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El régimen de extrema derecha en su apogeo

Milei encabeza no solo un gobierno sino un sistema de poder ultra-capitalista y pro-estadounidense, que tiene expresiones políticas similares en América Latina. La “ley Bases” avanza, mediante la corrupción de senadoras/es y la violencia represiva. El apoyo de Elon Musk refleja este momento de la historia.

Por Miguel Croceri (*)

Justo al comenzar el segundo semestre de la gestión de Javier Milei (que coincide, con diferencia de unas pocas semanas, con el comienzo de la segunda mitad del año), quedó a punto de quedar sancionada -aún falta su revisión en la Cámara de Diputados- la llamada “ley Bases”, que le daría sustento jurídico al plan de devastación nacional puesto en marcha por el actual gobierno argentino.

Lo ocurrido cuando el proyecto fue votado por el Senado el pasado jueves (12/06), más otros hechos anteriores y posteriores que definen el contexto nacional del momento, son indicativos de que el régimen de extrema derecha encabezado por Milei llegó a un punto de apogeo, que podría prolongarse y afianzarse con el paso del tiempo, o por el contrario empezar un declive en su fortaleza. Eso no se sabe.

Nada del futuro puede saberse de antemano, aunque sí es posible realizar interpretaciones de la realidad pasada y presente, y elaborar posibilidades a futuro.

En principio, un logro del régimen ha sido perpetrar en tiempo récord la más descomunal transferencia de recursos desde las clases bajas y medias hacia el poder económico concentrado -fracciones del capitalismo local y extranjero-, manteniendo al mismo tiempo una considerable adhesión en amplios sectores de la población.

El gobierno llevó a cabo hasta el momento una “hazaña Hood Robin” (es decir -apelando arbitriaria e informalmente a invertir el significado simbólico de un personaje de ficción- robarle a los pobres para beneficiar a los ricos, al revés del legendario protagonista de historietas Robin Hood, creado en Inglaterra varias centurias atrás y llevado por primera vez al cine en los inicios del siglo pasado).

Dicha “hazaña” constituye la esencia del modelo de sociedad cruel y violento que Milei denomina, con términos pertinentes, “capitalismo de libre empresa”. Durante la primera etapa de su ejecución, en apenas seis meses ha expropiado gran parte del poder adquisitivo de los/las trabajadores/as formales e informales, así como de jubilados/as y capas medias de la sociedad, para transferirlo a las clases dominantes y al capital trasnacional.

(Una muestra de dicha transferencia es que en los primeros cuatro meses del mileísmo “se verificó un gran peso de los servicios de deuda pública dentro de la estructura de gastos” del Estado, y “dicha función representó nada menos que el 18,5 % del total de gastos; los denominados ‘Servicios de Deuda Pública’ fueron “la única función presupuestaria que creció en términos reales” respecto de un año atrás. Estas afirmaciones corresponden a un trabajo publicado a comienzos de marzo por el Centro de Economía Política Argentina, CEPA, resumido en un artículo del diario cooperativo Tiempo Argentino. Nota del 10/04/24).

“Régimen”, no solo “gobierno”

La asunción de Milei en la presidencia implicó la llegada al Poder Ejecutivo de una figura que encarna a un nuevo régimen político. Fue más que un cambio de gobierno. “Régimen” implica la articulación de la autoridad pública con corporaciones privadas y con otras que actúan dentro del propio Estado -fundamentalmente la judicial-, mediante lo cual se configura un esquema de poderes institucionales y económicos que dominan al conjunto de la sociedad.

O al menos intentan hacerlo y hasta ahora lo han conseguido, pero siempre con la posibilidad latente de que en sentido opuesto se fortalezcan contra-poderes de índole popular, como expresión de los sectores sociales perjudicados que resisten y disputan contra los sectores dominantes.

El régimen tiene una matriz ideológica de extrema derecha -o ultraderecha, para el caso es lo mismo-, con la significación que tiene hoy esa definición en América Latina. Se trata de formaciones políticas que utilizan la vía electoral y al mismo tiempo cualquier tipo de métodos violentos que les resulten necesarios y funcionales -violencia económica, jurídica, comunicacional y propagandística, policial, para-policial, eventualmente militar o para-militar, etcétera-, todo para propender a la implantación de modelos capitalistas cada vez más crueles y despiadados, y además reafirmar la hegemonía de Estados Unidos en la región.

Las referidas formaciones han alcanzado un par de veces mayorías electorales -en Brasil antes y en Argentina ahora- y así accedieron al gobierno, mientras que en otros países disputan el voto ciudadano con resultados significativos aunque no lleguen a constituirse en ganadores de una elección.

Milei es hoy la figura rutilante a nivel mundial de ese tipo de procesos, debido a que dirige el tercer país en importancia del subcontinente -después de Brasil y México-, tanto en extensión territorial como en cantidad de habitantes y tamaño de la economía (medida esta última por el monto del respectivo Producto Bruto Interno, PBI).

Asimismo, el carácter descollante en la escena internacional lo obtiene además por haber doblegado -al menos provisoriamente- las resistencias sociales y políticas contra un ajuste sin antecedentes en el país y quizás con muy pocos o ningún precedente en el mundo.

Y también consigue su minuto de notoriedad y fama por sus rasgos grotescos y payasescos, más su brutal impunidad retórica.

Similitudes en América Latina

Aparte del actual presidente argentino, en América Latina hay distintos/as referentes o espacios políticos que expresan fenómenos similares, aunque cada cual posee sus especificidades.

El más destacado es Jair Bolsonaro, quien fue presidente de Brasil en el periodo 2019-2023 y perdió su reelección frente a Lula Da Silva a fines de 2022, pero obtuvo el 49,10 % de votos (casi la mitad) en el balotaje que ambos disputaron. Sentencias judiciales actuales le impedirían postularse otra vez en 2026, pero la candidata podría ser su esposa, Michelle Bolsonaro (quien tiene 42 años de edad; él 69).

Otro proceso significativo se manifiesta en Chile, donde la derecha y la ultraderecha siempre han confluido en las segundas vueltas electorales, en el ámbito del Parlamento, y asimismo en los dos gobiernos del ahora fallecido Sebastián Piñera. El candidato de esa alianza en 2021, José Antonio Kast, alcanzó el 44 % de los votos en el balotaje contra Gabriel Boric. Hoy, según coincidentes encuestas, el liderazgo de Kast fue sustituido por la experimentada dirigente Evelyn Matthei, quien ha ocupado múltiples cargos legislativos y ejecutivos y es hija de Fernando Matthei, uno de los cuatro jerarcas (el jefe de ellos era Augusto Pinochet) de la dictadura genocida que azotó al país entre 1973 y 1990.

En Colombia, el ultraderechista Rodolfo Hernández fue votado por el 47 % del electorado en la segunda vuelta que ganó el actual presidente Gustavo Petro en junio de 2022. El perdedor de aquel comicio acaba de recibir una condena a prisión por realizar “contratos indebidos”, y además sufre un cáncer terminal. Sin embargo, el alto porcentaje de votos obtenido hace dos años exhibe un respaldo social que por el momento quedó sin representación en una figura individual pero que otro/a candidato/ta podría recoger.

Venezuela tendrá elecciones presidenciales en poco más de un mes, el 28 de julio próximo. Las fuerzas contrarias al gobierno chavista de Nicolás Maduro se aliaron detrás del candidato Edmundo González Urrutia. Allá la oposición es encabezada desde hace dos décadas y media por la derecha y la ultraderecha, surgidas como antagonistas de la Revolución Bolivariana y con explícito apoyo de Estados Unidos, e incluye a espacios progresistas antichavistas. El aspirante presidencial es un veterano ex diplomático que sustituyó en la candidatura a la figura pública más notoria del extremismo derechista, María Corina Machado, quien no pudo ser candidata por decisiones judiciales, y lo mismo sucedió luego con la dirigente Corina Yoris.

“Nacionalismos” aquí y en Europa

El repaso de diferentes casos de América Latina indica particularidades de este subcontinente. Si bien en Argentina es muy común señalar semejanzas y/o diferencias entre Milei y las ultraderechas de Estados Unidos (personificada en Donald Trump) y de Europa, en realidad existen diferencias rotundas.

En los países del llamado “viejo continente”, aún los discursos progresistas descalifican a los extremistas de derecha por ser “nacionalistas”. Ocurre que allá ese término alude a quienes objetan o directamente rechazan la integración institucional dentro de la Unión Europea, y a la vez repudian y combaten a las poblaciones migrantes de personas empobrecidas con origen asiático, africano y en menor medida latinoamericano.

Por el contrario, en nuestra región la característica “nacionalista”, aunque muy abandonada en los discursos públicos y en la visibilidad social, representa una necesidad ineludible de las fuerzas populares.

Los intereses de los pueblos latinoamericanos solo pueden defenderse con una fuerte impronta “nacional” que procure un fortalecimiento de los Estados de cada país, y a la vez una integración recíproca entre las naciones vecinas, como condiciones básicas indispensables para ejercer decisiones soberanas frente a la hegemonía de Estados Unidos y el poder capitalistas trasnacional, y así intentar alternativas de desarrollo económico y social.

Dentro de ese contexto, y en dirección exactamente opuesta a las fuerzas nacionales y populares, o de centroizquierda, de izquierda, progresistas, reformistas o en algún caso revolucionarias (como en Cuba y Venezuela), aquí las ultraderechas y sus aliados de derechas “moderadas” impulsan un capitalismo cada vez más extremo y violento, y son rotundamente pro-norteamericanas. Los ejemplos antes mencionados de Brasil, Chile, Colombia y Venezuela, y otros que podrían agregarse, coinciden en tales características.

Qué simboliza Elon Musk

En la situación de nuestro país, sirve como indicador de esos rasgos el involucramiento personal y directo del empresario mega-ultra-híper-millonario Elon Musk para respaldar al presidente argentino. El magnate nacido en Sudáfrica pero que adoptó la nacionalidad estadounidense lo viene apoyando desde la campaña electoral del año pasado, y en los meses recientes el mandatario nacional lo visitó dos veces en uno de sus habituales viajes a Estados Unidos.

Ahora, apenas el Senado aprobó la “ley Bases”, el jerarca empresarial planetario le dijo al mundo que “a menos que Milei sea frenado para tomar las medidas que quiere, Argentina tendrá crecimiento y prosperidad como no tuvo en los últimos 100 años”. Sin que hiciera falta, agregó que el presidente “tiene todo mi apoyo”. (Información de Infobae, nota del 13/06/24).

Musk es la tercera persona más rica del mundo, con una fortuna estimada en U$S 195.000 millones (ciento noventa y cinco mil millones de dólares), según datos publicados al comenzar abril por la revista Forbes (Nota del 02/04/24).

Pero ante todo es un emblema del tecno-capitalismo que domina a la humanidad, y tiene en marcha negocios para explotar las riquezas de Argentina y seguir lucrando con los recursos naturales del país sin que ninguna autoridad estatal le ponga límites.

Es también un fanático propagandista de Estados Unidos en las disputas geopolíticas frente a China, Rusia y otros países protagónicos de la escena mundial (entre ellos los nucleados en el grupo “Brics”, nombre que surge de las iniciales de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica; los cuatro primeros fundaron el grupo, el quinto miembro se sumó después. El gobierno de Milei se negó a que Argentina integrara ese bloque cada vez más poderoso de naciones).

Los intereses estratégicos que defiende Musk, en esencia y más allá de las conveniencias individuales de cada uno -y de sus sonrisas para las cámaras y su declamada “amistad”-, son los mismos que defiende Milei.

Por eso la complicidad pública que ambos se dispensan es un reflejo -un símbolo, una representación- de este momento de la historia nacional, latinoamericana y mundial.

El gobierno argentino, que es ultra-capitalista y pro-estadounidense al extremo, acaba de obtener un triunfo en el Senado con la aprobación de una ley que, si finalmente es sancionada en Diputados, cambiaría -para mal- la vida cotidiana de las familias y la estructura y relaciones de clase en la sociedad.

Para conseguirlo tuvo que apelar a la corrupción de legisladoras/es y a la violencia represiva contra las protestas populares. Mientras tanto, los poderes económicos festejan. Toda una muestra de cómo es, en cuanto a medios y fines -procedimientos y objetivos-, el régimen de ultraderecha que está en su apogeo en nuestro país, y que es observado con admiración y como ejemplo por sus “parientes” político-ideológicos de América Latina y el resto del mundo.

(*) Nota publicada en Vaconfirma

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