Por Flavio Rapisardi
El conservadurismo de derecha de Juan Pablo II y la caricatura cuasi fascista de Benedicto XVI, que no resistió el trono de Roma a pesar de su brutalidad ideológico-política, casi llevan a la Iglesia Católica a “una noche oscura” (J. González Baus), a un “invierno eclesial” (K. Rahner), a su “disolución” (según el propio Ratzinger), a un proceso de Concilio (P. Valadier) o a un cisma (varios documentos del catolicismo de base).
Este temor, sumado a la ineptitud manifiesta del Papa ahora recluido, abrió un espacio por donde se coló Bergoglio, hoy Francisco. Varios no fuimos felices en el momento de su designación, y ahora menos siguen marcándole la cancha. Pero ojo: se la marcan por izquierda y por derecha, y no sea que, como ocurre en las elecciones nacionales, en nombre de progresismo terminemos dando de comer a los verdaderos lobos.
Quienes pateamos la provincia de Buenos Aires no podemos dejar de apelar al viejo dictum: “Me une a él sus enemigos”. En este caso, el de la pollera constante, Monseñor Aguer. Conservador, demodé y payasesco, a este obispo de provincia se le trasladó la topografía a la cabeza y de allí no sale, atado a un imaginario que tan bien escribió Alejandro Magno: “Cuanto más solos estamos, más atados a los mitos”.
Francisco no es Bergoglio, porque Roma no es Buenos Aires. Y porque Roma necesitaba aire, y porque también quienes formamos parte de la Iglesia desde posiciones críticas apoyamos y apoyaremos las grietas que sus declaraciones y acciones produzcan en el templo construido sobre la roca de Pedro, el apóstol.
Roma necesitaba aire, y quienes formamos parte de la Iglesia desde posiciones críticas apoyamos y apoyaremos las grietas que provocan sus declaraciones y acciones.
Es así como l*s propi*s nos movemos en las olas que nos suben de vez en cuando con alguna declaración y acción. Aun en su contradicción de pedir a las cúpulas que se dejen de jorobar con la sexualidad cuando él mismo, cada tanto, lo hace, y muy mal. Pero, como buen pragmático, nos enteramos de que Francisco, en su viaje a Paraguay, recibirá por primera vez a una organización lgbt, lo que hizo tronar al episcopado paraguayo, que no oculta su colorado stroessnerismo.
Y en estas seguidillas de gestos, Francisco dio a conocer su nueva Encíclica “Laudatio Si. Sobre el cuidado de la casa común”. ¿Tema? El medio ambiente. Pero lejos del oportunismo del “ecologismo tercerizado” como el de Greenpeace, Francisco no le saca el cuerpo a lo que caracteriza como problema central: las relaciones Norte-Sur, la divinización del mercado y la propiedad privada. Esto, por supuesto, sin abandonar el llamado a la construcción de una ética colectiva (una política), no de voluntariosa moderación, sino, como supo escribir Soriano una vez, de necesario imperativo: el planeta no resistiría que todos fuéramos dueños de autos contaminantes, con costumbres de vida chatarra.
El planteo ecológico, un planteo social
Y otra cuestión no menor es que esta Encíclica presenta una humildad poco común: poner las voces de los obispados nacionales, y hasta del Patriarca Bartolomé, líder del cisma ortodoxo, lo que produce un fuerte sarpullido a la curia vaticana, siempre apoltronada y lista para el zarpazo, o por qué no, como le alertó Hebe de Bonafini en su reunión, al asesinato.
Francisco lo dice con todas las letras: no hay planteo ecológico sin planteo social, lo que debería hacer pensar si esas liberaladas de juntar plata para que un barco le plante una bandera a un buque cazaballenas tiene alguna productividad más allá de la foto y el creciente foundrising del tercer sector.
En sus reflexiones no teme decir que la Amazonia (y toda América Latina) y el Congo (y gran parte de África) corren riesgo de caer bajo controles hegemónicos. Las propuestas de internacionalización, dice el Papa, así como la privatización de espacios verdes rurales y urbanos por parte de capitales trasnacionales, son un peligro a enfrentar.
En sus reflexiones, no teme decir que la Amazonia y el Congo corren riesgo de caer bajo controles hegemónicos.
Sin vueltas, le dedica párrafos enteros a la deuda externa. ¿Deuda externa en una encíclica sobre medio ambiente? Y sí, porque, como señala Francisco, este “mecanismo de transferencia” puede “pedir” como contraparte esos recursos. Cómo no oír en esta exhortación lo que el ex ministro de Defensa de Brasil, Celso Amorín, avistó durante el gobierno de Lula al pedir “pensar” una fuerza armada continental para defender “nuestros recursos”, los de la “casa común” de América Latina.
Un feminismo colonizado
Sí llama la atención (¿concesión conservadora?) que entre sus reflexiones meche una crítica a la “salud reproductiva”. Ahora bien, esto habría que leerlo en el marco de unos feminismos colonizados a los que nunca escuché criticar las esterilizaciones sin consentimiento de pueblos indígenas en Perú y Bolivia por parte de organizaciones bancadas por la USAID, como el ELA; sí, esa orga tan importante en la organización de la marcha “Ni una menos”.
Y, para que no queden dudas, Francisco no hace un llamado abstracto al ecologismo, sino que, retomando palabras del Obispado de Estados Unidos, introduce la noción de “responsabilidades divergentes”: el norte desarrollado tiene aquí la mayor y casi exclusiva carga. “No se venden dos pájaros por dos monedas”, dijo el Nazareno, nos recuerda Francisco. Y, aun así, la propiedad de esos pájaros no es santificada por ningún Dios ni dogma, porque la propiedad privada, afirma sin amagues, no es absoluta.
Francisco no hace un llamado abstracto al ecologismo, sino que habla de “responsabilidades divergentes”: el norte tiene aquí la mayor carga.
Lástima que en la modificación del Código Civil la cúpula católica local no haya abierto la boca sobre este tema, y fuera opacado por temas de política de género tan importantes, como el de la propiedad privada. Tan importantes que much*s callaron en nombre de otra protesta que o se piensa íntegramente en un proyecto colectivo o marcha a su aislamiento neoliberal, privatizador y contractualista. Tales las tres patas del monstruo neoliberal que ya tiene sus candidat*s calentando los motores acá y en toda la “casa común”.