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«Entre puertas»: lo bueno, si breve…

Por Ramiro García Morete

Aquí y ahora. Tiempo y espacios. Entre tantas cosas, el teatro es eso. «Yo considero que la experiencia empieza cuando salís de tu casa», dirá. Pero aquí y ahora, aquel noviembre de 2018, era un tren de regreso. No recuerda si volvía de la Universidad Nacional de las Artes (donde estudia dos licenciaturas: Dirección y Actuación) o de su trabajo como asistente de dirección en una obra en el Paseo La Plaza. Lo cierto es que ahí y entonces, pensó al ver esxs artistas dándolo todo en el Roca. De igual manera que le ocurría con los «actores de Subte», por lo que reflexionaría sobre la falta de espacios para contenerlos e inclusive sobre su propia experiencia. Como actor de Doble Faz, grupo que realiza obras infantiles, «me encontraba en esa: yendo y viniendo todos los días». Con el ímpetu de alguien que apenas había cruzado la agraciada línea de los veinte, tomaría el ejemplo de una experiencia que se estaba dando en todo el mundo. Y ahora en Capital, porque «esa es otra cuestión: el teatro está solo en Buenos Aires. Es una mentira… hay un pensamiento unitario».

Lo cierto es que la idea de microteatro y espectáculos breves sería óptima para una primera experiencia en Los Hermanos Zaragoza que, combinada junto a otras disciplinas y cierta falta de comprensión general de la propuesta, no sería tan feliz. El panchito solitario y trasnochado en Plaza Rocha aquel abril de 2019, sería testigo. Pero de todo lo malo siempre se saca algo bueno. Había probado el boceto de dos obras. Su amiga Carla Portini Vázquez, directora Doble Faz, sería esencial para dejar atrás el ínfimo tropiezo: «Vos tenés una buena idea pero a lo mejor tiene que ser solo teatro».

Aquí y ahora –o allí y entonces– todo sería ascenso. Escribiría dos obras más, formaría equipo, realizaría castings y conseguiría no solo espacio para ensayar sino luego para presentar la propuesta: Centro Cultural Awkache (55 nº458 e/ 4 y 5). Se trataría de cuatro obras breves en simultáneo, inspiradas en problemáticas contemporáneas que el «gran teatro» elude y que denominarían «teatro millennial»: Conexión ON, Gaymers, Homero y yo, Latin Lovers. «La idea principal nace de la teoría de puertas dimensionales, es decir, portales que teletransportan a otros mundos, planos, universos paralelos no visibles dentro de nuestro plano físico tangible». Forma y contenido se fundirían tanto como un retrato de los tiempos así como una interpelación. Y es que el teatro –y el arte– no se trata tanto de respuestas como de preguntas.

Tras varias presentaciones exitosas, el panorama cambiaría. La pandemia pondría en duda el después que sucede al ahora. Pero Ignacio Mamonde – director y creador del ciclo– sabe que de resolver tiempo y espacio se trata. Durante el 2020 la propuesta se resingificaría a través del complejo formato virtual, para regresar en este 2021 renovado y potenciado no solo desde el formato sino de la composición dramática: «Cada una de las producciones propone poner en juego los roles y estereotipos sociales desde una mirada ‘millenial’ para justamente descomponerlos y ponerlos en real evidencia, utilizando diferentes estilos de puestas escénicas y actuaciones».

Tomando La Alborada como espacio y sumando cuatro obras musicales (El debut, El paquete, La vaca loca y La vida es esto pasa) para proponer dos versiones –que varían su cartelera según el día viernes o sábado– de un formato audaz e intensivo: cuatro funciones simultáneas de quince minutos por noche y una quinta, que es a elección del público. «Entre puertas» es el nombre de este ciclo breve en duración y que sin embargo refleja todo un tiempo.

Mamonde se remite a la brevedad del formato como «un desafío. Hay una cierta condensación de la dramaturgia y la puesta escénica para desarrollarse en quince minutos». Y agrega: «Hay algo en paralelo que es lo que llamamos teatro millennial. Darle una especie de nombre a algo que implementamos, a ciertos artilugios e ideas narrativas. Un teatro posmodernista con cuestiones inherentes al estilo de vida de excesivo consumo y lucidez de las situaciones que suceden. Lo excesivo de lo efímero. Interesante para implementarlo e indagar, ese mundillo que está generando. Estas cuatro obras un poco tratan de reflejar de esos temas». Con tintes de comedia, Mamonde aborda temáticas reconocibles y contemporáneas. Por ejemplo Latins Lovers. «Habla de una relación entre un arquetipo de Tincho y tiene que ver con una construcción social sobre todo en una ciudad tan rugbier y hegemónicamente masculina como La Plata. Y lo más interesante y preocupante es la Mili Pili, que sería su versión femenina. La obra habla de ese vínculo de pareja que pareciera ser asquerosamente perfecta. Después se descubre que hay maldad y porquería que los hace despreciables. Sobre todo el rol de Tincho. Una versión muy violenta». Y añade: «Las obras buscan generar particularidades y pequeñas rarezas desde el humor. Latin´ Lovers es la que va más a fondo y más visceral. Es la más visceral de las cuatro. Lo más importante era que quería hablar de un tema: la masculinidad, la hombría y el maltrato».

«Las puestas están renovadas –comenta Mamonde–. No solo con lo estético, plástico y visual. Crecimos un montón en ese sentido. Pero también con retocar las dramaturgias, rever cuestiones de las dinámicas de los cuerpos en escena». Y explica la particularidad: «Terminás haciendo cinco funciones por noche. Hay algo en el hecho de la repetición que hace que la obra se aceite muy rápido. Hay un tiempo de actualización mucho más rápido. La obra está muy viva, muy presente. Y en quince minutos condesamos la actuación en un estado muy puro. Una vez que arrancan, los actores y actrices entran en un universo muy interesante y muy potente».

Tras un año de virtualidad y de supervivencia, volver a la presencialidad genera profundo entusiasmo: «Lo primero que puedo decir es que todes en general como grupo tenemos una sensación de completa alegría y felicidad. Lo que nos mueven son las tablas. La virtualidad fue una experiencia muy… experimental. Personalmente, como director y compositor, me enseñó varias cuestiones. En el medio quisimos hacer una experiencia que la segunda ola nos truncó, actuando a través de vidrieras. Y ahora que por fin estamos en un espacio como La Alborada, que nos abrió las puertas. Con las cuatro salas por donde la gente va haciendo el recorrido. Porque se trata de eso: el contacto. Tiene una cuestión muy intimista. Más allá de que las salas son amplias y hay cierto distanciamiento con el público, comparten el mismo espacio y energía. Así que lo que se viene es único. Porque la historia del teatro habla de eso: un mismo espacio, un mismo aire… algo que es irremplazable».

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