Por Contexto
Hace sesenta años, el 9 de junio de 1956, un grupo de militares de grado medio y alto iniciaban un camino sin retorno. Encabezados por el general Juan José Valle, habían decidido enfrentar a la Revolución Libertadora de los dictadores Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas. Los sublevados querían frenar el proceso de desperonización y proscripción que se había iniciado el 16 de septiembre de 1955 con el golpe de Estado contra el Gobierno democrático de Juan Domingo Perón.
El intento terminó de la peor manera. Aramburu y Rojas aplicaron la ley marcial y fusilaron a los líderes rebeldes, a unos quince uniformados que se habían plegado y a una veintena de civiles que habían respondido al llamado. Años más tardes, Rodolfo Walsh investigará los hechos y dará cuenta de la ilegalidad de las ejecuciones, y relatará de manera dramáticas la serie de ejecuciones que tuvieron lugar en un basural de José León Suárez, partido de San Martín.
Sin dudas que ese episodio marcó los años por venir del movimiento peronista. Pero ¿qué sucede hoy, seis décadas después? Para iniciar una interpretación desde el presente, Contexto entrevistó al sociólogo, investigador, archivista, compilador e historiador del peronismo Roberto Baschetti: “Esto fue un genocidio contra el pueblo peronista, perpetrado por señores feudales y por gorilas”. Más adelante analizará el “nivel de revanchismo” de la Administración de Macri, similar al de aquella fecha. También señalará a “los mismo intereses” de antes y de ahora.
-Mucho se ha escrito sobre los fusilamientos de junio de 1956, pero hoy, a sesenta años, ¿qué es lo que merece ser traído al presente?, ¿qué interpretación se le puede dar?
-Sí, lo importante es recordar los motivos por los que tomaron esa acción punitiva con sangre. No basta con recordar que los fusilamientos fueron aberrantes desde el punto de vista jurídico. No alcanza con recordar el espanto que produjeron. No es suficiente tampoco destacar el coraje para enfrentar la muerte que tuvo el general (Juan José) Valle. Esto fue un genocidio contra el pueblo peronista, perpetrado por señores feudales y por gorilas. Con estos fusilamientos querían volver a la Argentina de la Década Infame.
-¿Por eso tanta violencia?
-Para hacer posible esa regresión histórica, de un Estado de todos a la Década Infame, era imprescindible escarmentar al común de la gente, que obviamente seguía siendo peronista. Para el “contrera”, como decía Discépolo, había una situación anómala en la república que había que modificar, una república que para ellos era el lugar para hacer negocios a expensas del pueblo. En un primer momento, su pensamiento lineal les indicaba que si derrocaban a Perón se iban a terminar sus prebendas –sidra, pan dulce, máquinas de coser, pelotas de fútbol–, que el movimiento se disolvería y que el viejo sería un mal recuerdo.
-Pero eso no pasó…
-Claro, el desarrollo de los hechos les demostró que después del año 55 el pueblo seguía siendo peronista, pero no por arte de magia, sino porque con Perón habían tenido acceso, por primera vez, a trabajo, salud, educación y bienestar, a sentirse dignos y protagonistas de su presente. La única manera para todo era con un hecho de sangre masivo.
«Esto fue un genocidio contra el pueblo peronista, perpetrado por señores feudales y por gorilas. Con estos fusilamientos querían volver a la Argentina de la Década Infame.»
-¿Fue solamente un alzamiento militar?
-Fue una sublevación amplia, de militares y civiles. Hasta ese momento, los que llevaban las armas eran los militares y los sectores civiles se adaptaban. Después, los civiles se irán dando cuenta de que era mejor no depender de nadie y tener una conducción política. Cuando cae Perón, los militares que se levantaron en 1956 habían sido dados de baja y tomado prisioneros en un buque. Ellos pretendían hacer caer al régimen, llamar a elecciones, donde se descontaba el regreso al poder del general.
-Después de “La Fusiladora”, ¿ese episodio qué lugar pasó a tener dentro del peronismo?
-La reacción por parte del pueblo fue muy grande y muy amplia. La prueba está en que las primeras represiones de los gorilas y después de Arturo Frondizi fueron contra las marchas del silencio en repudio a los fusilamientos del 56. Eran del silencio por la prohibición de nombrar a Perón y al Partido Justicialista.
-Usted dice que la violencia y persecución llegan para ponerle freno a un Gobierno que había generado cambios profundos como el de Perón. A pesar de las seis décadas de diferencia, es muy difícil no pensar en lo que sucede ahora…
-Exacto. Hoy hay otro contexto histórico y, lógicamente, no pueden recurrir a las armas aunque quisieran. Pero si uno se toma el trabajo de leer lo que decían los impulsores del golpe de 1955, en lo que respecta a la cuestión política, económica y social, no hay ninguna diferencia. Es más, se refieren a sus enemigos históricos de la misma manera y ya no se puede hablar de causalidad sino de otros actores defendiendo los mismos intereses.
«El nivel de revanchismo político es el mismo. Todo lo que antes era peronismo ahora puede ser kirchnerismo. Se ve, está latente. Sino ¿por qué le revisaban los Facebook a los empleados cuando llegaron?»
-En ese momento hubo una revancha, ¿hoy también?
-El nivel de revanchismo político es el mismo. Todo lo que antes era peronismo ahora puede ser kirchnerismo. Se ve, está latente. Sino ¿por qué le revisaban los Facebook a los empleados cuando llegaron? Para saber qué hacían, qué pensaban, para saber si eran militantes o no. Una barbaridad.
-Los detalles de todo lo sucedido el 9 de junio, y más precisamente lo que pasó en José León Suárez, lo sabemos gracias a Rodolfo Walsh. ¿Cuál fue la consecuencia de esa investigación?
-El valor de la investigación de Rodolfo Walsh fue doble. Primero porque en ese momento él no era peronista. Es más, como todos sabemos, tenía un hermano aviador que por casualidad no había participado de los bombardeos a Plaza de Mayo. Está el coraje civil ahí de Walsh que dice “esto no puede ser, porque si esta gente dice que viene a defender la democracia, la libertad, las formas republicanas, etcétera, etcétera, no puede secuestrar gente para fusilarla y dejarla en un basural”. El otro valor es ético, porque sabía que iba a ser perseguido si escribía sobre eso.
-Pero la revelación de los hechos cambió la interpretación política de los fusilamientos…
-Como militante de los años setenta, en la Juventud Peronista, te digo que muchísimos compañeros entramos a militar indignados por lo que había sido la Revolución Libertadora, leyendo Operación Masacre. Cuando uno se acercaba a lugares peronistas, que podían ser unidades básicas o barrios, desde cualquier vertiente, desde la Iglesia para dar catequesis, desde el socialismo, desde el comunismo, desde la izquierda; siempre había viejos que contaban lo que había pasado, que era algo mítico, que funcionaba como polea de transmisión entre generaciones.