Por Florencia Cremona
En diciembre, cuando la directora de este diario me propuso este ciclo de conversaciones, pensé en Rita porque necesitaba que (aparte de mi sentido común punk) alguien me explicara cómo es posible que el sacrificio sea un modo de protagonizar la historia.
Bueno, lo ha sido siempre si pensamos las diferentes formas de sacrificio humano como un modo de quedar inmolado en los libros de historia. El sacrificio de Moisés cruzando el desierto cuarenta años, de San Martín para liberar a los pueblos, de Evita para que los humildes no necesiten las batitas tejidas los viernes en la parroquia y tuvieran, en cambio, derechos sociales. En fin, lo que ocurre es que en esta oportunidad la escena se invierte: es el hombre común (digo adrede en masculino universal) quien se sacrifica para entrar en la historia.
Esa persona común, que se sacrifica porque un grupo de ricos que le dicen ahora que hay que pasar nuevas privaciones por el bien de la patria, entiende que está poniendo su granito de arena para el buen nombre de la nación. ¿Será solo eso?
¿O será un grupo de envidiosos a los que les molesta que otro sea feliz haciendo lo que hace y necesitan un sufrimiento colectivo y disciplinado? Rita también me habló off de record del poder de la envidia alguna vez.
Segato nos podría explicar cómo el pueblo es interpelado por la noción de sacrificio, pero ¿es el pueblo o es la ciudadanía la que quiere sacrificarse? ¡Qué barullo!
Le escribo desde Mar del Plata; me dice que le dé tiempo, que está con un trabajo para Guatemala. Luego empieza marzo y cuándo se instala en San Telmo me da cita. El calor, la lluvia, el dengue van posponiendo ese cruce. Finalmente, el sábado 23 de marzo de 2024, en vísperas del aniversario número 48 del último golpe de Estado, y en una situación de absoluto desconcierto, tensión y ganas de hablar de todo, nos encontramos en su departamento de la calle Humberto 1°.
Los temas de conversación serán los que ella diga, pensé. Mi sugerencia será el análisis del presente. Rita Segato introduce: «Hay un libro clave para entender este momento: Eliseo Verón tiene un análisis que es central para la Argentina y es la captura del discurso del nosotros de la nación. Es un problema muy serio del país y la gente se resiente».
¿Quién sería la gente?, ¿la gente sería ese 56 %?
Exacto, eso que no podemos entender cómo ignorando la historia del terror que ha pasado en el país, que se enseñó en las escuelas. Ignorando lo que se ha hecho sufrir con la tortura, los tormentos, con la crueldad sobre los cuerpos, ignorando todo eso… votan a los que son representantes de ese daño brutal. Ahí hay un fracaso muy grande que reconocer; reconocer el fracaso del discurso de la memoria, del derecho de las víctimas, reconocer el fracaso de la defensa de la democracia es urgente. Es urgente entender cómo es posible que exista un 56 % que no le importe el dolor de las Madres, ni de los Hijos, ni de las víctimas.
Claro que tiene que ver con un rencor, con un resentimiento muy profundo que es lo que hay que entender. Hubo un grupo de personas que se apropió de ese nosotros del que maravillosamente bien habla el ya fallecido Eliseo Verón en su crítica al peronismo.
Te puedo hablar desde mi historia personal, Flor [hace una pausa y luego relata]. En mi tiempo fui a un Colegio Nacional Buenos Aires, que fue el bastión de la FEDE: La federación juvenil comunista; el bastión de las izquierdas… bueno, ahí estudió Firmenich, que venía de una derecha católica; Horacio Verbitzky, diez años antes que yo. En mi adolescencia conviví con gente que eran nietos del Partido Comunista y tenían lecciones de cómo es la militancia dentro del PC. Porque desde ahí se abren otras militancias, como es el trotskismo, el PCR. Hay algo de las lecciones de las prácticas militantes de las que jamás pudimos desvencijarnos, incluso el peronismo jamás se ha desvencijado de eso.
En ese momento yo tuve un tío que era de ultraderecha, radical pero radical balbinista, muy vinculado a los movimientos católicos de ultraderecha y nazi también. Brutal, mi tío fue interventor en el ingenio Santa Ana y fue administrador. Él tenía varios aspectos de su militancia política muy ocultos; fue, por ejemplo, el correo de Paz Estensoro en Bolivia, más tarde se fue a México y se casó con una prima hermana de Francisco Madero y murió en la casa de Madero.
Nací en 1951 y él en 1955 se va a Tucumán, estuvo preso durante el peronismo, mi mama lo visitaba en la cárcel…Yo lo escuchaba hablar del ingenio. Es más, tengo un cuadrito que es el que guardo de las clases de pintura del colegio. Esa pintura se llama «Hacheros». Es un fondo de cañas. Yo tendría 15 años cuando lo pinté. Hay una damajuana verde, una con un hijito colgando y un hachero. Yo no había ido a Tilcara pero había escuchado a mi tío hablar de Tucumán. Él no era un hombre malo sino un hombre profundamente resentido por una orfandad que había tenido a los dos años y eso lo transformó en un hombre rencoroso con la vida, pero no malo. Él hablaba mucho del ingenio de los hacheros, entonces yo empiezo a pensar que en los partidos que yo conocía, en las agrupaciones de izquierda que yo conocía, en los intelectuales que yo conocía por el colegio, no estaba el color del país. Y ahí es entonces que, a diferencia de mis amigos y amigas más cercanos, yo me voy al peronismo.
En ese momento yo pensé que en esas intelectualidades marxistas no veía el color que sabía que era el color del país. Y es un problema que hay hasta hoy: lo del color. Yo tengo un texto que se llama Los cauces profundos de la raza latinoamericana, un poco parafraseando el título de Arguedas, Los ríos profundos, en el que digo que, hasta hoy incluso, en un momento de la historia que fue el peronismo con las cabecitas negras, no hay un nombre para los que no bajaron de los barcos”.
¿Pueden ser los marrones?
Bueno, por lo menos surge un nombre. Ese texto que comienzo yo a partir de una encuesta del INADI, en la que no está nombrada la raza. Están las mujeres, los bolivianos, las gordas, las embarazadas… una cantidad de discriminaciones muy grandes y no está el sujeto y la sujeta oscura del interior del país. Y cuando está, está como negro tumbero… o sea que ese negro tiene que estar en la cárcel. Pero no hay un nombre para el racismo liso y llano, para la persona que cuando entra a un supermercado o a una tienda el vigilante lo sigue con la mirada porque es un sujeto sospechoso.
Yo entiendo que en aquel marxismo no está presente el país del cual escuchaba a mi tío hablar cuando hablaba de Tucumán. El peronismo lo nombra y crea un gobierno de bienestar social. Donde hay una asimilación del color argentino en las capas más bajas de la sociedad y ese es otro tema que acabo de descubrir para otra entrevista del ElDiario.ar.
¿Que fue el peronismo? Fue la acogida en Buenos Aires, en la industria, de una industrialización que había empezado un poco antes, de una clase obrera del interior. Con el peronismo, esa migración interna adquiere números masivos y, claro, se les da una legislación una protección, pero… ¿quiénes son esas personas? Son la última oleada del rastrillo que pasó por los campos, la última oleada de la expropiación de las tierras indígenas.
Jamás lo pensamos. Pensamos que llegaron y se les dio una protección legislativa, pero el despojo detrás de esa migración interna, que sería el segundo momento de limpieza, el primero fue el genocidio del Chaco y la Patagonia y después viene ese rastrillo que empuja por el despojo y la desposesión a los hijos y nietos de los indígenas. Y que llegan a Buenos Aires. Vienen a vivir en las villas de las grandes ciudades, Buenos Aires, Rosario, Córdoba, a hacer las tareas peor pagadas.
Yo me doy cuenta muy recientemente por el problema de Jujuy, cuando escucho a gente que hace milenios vive en los Salares de Jujuy, pero, bueno, cuando se van, a dónde se van con la expulsión por el litio… a las villas miserias. Porque no tienen la protección que deberían haber recibido, que es la restitución de sus campos.
El otro tema que leí hace muchos años cuándo salió el libro Perón o muerte: los fundamentos discursivos del fenómeno peronista, es un libro que escribió Verón con Silvia Sigal y fue publicado en 1986. Es extraordinario, porque habla de una cuestión, que es la usurpación, el monopolio de un nosotros nacional.
No puede existir ese monopolio porque genera muchísimo resentimiento en la gente, porque hay gente que no se siente llamada, incluida inscripta, en ningún nosotros
Hay una pregunta que me hicieron durante años en mis participaciones en el CCK [Centro Cultural Néstor Kirchner], en mis diálogos públicos, mi entrevista en Perfil, en varios lugares en los que fui entrevistada. Siempre hablé de esto. La política de Estado que es también un monopolio y es percibida por la gente como el monopolio de un grupo, de la gestión de la vida nacional.
Conversábamos hace un rato que estas personas (el 56 % que votó a Javier Milei) no se sintieron administradas por un nosotros estadual, pero sí se sintieron interpeladas por la idea del consumo, del sacrificio, y por la idea de que trabajar es agarrar una pala, en la era de la robotización de todo, de la especulación financiera, de las criptomonedas.
Ahí está el otro problema. Cuando escucharon lo que Milei anunciaba no se dieron cuenta de lo que realmente estaba diciendo, no le creyeron. Ahora, los que lo votaron o no dan entrevista o dicen hay que esperar. Como le dije el otro día a un señor en Tilcara, después me dio risa mi lengua viperina, porque no quieren recibir el diploma de pelotudos que les va a llegar por correo en estos días. ¿Quién quiere recibir un diploma de pelotudo porque votaste a tu enemigo? Nadie quiere.
La gente se siente vinculada entre sí a partir del rechazo, es un hábito nacional, votamos contra algo. Eso sucede varias veces en la historia, es muy curioso. ¿Por qué no lo entendieron? Por un error nuestro. No hubo comunicación. Porque ahora está emergiendo desde el subsuelo de la nación lo que Argentina sí tuvo, sí tiene y, si sabemos defenderla, tendrá.
No sabíamos lo que íbamos a perder, la gente no tenía noción de lo que estaba en juego. Creo que el peor error fue de comunicación, más allá de que tuvimos sequía y pandemia… No se logró comunicar lo que sí había para todos.
Con los medios en contra…
La gente no tenía muy claro cuál es el país que tenía. Estamos en un mundo de imagen, es necesario que alguien te ponga un espejo y te diga cómo la gente te ve. Hubo construcciones de personalidad mediática que fueron profundamente antipáticas.
Me duele, porque había conocimiento, había lógicas interesantes. Pero la imagen fue insoportable. A la gente le gusta la humildad para sentirse identificada.
Por ejemplo, nuestro país es un país de acogimiento. Argentina siempre acogió a los pobres.
Uruguay recibe a los ricos argentinos y expulsa a los pobres, tiene esas características. Sus pobres vienen acá y están acá. Hay una gran acogida a peruanos, venezolanos, colombianos, bolivianos, paraguayos, históricamente, chilenos en la Patagonia y brasileños que vienen a estudiar. Me parece espléndido.
Entonces, este es un país que tiene qué ofrecer, te lo están diciendo las personas que llegan. Entonces, ¿cómo consiguieron convencer que es una mierda? Haciendo una campaña sistemática de agresión a la autoestima argentina. Nos dijeron todo el tiempo que no hay nada. Que no tenemos nada, que lo mejor es lavar caca en Madrid que ser abogado en Argentina.
Lo repitieron. En el CCK se lo dije a Pagni y sentí una miradita… porque La Nación lo hizo mucho. Abrías una página de cualquier revista y decía que fulana es feliz porque está siendo niñera en Madrid y era abogada en Argentina. Todos le dijeron que el país no servía.
Gracias a eso, que fue una campaña sistemática concebida quién sabe desde qué lugar, eso hizo que no tuviéramos noción de lo que había que defender.
Ahora todo lo que está siendo destruido y cancelado es lo que teníamos que defender, pero se nos negó la posibilidad de verlo claramente.
¿Dónde vamos a ir a parar?
Me están pidiendo muchas entrevistas, pero te la di a vos porque te quiero mucho. En realidad quienes tienen que responder son los que lo votaron, porque son los primeros en sufrir. Porque quieren rescatar el país matando a la mitad de su población de hambre y enfermedad.
Yo creo que lo que está sucediendo no es del todo malo, porque tiene el efecto de sacudir nuestras certezas y eso a lo mejor era necesario. O sea, el país se maneja con demasiadas certezas, de derecha a izquierda, peronismo y antiperonismo. Somos un país (como decía mi mamá) de fanáticos. Siempre decía: “Rita, tené cuidado, este es un país de fanáticos”. Y es real, o sea: la gente tiene certezas y las certezas muchas veces nos hacen mal, nos impiden pensar, nos impiden reflexionar y caminar, impiden seguir camino. Entonces esto es un sacudón a la certeza. Por ejemplo, la certeza de que lo que entendimos como una crueldad aberrante de la dictadura era una prioridad para toda la gente. Evidentemente una gente dijo no, no me interesa, es tremendo, es terrible, pero tenemos que indagar por qué una gente se reveló contra algo que para nosotros es certeza. Una crueldad así no puede existir, no puede suceder, pero mucha gente sabe también que en las cárceles de los presos comunes, en las cárceles de la pobreza, hay tortura hasta hoy, solo que no es la tortura denunciada de un grupo que es visto por la gente como un grupo de privilegiados.
Entonces ese monopolio de la voz del nosotros de la historia ha causado un resentimiento en el país que no lo sabemos ver, o no lo sabemos corregir, y es algo que vengo haciendo hace mucho tiempo. Lo advertí, infelizmente. No fui escuchada.