En una extensa charla con Contexto, Gabriela Rivadeneira, dirigente de la Revolución Ciudadana y destacada referente política de Ecuador, habló de su exilio forzado en México, la persecución política, el alineamiento del gobierno de Lenín Moreno con los poderes fácticos, los medios hegemónicos y el gobierno de Donald Trump, el avance sobre los recursos naturales, los paralelos entre lo sucedido en Bolivia y en su país, la posibilidad de que Ecuador recupere la democracia en el corto plazo y el futuro de la región.
¿Por qué hoy se encuentra asilada en México?
Nos encontramos (en esta charla) en los dos polos de la reconstrucción progresista del continente (Argentina y México). Ahora mi condición es la de asilada política, producto, justamente, de la persecución política y judicial que estamos viviendo en Ecuador.
Para resumir rápidamente y contextualizar: en el 2017, después de la toma de posesión del presidente Lenín Moreno se produjo un viraje de la política que veníamos trayendo en el Ecuador; ese viraje fue desde la Revolución Ciudadana hacia el conservadurismo. Eso representó un fenómeno diferente en la región, porque Moreno no era la oposición, sino que fue parte de la Revolución Ciudadana. Seis años vicepresidente de Rafael Correa y cuatro años delegado por el Ecuador a la Comisión de Personas con Discapacidades de las Naciones Unidas, y, además, vicepresidente durante diez años del movimiento Alianza País.
En esa época yo era secretaria ejecutiva de Alianza País, y, ante ese viraje, decidimos marcar una ruptura entre el gobierno del presidente Moreno y la Revolución Ciudadana (liderada por Rafael Correa). Desde ese momento comenzó una serie no solamente de judicialización de la política, típica del formato lawfare aplicado en la región en los últimos años, sino también una proscripción partidaria y política que ha llevado a que Rafael Correa tenga más de treinta procesos de investigación judicial, catorce de ellos penales, dos órdenes de prisión preventiva y una sentencia ya ratificada a ocho años de prisión por «tener influjo psíquico», es decir, por ningún delinto comprobable o palpable. Han lograron proscribirlo y que no esté en la papeleta electoral para las siguientes elecciones. Pero esto es solo uno de los ejemplos de lo que hemos vivido toda la línea dirigencial de la Revolución Ciudadana.
Después de la ruptura, Ricardo Patiño y yo nos quedamos al frente de la reconstrucción de la Revolución Ciudadana, ahora, los dos nos encontramos en condición de exiliados en México.
Hubo toda una serie de seguimientos extrajudiciales, escuchas, seguimientos de agentes de inteligencia, no solamente a nosotros, sino, lo que es más agravante, a nuestras familias. En mi caso particular, me llevó a pedir protección al gobierno de México. El 12 de octubre de 2019 entré a la Embajada de México en Quito solicitando protección producto de que justamente mis hijos, de 13 y 10 años, fueron involucrados en todo este entramado de persecución y amedrentamiento.
Frente a las protestas que se transformaron en una de las protestas sociales más grandes que hemos tenido en el Ecuador en los últimos años, los medios de comunicación monopólicos, el gobierno, las élites económicas, responsabilizaron de todos esos hechos a nosotros, a los dirigentes del correísmo. Muchos de nosotros salimos en condición de exiliados y otros cumplen medidas sustitutivas a las de prisión en el Ecuador. Ese es el ambiente que hemos vivido.
Ahora se hizo público que tenían interceptaciones a las conversaciones de las hijas de Rafael Correa en esa lógica de apretar, de amedrentar.
Todo esto, que es público, configura un estado dictatorial donde, en Ecuador, se ha roto todo tipo de Estado de derecho. La institucionalidad del Ecuador está viviendo en este momento una de las situaciones más graves de los últimos veinte años, mucho peor que el «feriado bancario» (crisis económica de 1999), producto de la falta de liderazgo y de la política entreguista del gobierno de Lenín Moreno frente al gobierno de Donald Trump. Un elemento que, no casualmente, es una de las coincidencias que tienen los gobiernos neoliberales de la región.
¿Qué rol han jugado los medios de comunicación en todo ese entramado?
Cuando se contextualiza el tema del lawfare es claro el rol de los medios de comunicación. ¿Qué es lo que se ha visto de este formato? Primero, implementar mecanismos administrativos de seguimiento, es decir, la apertura de una investigación para saber de qué parte pueden tomarse para empezar procesos de judicialización. Recordemos que todo este entramado, basado en corrupción y que lleva a la judicialización de nuestros líderes progresistas en la región, nace de la información que presenta Washington sobre Odebrecht. Convirtiendo, además, a esa empresa corruptora en víctima de la supuesta víctima de la corrupción de los gobiernos progresistas.
Cómo se confabula este escenario y cómo se llega a esas conclusiones, es justamente por el montaje mediático de las grandes corporaciones de comunicación, que establecen en un tiempo adecuado esta línea comunicativa y este entorno comunicacional para implementar dentro de la opinión pública estas percepciones y esta información que ellos quieren montar.
Esto no es nuevo. Los medios de comunicación monopólicos han actuado así a lo largo de su historia: ponen y sacan presidentes, ponen y quitan políticas fiscales, ponen y quitan políticas económicas, y eso les permite mantener el poder y el nexo con los gobiernos de turno.
En Ecuador, al igual que en Argentina, nosotros batallamos muchísimos años por tener una ley de comunicación que, en el caso ecuatoriano, separe a quienes son accionistas y dueños de la banca y a quienes son accionistas y dueños de los medios de comunicación. Porque en Ecuador los grandes dueños de los medios de comunicación eran a su vez los grandes dueños de la banca privada.
Partimos de esa separación, pero, además, desde el tema de la responsabilidad de los medios de comunicación, con lo que podía llevar hasta acciones administrativas y penales cuando se trata de adulterar o manipular información.
Una de las fotografías más claras de los primeros días del gobierno de Lenín Moreno se dio el 14 de junio de 2017, en la oficina presidencial de Carondelet [casa de gobierno de Ecuador], cuando Moreno aparece sentado con todos los dueños y accionistas de los medios de comunicación monopólicos dándoles la potestad de fiscalización de las actuaciones del gobierno anterior. Con eso empezó a darse luz verde para todo el tema de manipulación y ultraje de la información para instaurar este framing mediático. A lo que se suma el acuerdo de vaciar la ley de comunicación. Hoy en el Ecuador tenemos una ley de comunicación vigente, pero vaciada de contenido por la reformas producto de este pacto con los medios hegemónicos de comunicación. Por lo cual, tantos años de discusión y de aportes a los medios públicos, comunitarios y alternativos quedaron prácticamente en la nada porque, hoy por hoy, los medios de comunicación corporativos volvieron a ser el poder tras el poder. Tapan lo que quieren tapar, maximizan lo que quieren maximizar.
En la actualidad, Lenín Moreno tienen solo el 7% de credibilidad y aceptación. Ustedes se preguntarán cómo es posible que un presidente se sostenga con esos niveles de credibilidad y aceptación. Se sostiene en tres patas: el Departamento de Estado de Estados Unidos, las élites económicas que son las que cogobiernan y los medios de comunicación corporativistas. Estas son las patas que están sosteniendo los últimos meses del gobierno de Lenín Moreno.
Teniendo en cuenta que la derecha tomó el gobierno a través de la traición de Lenín Moreno, luego comenzó con la persecución que usted describía contra los líderes del progresismo ecuatoriano; también se avanzó sobre la estructura partidaria que los había llevado al poder al correísmo, Alianza País, ahora han logrado la proscripción de Rafael Correa y continúan con un ataque constante contra el candidato de la Revolución Ciudadana, Andrés Arauz.
¿En qué situación se encuentra Ecuador actualmente?
Hoy, dentro de esta dictadura, vivimos un atentado directo a la democracia, además seguimos manteniendo ese modelo de democracia liberal que deberíamos ponerlo a análisis. La democracia liberal deja mucho que desear a la propia realidad y a la dinámica de nuestros pueblos. Sin dudas, es algo que debemos debatir con profundidad. Pero, en ese marco, la misma democracia liberal está siendo ultrajada por quienes dicen defenderla. Es decir, mientras esta democracia es condescendiente con las burguesías, con las oligarquías y las nuevas formas organizativas de las élites económicas, sostienen que sirve. Pero cuando la voluntad del pueblo se manifiesta en las urnas a favor de procesos progresistas, entonces ellos mismos son los promotores de ultrajarla.
En ese sentido, hoy en el Ecuador vivimos un atentado directo a la democracia. La principal fuerza política del Ecuador, la Revolución Ciudadana, fue bloqueada después de la ruptura. Perdimos Alianza País a manos del gobierno, de la manera más burda y con anuencia de los órganos electorales. Después nos prohibieron tres veces la inscripción como organización política.
Hemos vivido tres años de abusos y vulneraciones a los derechos de participación política y de organización. Todo porque Andrés Arauz, que sería el presidente más joven de la historia del Ecuador, desde que se presentó como candidato despuntó en todas las encuestas mientras que el candidato de la derecha, que es además el candidato banquero, Guillermo Lasso, que perdió la última elección pero que ha aplicado su plan de gobierno con Lenín Moreno, está en su techo y con tendencia a la baja.
La derecha, al no tener un representante que pueda ser un contendiente de peso ante la Revolución Ciudadana, implementa nuevamente una serie de vulneraciones a la norma para intentar dejarnos por fuera de la contienda electoral.
La democracia en Ecuador está en estado de alerta. Mientras la OEA, Luis Almagro y todo estos organismos funcionen desde Washington y con los lineamientos que desde allí se designan, lo que pasó en Bolivia, que fue un golpe de Estado, militar, en contra del candidato ganador, Evo Morales, un golpe que además tuvo la complicidad del Comando Sur, no nos deja de alertar que también pueda suceder en Ecuador frente al futuro triunfo de un gobierno progresista.
Entonces, ¿usted ve un paralelo entre lo que pasó y pasa en Bolivia y lo que pasó y pasa en Ecuador?
Claro que sí, y no es aislado de todo el formato que se aplica en la región. Brasil, Argentina y Ecuador compartieron los tres pilares fundamentales del formato de persecución: el tema administrativo, el judicial y el mediático.
En Bolivia y en Ecuador se agrega un cuarto componente: el electoral. Y es que cada vez van perfeccionando más su accionar.
Hay un texto del autor norteamericano Gene Sharp que debe ser analizado, en el que se describen los cinco pasos para los golpes blandos. Cuando vemos ese texto, que fue publicado hace tres años, aproximadamente, vemos cómo se van perfeccionando la aplicación de ese formato.
Argentina, con el triunfo de Alberto y Cristina, puso un alto al denominado «fin de ciclo progresista». Entonces la derecha se puso a perfeccionar el formato porque no puede arriesgarse a que en otro país pueda consolidarse otro gobierno progresista frente a las realidades geopolíticas que estamos viviendo.
En la primera década del siglo XXI, los gobiernos progresistas, a través de la Celac, la Unasur, el Mercosur, marcamos una nueva relación geopolítica y una multipolaridad. Eso debilitó el liderazgo del gobierno de los Estados Unidos frente a sus contendores inmediatos, que eran las economías crecientes de China, Rusia y la India. De tal manera que la aplicación de este formato no significa únicamente un atentando al progresismo de la región, sino un intento de sobrevivencia del hegemón continental. Relacionado, además, con el control sobre nuestros recursos naturales.
Pecamos de ingenuidad si creemos que es solo un tema de revancha de las élites. Estamos hablando de una región que tiene las mayores reservas en yacimientos de petróleo, estamos en el top 10 (a nivel mundial) en minas de oro y plata, en la Triple Frontera tenemos una de las mayores reservas de agua dulce, en Bolivia están las mayores reservas de litio del mundo y la militarización que se ha implementado en los últimos años, no es casual, es alrededor de estas potencias de recursos naturales.
Todo esto está vinculado a la necesidad de boicotear, de detener cualquier intento de retorno progresista, porque nosotros aplicamos procesos de nacionalización de recursos naturales y de soberanía territorial. Eso tiene que ver muchísimo con la autodeterminación de nuestros pueblos. Por eso es que no se vuelve tan sencillo ni el análisis ni el accionar que debemos tener en nuestra región, porque nos estamos enfrentando a algo mucho más integral, donde el principal objetivo de todo eso es el tema de la guerra económica.
Por eso es que el paralelo entre Bolivia y Ecuador es absolutamente claro. Es como si se estuvieran dictando las recetas y si funciona en un país lo aplican en otro.
La realidad y la coyuntura que estamos viviendo hoy en América del Sur nos ponen a prueba a todo los que creemos en el progresismo de izquierda y en que otra alternativa es posible, pero eso tenemos que hacerlo de la mano de nuestros pueblos. Así que ahí está mi respeto profundo a todo el pueblo boliviano que se ha levantado frente a la dictadura, un pueblo que ha sufrido la represión de esa dictadura; el respeto a mi propio pueblo, que ha sufrido también la represión de Estado. El terror de Estado se vuelve a implementar como política de mordaza en nuestros países. Eso es lo que estamos viendo en Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, Brasil. A los gobiernos autoritarios y fascistas lo único que les queda es la represión a las grandes mayorías.
¿Qué posibilidades hay de que Ecuador recupere la democracia en el corto plazo? ¿El progresismo tiene las herramientas para aprender de lo que le pasó (golpes de Estado, lawfare, traición, etc.) y que no le vuelva a pasar?
En la política, los procesos de aprendizaje son permanentes y cada momento nos presenta una nueva coyuntura y nuevas amenazas. El reto es cómo prepararnos para estar a la altura de estos desafíos. Hemos demostrado mucha fuerza y mucha fortaleza, porque todo esto ha puesto a prueba nuestras propias convicciones político-ideológicas. Hemos visto, en cada uno de nuestros procesos, una serie de traiciones vinculadas al poder que hieren, duelen, te deja un vacío y te hacen creer que los partidos políticos también tenemos un faltante. Los partidos políticos hemos bajado la guardia en los procesos de fortalecimiento interno de nuestra organización y de nuestra propia militancia.
Cuando hablamos de procesos de formación y capacitación política, no estamos hablando solo de adoctrinamiento ideológico, sino también de pisar la realidad. No hacerlo desde la academia, sino desde la realidad de nuestros pueblos. La academia, también, debe formar excelentes políticos con herramientas técnicas a favor de sus pueblos. Por décadas nuestra academia ha estado dispuesta a formar excelentes técnicos, y cuando se enfrentan a la política quedamos también debiendo, porque volvemos a la burocratización, sin querer satanizar a la burocracia, pero vamos al confort de la burocracia cuando realmente las instituciones públicas tienen que significar que cada uno de nosotros nos convirtamos en promotores del cambio de la matriz cultural.
Tenemos que generar nuevos estereotipos, nuevos paradigmas. Creo que estamos en ese aprendizaje. Creo que somos capaces de vencer, Argentina lo demostró, México también lo demostró con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, después de tanto tiempo de estar sometidos a fraudes, al poder económico vinculado a las transnacionales. Es decir: claro que lo podemos hacer, pero lo podemos hacer en unidad, en coherencia, en convicción, y sobre todo en la disputa. No podemos hacerlo todo esperando simplemente que llegue el momento. Tenemos que disputar los momentos para hacer que los procesos progresistas sean reales. Todo dependerá de qué tan capaces seamos de demostrar procesos o triunfos a corto o mediano plazo. Eso dependerá de cómo sepamos llegar a nuestros pueblos. Yo siempre confío en esa sabiduría de nuestros pueblos. Ahora, más que nunca, regresa el debate sobre la lucha de clases y estoy segura de que el instinto de clase siempre prevalece al momento de la selección de las grandes mayorías frente al destino de su pueblo y de su país.
En el Ecuador tenemos mucha esperanza. No hemos bajada la guardia ni un momento. Sabemos que estamos «en cancha inclinada» o «nadando contra corriente», pero nada de eso podrá detener la fuerza y la necesidad de un pueblo por seguir transformando sus condiciones de vida. Vamos a ir sorteando el momento. Vamos enfrentándolo y eso significa dolor de exilio, de lejanía, de prisión; el dolor de familias enteras, pero sabemos que esto es un círculo de la historia. Así como nuestra historia nos ha dado grandes dirigentes de izquierda, progresistas en nuestro continente, ahora se están labrando nuevas generaciones que van a tomar la posta de esas luchas. Es doloroso, pero ese dolor nos da más fuerza.
Le pedimos a la comunidad internacional que esté expectante especialmente del caso boliviano y el caso ecuatoriano. Hoy, más que nunca, necesitamos voces internacionales que sigan denunciando a las dictaduras que estamos viviendo, y que, de una u otra manera, ese sea el aliciente para que nuestro pueblo sepa que no está solo y que toda lucha vale la pena.