Por Ana Victoria Carbonetti
El Encuentro “Organización, política y territorio” se propuso ser un espacio de debate y construcción necesario en este contexto regional, nacional y local. Y sin dudas lo fue. La postal no fue la de un mero lugarcito donde las mujeres se encuentran y se reconocen en sus problemáticas, sino una imagen poderosa de mujeres organizadas, de mujeres piqueteras, de mujeres fuertes, de mujeres trabajadoras, de mujeres políticas.
En tiempos en que los discursos misóginos y patriarcales que hacen blanco en las mujeres se ven reforzados por un poder político que los avala desde la Casa Rosada, los escuda en su blindaje mediático y propone mujeres en el poder que fortalecen los estereotipos de sumisión y retraimiento a lo doméstico, el desafío es aun mayor.
“Un avance de la derecha continental que se manifiesta con duros golpes a los Gobiernos populares de América Latina nos obliga a decir hoy que la articulación entre los poderes económicos concentrados, los medios de comunicación y el partido judicial en franca sintonía con Estados Unidos golpean fuerte nuestras democracias”, sostuvo el documento de apertura del encuentro. Y reafirmó el compromiso y solidaridad del movimiento de mujeres con Dilma Rousseff, quien junto al pueblo brasilero sufre un golpe institucional.
El espacio se proclamó también frente al silenciamiento de la muerte de Emilia Uscamayta Curí, la joven que murió en una fiesta clandestina el 1º de enero de este año. Y señaló la complicidad de los funcionarios del actual Gobierno local, que operan desde la corrupción del poder, en la organización de la fiesta.
Además, denunciaron la enorme cantidad de despidos –que de diciembre de 2015 a marzo de este año lleva ya 141.542 desempleadxs, según registró un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA)– y una persecución política nunca vista en la historia democrática de este país. Quizá la detención ilegal, la privación ilegítima de la libertad y el avasallamiento constitucional que mantiene presa, desde hace ya más de cien días, a Milagro Sala sea la postal más real que define hoy el estado represivo de la Argentina. Todas las organizaciones presentes exigieron la inmediata liberación de la dirigente social y expresaron su solidaridad con la Tupac Amaru.
Tal como señala el documento de apertura del encuentro, la ciudad de La Plata no es ajena a la política de ajuste y saqueo del Gobierno macrista. Basta remontarse a la feroz represión que sufrieron el 8 de enero lxs trabajadorxs despedidxs de la Municipalidad de La Plata mientras se manifestaban en la puerta del Ejecutivo local. A lo que se suma la propuesta de ordenanza presentada en el Concejo Deliberante por Fernando Ponce –hecho a imagen y semejanza del protocolo impulsado por Bullrich– que apunta a criminalizar la protesta social y a coartar, cada vez más, el derecho a la expresión.
En el mismo sentido, lejos de generar políticas de salud, educación y empleo para los colectivos más excluidos de la ciudad, el Gobierno de Julio Garro intenta “mudar” la zona roja mediante la represión sistemática de lxs compañerxs que se encuentran en situación de prostitución.
Si en estos años en que una mujer –no madre, no macho y nada tonta, dirá Volnovich en “La Presidenta sexy”– se ubicó en la máxima jerarquía del poder político, no fue fácil la pelea por los derechos de las mujeres; si en estos años en los que pudimos avanzar en la conquista de derechos, materializados en legislaciones concretas; si pudimos ocupar lugares de poder y disputar en el mismísimo Estado las agendas de lo macho; si pudimos visibilizar en el seno de un Gobierno que defendió incansablemente –no sin deudas históricas, como la efectiva despenalización del aborto– los derechos de las mujeres; si en estos años en que la propia presidenta, Cristina Fernández de Kirchner, fue mediáticamente manoseada, de un modo obsceno y de bajísima rigurosidad periodística, por su condición de mujer; si en los tiempos gloriosos que nos anteceden –no porque la historia se torne más bella cuando es vista a la distancia ni porque el ahora y el mañana se nos presenten cada vez más atroces, sino porque efectivamente los últimos doce años fueron de inmensa transformación y empoderamiento de la mujer en el espacio de lo público– registramos continuidades de las violencias que sistemáticamente son ejercidas sobre nosotras; no hace falta aclarar cuáles son los tiempos que corren y los que vendrán.
La situación que atraviesa Milagro Sala, detenida en la cárcel de mujeres de Alto Comedero; Dilma Rousseff, enfrentando un golpe institucional en Brasil; la operación mediática y judicial que busca detener a Cristina Fernández de Kirchner; los innumerables ataques corporativos que sufre la decana de esta Facultad y actual concejala por el Frente para la Victoria, Florencia Saintout; el ataque contra Rita Segato, acusada en la Universidad Católica de Minas Gerais de portar una “ideología de género”; y la detención de Belén, la joven tucumana que fue condenada a ocho años de prisión por un aborto espontáneo, son algunas de las muestras de la situación de extrema gravedad que afronta el movimiento de mujeres en Argentina.
Lo que está claro es que el Gobierno macrista es un Gobierno de resistencia para los sectores populares. No una resistencia nostálgica, sino una resistencia activa. Atravesamos un tiempo político que requiere más organización y fortalecimiento del movimiento de mujeres que sólo tendrá poder de fuego en tanto decida –de una vez y para siempre, no sin tensiones, no sin contradicciones, no sin diferencias, pero con la fuerte convicción de plantarse y pelear– anteponer las causas de su movimiento a las mezquindades políticas para generar una plataforma de unión y de lucha.
* Secretaría de Género, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP.