. En fin, la triste política (aunque cada vez más difícil de evadir) de la videopolítica: sin programa, sin principios, sin política.
En este mapa variopinto de perspectivas tan disímiles pero tan útiles para corroer la política (y, diríamos, tan útiles para el mercado, pues cuando corroemos la política dejamos sin armas de lucha a los pueblos y liberamos al mercado de controles), postulo que sí, que efectivamente se juega no algo, sino mucho, muchísimo, en estas elecciones de octubre. Y lo hago desde la propuesta de analizar a uno de los dos contendientes: en este caso, el PRO (Propuesta Republicana es su nombre).
El PRO es un actor nuevo en la política argentina: en los años que van del voto universal efectivo (aprobado en 1947 por el peronismo con la inclusión femenina), nunca ha habido un partido de derecha con chances ciertas de ganar una elección limpia. Y, primera caracterización del PRO, nunca lo hubo antes porque no necesitaban ganar elecciones: la política de la derecha era presionar sobre la corporación militar y judicial, las que junto a los medios hegemónicos generaron los golpes y dictaduras cívico-militares que durante el siglo XX llevaron a cabo el programa societal de la derecha argentina.
Clausurada hoy la vía militar como herramienta destituyente (aunque no la judicial-mediática, que intenta el “golpe” por otros medios), la derecha se ha visto obligada a participar de la “vida democrática” y pelear los votos.
Sería un exceso de ingenuidad creer que al PRO, y a la sociedad a la que expresa, le interesa la democracia. Es sólo una herramienta que hubo que utilizar “de última” porque las bayonetas no están disponibles y el golpe mediático-judicial es resistido por las mayorías en nuestro país. (Las únicas trabajadoras que se sumaron a las marchas destituyentes son las empleadas de casas particulares que acompañan a esas señoras de Recoleta y Palermo quizás porque están amenazadas o porque temen que las señoras rompan las cacerolas que luego hay que utilizar).
Que una elección nacional se defina hoy con un contendiente de esa derecha es una señal de la profundidad que la marea neoliberal (heredera de la última dictadura) alcanzó y mantiene en nuestra nación: estos candidatos de la derecha conservadora nunca pasaron históricamente del 5 o, como máximo, 10% de los votos a escala nacional. Hoy disputan con más del 30% de la intención de voto. Esa es la medida de la penetración del proyecto civilizatorio neoliberal en nuestra sociedad.
Hacia un análisis del discurso macrista
El PRO nunca ha escondido su carácter retrógrado y conservador. Es más, podemos rastrear fácilmente su decálogo político, en las múltiples y abiertas declaraciones de sus adherentes y sus líderes, reproducidas abundantemente por los medios hegemónicos.
El PRO nunca ha escondido su carácter retrógrado y conservador.
En cierto sentido (y salvando las ¿obvias? distancias), con el PRO ocurre algo similar al nazismo en el período 1923-1932. Ningún alemán podría argumentar que desconocía el proyecto político de la derecha alemana: el plan de exterminio de judíos y minorías está en el texto Mi Lucha de 1923, junto con las opiniones de Hitler sobre el marxismo, la necesidad de terminar con el comunismo y la búsqueda del espacio vital hacia el oeste (es decir, invadir la URSS). Los diarios alemanes y europeos reprodujeron hasta el hartazgo los dichos de los líderes nazis años antes de que ganaran las elecciones, de modo que no fue el desconocimiento lo que hizo que los alemanes lo votaran, sino todo lo contrario: tan hondo había calado el fascismo en esa sociedad.
Con el PRO pasa algo similar: su programa está absolutamente claro, en abierto, expresado y reproducido por medios escritos y televisivos. Se lo puede reconstruir por las expresiones públicas de sus líderes y candidatos.
Derechos humanos
Consultado sobre la cuestión de los derechos humanos, el candidato presidencial Mauricio Macri sostuvo: “Ahora, los derechos humanos no son Sueños Compartidos y los ‘curros’ que han inventado. Con nosotros todos esos curros se acabaron”. Consultado por el mismo periodista sobre los recursos para una política de derechos humanos, responde: “Lo que corresponda y se necesite. Siento que ha habido un abuso de sectores bajo esas banderas…» (La Nación, 8/12/2014).
los derechos Humanos, para el PRO, no son un elemento central de la democracia.
Claramente, los derechos humanos, para el PRO, no son un elemento central de la democracia. Para el PRO, la Argentina no es el único país en donde el propio Estado enjuició a cientos de represores y genocidas, el país de las Madres y las Abuelas y de los Hijos luchando por Verdad, Memoria y Justicia. No, nada de eso. Para el PRO, los derechos humanos son un curro y sus luchadoras y luchadores han abusado del uso de los recursos del Estado.
¿Es necesario decir que no habrá política de derechos humanos en un gobierno PRO? ¿Es necesario aclarar que es el anhelo de amplios sectores sociales retrógrados que se termine lo que para ellos es la pesadilla de la “Verdad, Memoria y Justicia”? ¿Es necesario señalar que es el sueño no cumplido de represores y admiradores de la dictadura terminar con la política de Verdad, Memoria y Justicia?
Las políticas de género en el PRO
Consultado sobre las cuestiones de género, el candidato Mauricio Macri dirá al aire, entre risas y guiños cómplices: «En el fondo, a todas las mujeres les gusta que les digan piropos. Aquellas que dicen que no, que me ofende, no les creo nada. Porque no hay nada más lindo a que te digan: Qué linda sos». Y agregó: «Por más que te digan alguna grosería, como qué lindo culo que tenés. Pero está todo bien» (La Nación, 22 de abril de 2014). Esta es la dimensión de la perspectiva de género del PRO: “si las mujeres dicen NO, es en realidad SÍ», el mismo y viejo argumento que desde la época cavernícola han utilizado todos los abusadores y violadores (que al menos tenían la decencia de no presentarse a elecciones con ese programa). ¿Leyes de igualdad de género? ¿Mejora en las condiciones de las minorías de género? El PRO nos promete no sólo no avanzar, sino retroceder en ese ámbito. Y no lo ocultan: consultado por la inequidad de género, Macri responderá: «hoy estamos mano a mano» (La Nación, 22 de abril de 2014). O sea, ya está, basta de política de género.
El discurso del PRO es el mismo y viejo argumento que desde la época cavernícola han utilizado todos los abusadores y violadores.
Soberanía
También tenemos pistas claras sobre la política exterior y el resguardo de nuestra soberanía territorial. Consultado sobre las cuestiones de la soberanía, dirá: «Nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como el nuestro. Nosotros no tenemos un problema de espacio como tienen los israelíes» (Página/12, 1997). El viejo argumento sarmientino de que el problema de la Argentina era la extensión (único “prócer” del mundo que postuló achicar su nación y entregársela a otros). Para el PRO, la nación argentina termina en la General Paz. Por si nos quedaran dudas, nos prometen sobre la cuestión Malvinas: «al Tesoro de Inglaterra le cuesta bastante plata por año mantener las Malvinas», por lo que, de recuperarlas, «las Malvinas serían un déficit adicional para el país» (Página/12, 1997). ¿Sobran las palabras? Para el PRO, las Malvinas son un “gasto”; mejor dejemos que el imperialismo las siga ocupando, junto con todo el Mar Argentino en el Atlántico Sur.
Si la nación termina en la General Paz, ¿qué podemos esperar de la relación con nuestros hermanos latinoamericanos? Nuevamente, la agenda del PRO no está oculta. En plena crisis del Parque Indoamericano, crisis generada por la inexistencia de políticas de urbanización en la ciudad, el jefe de Gabinete (hoy electo jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires) Rodríguez Larreta declara que los problemas ocurren porque en la Argentina “rige una ley muy permisiva respecto de la inmigración”, y que “en esa zona vive un 70% de gente de nacionalidad boliviana y paraguaya” (Clarín, 10/12/2010). Uno se pregunta qué es una ley ‘muy permisiva’. ¿Aquella que habilita que nuestros compatriotas de la Patria Grande se establezcan en nuestro país? Si la ley es permisiva, el proyecto sería volverla más estricta: expulsar, discriminar, controlar. Pero no alcanza con esto, porque para Larreta los problemas los genera ese 70% de personas de nacionalidad paraguaya o boliviana.
En concordancia con su jefe de Gabinete, el intendente Macri le pedirá a la presidenta de la nación “que trabajemos juntos en esto, que dejemos de lado las mezquindades, frente a una inmigración descontrolada y el avance de la delincuencia y el narcotráfico” (Clarín, 10/12/2010). Por fortuna, la presidenta de la nación no le hizo caso, sino todo lo contrario. Pero la afirmación del PRO está ahí: vincular inmigración limítrofe, delincuencia y narcotráfico. El racismo de grandes capas de la Argentina conservadora expresado con todas las letras por un candidato a presidente.
Pero esta perspectiva sobre política exterior se debe mirar junto a los vínculos estrechos del macrismo con la embajada norteamericana (ver el capítulo de Wikileaks Argentina) y con organizaciones pantalla de la política de injerencia exterior norteamericana. Como bien señala Stella Calloni, “La participación de la NED, la USAID y sus ONG en los fallidos golpes de Estado contra los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez (2002), de Bolivia, Evo Morales (2008), y de Ecuador, Rafael Correa (2010). Los golpes concretados contra el presidente de Paraguay, Fernando Lugo (2012), y de Honduras, Manuel Zelaya (2009). El rol que jugaron en Nicaragua contra el sandinismo y en Cuba (con uno de los últimos casos más resonantes conocidos como el Zunzuneo). El vínculo en Argentina de estas organizaciones con la Fundación Libertad, el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), la Fundación Vital Voice, la Fundación Pensar y varios de los referentes de la política local como Mauricio Macri, Laura Alonso y Patricia Burllich”. Otra vez, estos vínculos con fundaciones golpistas no son ocultos, sino que están a la luz del día. Allí, en las declaraciones, fotos, seminarios.
La Asignación Universal por Hijo es una política de derechos universal, despolitizada en su distribución, que ha sido elogiada en el mundo entero y que está siendo estudiada por países (incluidos los de la rica Europa) para ser aplicada allí. Sin embargo, para el senador Saenz (aliado político del PRO a nivel nacional), “en el Conurbano Bonaerense la asignación universal por hijo, que es buena, en términos teóricos […] se está yendo por la canaleta de dos cuestiones […] el juego y la droga. Usted advierte del dos al diez (cuando ingresan en esos bolsones la plata de la asignación universal) cómo aumenta la recaudación de los bingos y de los casinos, y cómo se nutre el circuito ilegal de la droga a través de la plata que recaudan los famosos dealers de la droga” (La Capital, 18 de mayo de 2010).
Un senador de la nación (que expresa a los sectores conservadores del radicalismo) nos pone sobre la pista de lo que hará el PRO si llega al gobierno con los programas sociales.
Podríamos seguir con las estatizaciones y las propuestas macristas: “Mauricio Macri rompió el molde de la campaña del PRO y en su afán por criticar al gobierno nacional consideró que Aerolíneas Argentinas debería ser ‘reprivatizada’, al igual que, a su juicio, tendría que volver a crearse un sistema de AFJP, aunque ‘con reformas’, para la administración de los fondos previsionales»(TN,19/06/2009).
También podemos releer su opinión sobre las retenciones a la súper renta sojera: «En 2015 se eliminarán inmediatamente las retenciones en todos los productos exportables, a excepción de la soja cuya baja se hará en forma gradual […] cuando se saquen los impuestos va a haber una reorientación y optimización del gasto para poder hacer frente a los niveles de inversión que el país necesita» (La Nación, 17 de mayo de 2014).
Luego del triunfo en las PASO 2015, el Consejo Interamericano de Comercio y Producción (las principales patronales nacionales e internacionales en el país) convocó a un seminario con cuatrocientos directivos en el emblemático Hotel Alvear. El ya candidato a presidente Mauricio Macri se dirigió a los dueños y gerentes del capital en la Argentina: “El mercado va a fijar el tipo de cambio, no vamos a intervenir”, “Veremos qué dice el flujo del mercado sobre un dólar de equilibrio”. También prometió “bajar los costos de logística” y “conectar el norte del país con el Pacífico”.
Resumamos: retirar el sistema de retenciones a los actores sociales más beneficiados de toda la historia argentina, los terratenientes de la pampa húmeda, significará que el Estado pierda cientos de miles de millones de dólares; al mismo tiempo, la salida de un dólar administrado significará la toma de deuda para sostener el nivel de reservas o devaluar abruptamente. Es, en términos económicos, el plan de Martínez de Hoz de la dictadura.
Por si estos ejemplos no bastaran, agregamos las opiniones del líder del PRO sobre la controversia de nuestro país a partir de la presentación extorsiva de los fondos buitre en clara connivencia con el juez distrital neoyorkino Griesa: «Estoy preocupado, pero el Gobierno sabe que lo tiene que resolver, y que caer en default va a traer muchos problemas. Esta discusión ya se agotó, hay que resolver este tema, y no castigar a los argentinos con un problema de incumplimiento, la discusión se agotó: o pagamos al cien por cien, o no sirve de nada haber pagado al 92 por ciento» («A dos voces», TN, 23 de julio de 2014). Para el candidato del PRO, el problema de los fondos buitre es de la Argentina que no “cumple” pagando a extorsionadores de países y no, como cabría pensar, de aquellos que representan los modos más perversos del capitalismo rapaz y especulador.
Un plan nada pro
Podríamos seguir recuperando y analizando declaraciones tras declaraciones, pero con lo que hemos señalados creemos que es suficiente para comprender el “Programa del PRO”. Y aquí es donde hay que detenerse: no es una reedición del programa neoliberal de los noventa. Aunque parezca mentira, el menemismo y sus políticas nefastas conservaban todavía un aire plebeyo, una especie de neoliberalismo populista (con perdón de la expresión), que no significó una morigeración del ajuste, pero le dio cierta adhesión popular hasta la segunda mitad de los noventa, y que veía la política aún como una actividad de conducción (en un sentido neoliberal, pero conducción al fin). La destrucción que significó el modelo neoliberal menemista (acelerado por la profundización del gobierno de la Alianza) está (de triunfar el PRO) a punto de ser superada por las peores razones.
El programa del PRO va más allá de eso: es la reconfiguración del modelo societal de la última dictadura militar. La visión PRO es la de la idea de ausencia de política y su reemplazo por “gestores” y/o millonarios; la apuesta a la desideologización, el desprecio por Latinoamérica y nuestra gente; un unitarismo y centralismo profundo, homofobia y machismo; una perspectiva que asocia lo culto a lo blanco, el eurocentrismo tradicional de la élite nacional; una perspectiva genuflexa frente al imperialismo y soberbia hacia el latinoamericanismo.
Y, junto a todo esto, la perspectiva de que el ordenador de la vida social es el mercado, que en el caso del PRO es “su mercado”, mercado que organiza una sociedad clasista que no debe alterarse en lo más mínimo. El PRO no viene a gobernar para el mercado; el PRO es el mercado gobernando, no hay mediaciones, es sumar el poder estatal y político al poder económico que ya existe.
Gobernarán nuevamente sólo a los que les “corresponde”: todos sus principales referentes son millonarios empresarios o terratenientes de familias tradicionales: Rodríguez Larreta, Federico Pinedo, Patricia Bullrich Luro Pueyrredón, Mauricio Macri, y siguen.
La matriz societal de la dictadura no le daba a la política ninguna entidad, veía en los sindicatos un estorbo que había que desaparecer, creía en una sociedad donde “el hijo del zapatero fuera también zapatero”, y toda movilización era vista como ilegal. Es decir, la vuelta a la Argentina previa al peronismo.
Si, por un fatal arcano de la política, en las elecciones de este año triunfara el PRO, la Argentina no retrocedería quince años, sino casi cuarenta: a marzo de 1976, pero esta vez de la mano del voto.
Cuando los medios dominantes hablan de “la grieta” tienen razón, pero no en el sentido que le dan al término: la grieta existe en nuestro país desde que doscientas familias se apropiaron de toda la renta agrícola-ganadera e hicieron un país para ellos solos, junto al capital financiero extranjero y los grandes capitales industriales nacionales y extranjeros.
El programa del PRO pretende ampliar y consolidar esa grieta, para que, como dice “Mauricio”, “La Argentina vuelva a ser ese gran país de nuestros abuelos” (o sea, el anterior al peronismo, el anterior a los sindicatos combativos, el anterior a la agenda de género, al Mercosur, al UNASUR, a los derechos sociales, a la Asignación Universal).
El PRO no es, como gustan decir algunos analistas políticos en los grandes medios o en la academia, “una derecha moderna”, “comprometida con la democracia”. Para decir eso hay que negar todo lo que nos vienen afirmando los líderes de esa “derecha moderna” hace años.
El PRO es la misma horrible derecha argentina que produjo a Roca, Uriburu, Rojas, Lonardi, Onganía, Lanusse, Videla, Massera, Agosti, Alsogaray, Martínez de Hoz, Cavallo, y todos sus colaboradores y cómplices civiles.
La elección de octubre no es entre proyectos “más o menos iguales” desde una interpretación “de izquierdas”. No se elije entre políticos que son todos corruptos y venales desde el desencanto del argentino medio protofascista.
La elección de octubre es entre dos modelos profundamente diferentes, y, si triunfa el PRO en las urnas, cuando empecemos a sentir (y a vivir) que el programa societal de la dictadura comienza a reconstruirse ya será tarde. Pero nadie podrá alegar ignorancia, pues las pistas de su proyecto de país las están diciendo alto y claro hoy, frente a nuestras narices.