Por R.G.M.
De chica, al llegar el verano, iba con su madre y abuela a la playa a juntar caracoles, cuenta. Y asegura que aún camina “por la orilla con el presentimiento y la ilusión de encontrar un tesoro, como si la suerte estuviera de mi lado”. Con sus hermanos-evoca quien hoy dirige Oquio, estudio de comunicación y producción- salían a a explorar los terrenos baldíos de la manzana como «grandes expediciones». Su padre, artista y diseñador, “siempre estaba con un proyecto que jamás concluía. Repetía una operación, tomaba parte un objeto y lo llevaba a otro contexto manteniendo o alterando su función, hacía unos frankenstein muy estéticos y caprichosos”.
Formada Diseño en Comunicación Visual (UNLP), fotografía en Fotodesign y cine con Pablo Rovitto, Alberto Lecchi y Enrique Cortés, suele tomarse unos días para viajar sola y abstraerse de tanto trabajo y tantas personas. Tras la pandemia las escapadas serían recurrentemente al mar: Camarones, San Antonio, Bahía Creek, La Lobería, Mar de Cobo. “Mi obra es performática. Es a solas en la práctica en el territorio, caminando en estado de alerta, recolectando, sacando fotos y tomando notas”. En alguna habitación cerca de la playa -relata- monta un pequeño estudio y sale “a caminar temprano a ver que dejó la marea y no dejo de impactarte y reflexionar en esas salidas. En la ciudad la marea humana acumula descartes en cada esquina y cuando puedo frenar a observar me pasa lo mismo. Hay mucha data en la contemplación, se abren capas y capas”. De ese proceso surge “Futuro en suspenso”, muestra-instalación de Marina Villanueva que se abre 8 de septiembre a las 19 en el local de la antigua mueblería Luján (70 entre 7 y 8), De la mano de la Galería Cocomiel en su versión pop up (itinerante), con el ojo curador Joaquín Wall y textos de la collagista Luz Aramburú, Villanueva despliega su poética en una serie de fotografías y ensamblajes que toman este antiguo local y lo resignifican.
“La muestra se centra en la reflexión sobre lo temporal y lo eterno, el consumo y sus tensiones, nuestra conciencia de finitud y la incertidumbre de futuro. La muerte como el triunfo de la vida. En una lectura retrospectiva de su obra, Marina abre un espacio nuevo de percepción con narrativas que invitan a una comprensión más dinámica del mundo. De sus viajes al mar, reúne vestigios cotidianos e inspirada por esta agencia marina, construye relatos posthumanos, posibilidades alternativas y mutaciones”, describe la invitación. Este proyecto fue seleccionado en PAR 2023, el programa de apoyo a la realización artística y cultural del Centro de Arte de UNLP.
La idea de basura parece ser una construcción humana. Es decir… ¿la naturaleza distingue qué es útil o descartable? Villanueva responde: “Particularmente a Mar de Cobo, la marea lleva muchísima basura proveniente de Mar del Plata, se crean en la costa grandes acumulaciones de descartes. En general camino, recolecto, fotografío y luego separo el plástico para tirarlo “a la basura” pero un día, encontré un guante de látex naranja (el de lavar los platos) con decenas de lapas de playa agarradas. El guante ahora era la casa de estas lapas. Ellas habían sabido qué hacer con el “descarte” y se habían organizado en comunidad para habitarlo. En definitiva todo plástico o látex, proviene del petróleo que no es más que restos de organismos vivos. No creo en el concepto lo natural vs lo artificial, ni la naturaleza vs la basura.
En mi práctica reflexiono en el umbral de la orilla sobre nuestras ruinas y sobre el tiempo, los ciclos de vida muerte (micro y macro). Busco respuestas que la ciencia no tiene, entonces me invento esas respuestas jugando o no… si toda invención es una verdad posible.
Personalmente, creo que con una mirada más dinámica del mundo que ponga en jaque la concepción sobre la crisis social y ambiental que atravesamos, se abrirá espacio para que aparezcan algunas soluciones de diseño».
Otra tensión que observa, recurrente pero no resuelta, es la de la belleza… ¿cómo puede ser bello algo que es “basura”? : “Soy diseñadora y hago fotografía publicitaria desde 1990, hoy me interesa usar esas técnicas y artilugios para hackear la mirada. Atraer, provocar un acercamiento a una imagen incómoda de ver por las preguntas que se abren.
En una contemporaneidad cada vez más compartimentada, fragmentada y on demand, Villnueva considera que “juntar aquello que creemos que estaba separado o que pertenece a mundos distintos, especies distintas, géneros distintos, ideas distintas es parte de lo que problematizo con esta obra”.