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Fidel y los sueños colectivos

El martes 13 de agosto se cumplió un aniversario del nacimiento de líder cubano que marcó la historia de la humanidad.
Fidel

Por Héctor Bernardo

«Tenemos que decir: ‘un mundo mejor es posible’. Pero cuando se haya alcanzado un mundo mejor, tenemos seguir repitiendo ‘un mundo mejor es posible’, y volver a repetir después: ‘un mundo mejor es posible’, ‘un mundo mejor es posible'», proponía ante miles de argentinos y argentinas el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en el discurso que dio en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA) durante su visita en mayo de 2003.

Este martes 13 de agosto se cumplió un aniversario del nacimiento del destacado líder cubano (quien cumpliría 98 años).

Como líder de la Revolución, Fidel se transformó en un símbolo. Los pueblos de distintas partes del mundo –y en especial de América Latina– comenzaron a creer que el sueño de un mundo más justo podía hacerse realidad.

Debido al bloqueo criminal, ilegítimo e ilegal que arbitrariamente Estados Unidos mantiene sobre la isla hace más de sesenta años, nunca sabremos el verdadero potencial y los propios límites de la Revolución Cubana, pero no cabe ninguna duda de que su ejemplo marcó la historia del siglo XX y fue base para los procesos populares que surgieron en toda la región durante el siglo XXI.

Los logros de la Revolución, como la eliminación del analfabetismo y la reducción de la mortalidad infantil, se elevaron con estandartes.

El acceso gratuito a la educación de calidad en todos sus niveles y a la salud garantizaron que cada persona pudiera desarrollar su potencial sin restricciones.

Fidel y revolución se transformaron en sinónimos. Como todo líder social, Fidel no era solo Fidel: era un hombre, un sujeto, un individuo y, a la vez, era la síntesis más perfecta del sentir de un pueblo y de un momento histórico de ese pueblo. Era el significante que aglutinaba todos los sueños compartidos.

Pensar en Fidel, pensar en Cuba, pensar esa Revolución es indudablemente pensar en la solidaridad como bandera.

En esa pequeña isla, a solo 90 millas (145 kilómetros) del imperio más poderoso de la historia, un pueblo decidió levantarse para defender su soberanía, su derecho a elegir otra forma de gobernarse y a construir su futuro junto a los pueblos del mundo que luchan para poner fin a la explotación de los hombres y mujeres.

Mientras otros Gobiernos exportaban –y exportan– armas, muerte y destrucción y se vanaglorian de bombardear «cualquier oscuro rincón del mundo», Cuba, de la mano de Fidel, exportaba –exporta– médico y maestros.

Cuba se transformó en un mal ejemplo para quienes quieren instalar las lógicas del capitalismo salvaje, las lógicas de quienes mercantilizan todo, incluso las relaciones humanas.

Por ello, Fidel fue blanco de más de 630 atentados contra su vida, atentados que fueron desde intentos de envenenar su comida hasta la utilización de habanos explosivos. Tal vez el más conocido de estos ataques contra la vida del líder cubano es el que en el año 2000 intentó realizar el terrorista y agente de la CIA Luis Posada Carriles durante la X Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, en Panamá. Tras la denuncia del propio Fidel y de los servicios de inteligencia cubanos, Posada Carriles fue detenido con 9 kilos de explosivos C-4 en su poder.

Ninguno de los planes para acabar con la vida del líder cubano tuvo éxito y simplemente partió a los 90 años por causas naturales.

Fidel ya no está físicamente, pero su legado continúa.

Como lo señaló para el libro Fidel Castro en la memoria argentina la ex presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner: «Fidel fue el último de los líderes modernos. Bueno es aclarar que esto tiene que ver con la conformación de una dirigencia o liderazgos globales de un mundo donde las ideas se presentaban estructuradas, en donde había proyectos políticos, donde la política era el eje transformador fundamental de la sociedad. La política fue el gran eje transformador y el gran motor de la historia, lo fue durante el siglo XX y lo va a ser durante el siglo XXI, no tengo dudas».

«Fidel junto a los hombres y mujeres que hicieron la revolución cubana, alumbraron el siglo XX y se convirtieron casi en una leyenda a nivel global. Siempre dije que los pueblos tienen los líderes que se merecen. Lo de Fidel fue el encuentro de un gran líder con un gran pueblo, como es el pueblo cubano […] Yo siempre digo que todo hace juego con todo, y creo que Fidel hacía juego con su pueblo y su pueblo lo hacía con él […] Fidel es el recuerdo permanente y vivo de su militancia revolucionaria que se plasma en su pueblo que sigue construyendo, siempre, una sociedad digna e igualitaria», concluyó la ex presidenta argentina.


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