Por Javier Biasotti
Al conmemorarse hoy el Día Mundial de la Salud Mental, la Organización Mundial de la Salud escogió como lema para esta fecha a la prevención de los suicidios, una temática a la que la actual gestión sanitaria de Cambiemos también desvalorizó en términos institucionales. Sin apoyos concretos para la implementación de la Ley Nacional de Salud Mental, la devaluada cartera a cargo de Adolfo Rubinstein lleva casi cuatro años sin reglamentar la Ley Nacional de Prevención del Suicidio Nº 27.130, y desarticuló los equipos especializados que ejecutaban abordajes territoriales en todas las provincias.
Doctora en psicología, licenciada en educación y psicopedagoga, docente de grado y posgrado en varias universidades nacionales, Gabriela Dueñas es una referente indiscutible en las problemáticas de los adolescentes y una activa militante por la plena implementación de la Ley Nacional de Salud Mental y de su articulación con la Ley de Protección Integral de Derechos de la Niñez, en cuyas redacciones participó en calidad de asesora.
En la entrevista que sigue, Dueñas desgrana las complejidades de un fenómeno que atraviesa las clases sociales, afirma que “no hay recetas para prevenir el suicidio adolescente”, defiende a la escuela como espacio de contención e identifica a los adultos como responsables de que los adolescentes “puedan entrever esperanzas o encontrar un sentido a sus vidas”.
¿En la actualidad, cumple el Estado algún rol activo en la prevención de los suicidios entre adolescentes y jóvenes?
Cuando hablamos del suicidio adolescente aparece el tema de las culpas y la búsqueda de chivos expiatorios, porque una de las operaciones más perversas que realizan los gobiernos neoliberales cuando generan situaciones de genocidio social –como las llama Jorge Rachid–, es responsabilizar a los individuos, a las familias y a las escuelas de no haber hecho lo suficiente para evitarlos, cuando en realidad acá, si hay un único responsable de que una comunidad no esté pudiendo contener, acompañar y sostener a sus adolescentes garantizándoles todos y cada uno de sus derechos, que les dé sentido a sus vidas y que les permita valorizarse y valorizar a los otros, es el Estado. Y un Estado como el que tenemos, que no cumple con su obligación, es el único responsable de este incremento que hay en los suicidios entre adolescentes.
las escuelas siguen siendo el mejor lugar para que las y los adolescentes se encuentren, aprendan y sean felices, para que se relacionen con otros, para que se sientan cuidados y protegidos y para que encuentren nuevos sentidos a sus vidas y a las vidas de los demás.
¿Qué alternativas pueden construirse para prevenir los suicidios en adolescentes?
La idea de prevención tradicional del suicidio en la adolescencia tiene una impronta médica que la aleja de las complejidades de la problemática, que son fundamentalmente de carácter psicosociales. Entre la omnipotencia que significa sostener que este tipo de problemáticas pueden evitarse si se toman recaudos específicos, que guarden alguna similitud por ejemplo con las recomendaciones médicas ante una enfermedad, y en el otro extremo la impotencia que deviene de aquellas posiciones que afirman que al no ser cierteramente anticipables nada se puede hacer, podemos pensar que es posible construir condiciones promotoras de salud y preventivas para los adolescentes, aunque estas no tengan garantías de un 100%. Fundamentalmente, se trata de una disposición de la comunidad adulta, del entorno adulto de los adolescentes y jóvenes, de una disposición para prestarles atención, pero a una distancia óptima. No estoy hablando de una atención del estilo de atención/alarma, es decir, no estoy haciendo referencia a una disposición de atención que esté ligada a la certeza de poder anticiparlo todo, porque con muy buenas intenciones a veces este tipo de dispositivos u operaciones de atención pueden tornarse persecutorias e incluso terminar propiciando, sin saberlo, aquello mismo que se proponía combatir. Lamentablemente, hoy no nos es posible para quienes trabajamos con adolescentes y jóvenes acercar un listado de procedimientos de prevención del suicidio en adolescentes que a modo de receta pueda llevarse a cabo. Por ejemplo, desde las escuelas, porque hace años que hemos comprendido que en el abordaje de esta dolorosa problemática resulta necesario hacer hincapié en situar los problemas, contextualizarlos, leerlos en una trama donde lo cultural, lo histórico, lo social y lo psicológico se entrelazan para hacer de cada situación y de cada joven algo singular, por lo que las respuestas a construir deben ser también complejas, colectivas y singulares.
¿Qué rol le cabe a la escuela en este proceso?
A través del tiempo distintas políticas públicas han abordado el tema del suicidio adolescente, en general casi siempre desde el área de la salud. Sin dudas, esto es necesario, pero resulta más importante quizás articular estos aportes del campo de la salud con otros provenientes del campo de lo social, y de manera particular, desde la especificidad que ofrece la tarea pedagógica para pensar las intervenciones desde la escuela secundaria o la universidad, porque los que estudiamos estas temáticas estamos convencidos de que, a pesar de todas las dificultades que las atraviesan –y de manera particular en estos últimos años–, las escuelas siguen siendo el mejor lugar para que las y los adolescentes se encuentren, aprendan y sean felices, para que se relacionen con otros, para que se sientan cuidados y protegidos y para que encuentren nuevos sentidos a sus vidas y a las vidas de los demás. Es en las escuelas donde los adultos podemos acompañar a los adolescentes, a una distancia óptima, en la construcción de un proyecto de vida, de un proyecto de futuro. Pero claro, estas posibilidades escolares se inscriben en una comunidad que como la nuestra, en estos momentos, está atravesada por una profunda crisis social derivada de las políticas neoliberales que han arrasado con las esperanzas y los derechos de toda la población en general en materia de trabajo, de sueños en relación a la vivienda, a la posibilidad de estudiar, sobre todo en los sectores más empobrecidos de nuestra población de jóvenes. Y también han arrasado con el propio sistema educativo y con los docentes. También con los adultos a cargo de la crianza de los jóvenes, es decir, las familias, los padres, las madres, que también están fuertemente impactados y angustiados por las dificultades para conseguir empleo, para saber si llegan a fin de mes, para garantizar un techo y una vivienda a sus jóvenes.
¿Cómo construir, entonces, una idea de futuro para ellos?
En estos contextos de tanto malestar e incertidumbre, de tanta inestabilidad, a los adolescentes se les hace más que difícil poder proyectarse en un futuro. Y estas dificultades para encontrarle un sentido a sus vidas en lo laboral, familiar y vocacional es una de las variables que los pueden sumergir en estados de angustia importantes, que se entrecruzan con una vulnerabilidad psicológica propia de la etapa por la que atraviesan. Los adolescentes atraviesan un período en su proceso de constitución subjetiva que justamente se caracteriza por su inestabilidad, por su vulnerabilidad y por poder construirse como sujetos sobre un contexto tan inestable, tan incierto, tan poco amigable, con tan pocas esperanzas que devienen del decir de los adultos, de lo que escuchan en los medios, de la crisis económica, de la deuda que tenemos por venir. Realmente a muchos jóvenes les impacta fuertemente y esto de alguna manera no es saludable para ellos y en algunos casos puede llevarlos a situaciones extremas en las que como no le encuentran sentido a la vida –ni a nivel individual ni a nivel colectivo–, los aproxime a la idea del suicidio. Esta es una variable a tener en cuenta en el abordaje de los suicidios en jóvenes. Los adultos, la comunidad, las familias, la escuela, tenemos que poder ofrecerles herramientas para que ellos puedan animarse a proyectarse en un futuro que les dé un sentido a sus vidas.
¿Qué otras variables intervienen en el proceso?
Otra variable que juega fuertemente tiene que ver con el sentimiento de pertenencia a un grupo, y el miedo a la exclusión. Es una cuestión que está fuertemente en juego en estos momentos en nuestra sociedad y que también está ligada a estas lógicas neoliberales que excluyen sin demasiados miramientos a grandes sectores de la población en función de los recursos económicos que estos tengan, el color de piel, la pertenencia a clases sociales altas, etcétera. Se suma otra variable a tener en cuenta a esto de la atención que tenemos que prestar quienes trabajamos con jóvenes y adolescentes en materia de prevención de conductas tan dolorosas como la del suicidio, y es la puesta de límites. A veces, la falta de límites es vivida por los jóvenes como un estado de desamparo. Los límites, si son adecuados, tienen que estar al servicio del sostenimiento, del apoyo, de ir balizando el camino que recorren los adolescentes en el tránsito de estas etapas del proceso de constitución de su subjetividad, que es tan complejo y los pone en un estado de tanta vulnerabilidad. Ahora bien, para sostener, para poner los límites adecuados a los jóvenes es necesario que los adultos, no solo los de las familias y los docentes sino la comunidad adulta en general, pueda estar en condiciones de ofrecerles un discurso esperanzador, que les permita balizar ese camino que están construyendo. Poner balizas que los orienten, porque si no entran en un estado que podríamos definir como a la deriva, en donde los límites que necesitan para poder construirse como sujetos los terminan, en ocasiones, estrellando contra el pavimento. Porque a veces accidentes que yo insisto no son tales, serían evitables y sin embargo son tan frecuentes en esta etapa de la vida y que bien podrían incluirse en el capítulo de suicidios en la adolescencia. Accidentes evitables y por falta de límites, de contención, de acompañamiento de parte de la comunidad en general, que terminan con sus vidas. El alcoholismo es un flagelo en este sentido, el uso de drogas, en fin, conductas de alto riesgo con la ley, están todas dentro de la problemática compleja a la que referimos y que podrían incluirse muy bien en el capítulo de suicidios en la adolescencia.
¿Influyen las presiones de un sistema que casi que los obliga al éxito inmediato?
El temor al fracaso en una sociedad exitista como la que nos propone el neoliberalismo regido por estas lógicas meritocráticas, también es un condicionante importante en algunos episodios de jóvenes que se suicidan. Porque entre la baja tolerancia a la frustración y la falta de acompañamiento de los adultos, en esta etapa de la vida puede ocurrir lo que nosotros llamamos conductas actuadoras o el “acting out”, que son propias de la edad, en donde no es que el joven esté buscando la muerte sino que es un minuto, un segundo, que ante la frustración, ante el fracaso que sienten que han tenido en una competencia deportiva o en un examen en la escuela, toman una actitud que les cuesta muy caro. Los adultos que acompañamos a los jóvenes tenemos que prestar una atención flotante frente a esa actitud de hastío, cuando manifiestan estar asqueados de la vida, y que refieren a distintas cuestiones que pueden remitir a contextos muy diversos. Jóvenes en situación de extrema pobreza, en donde el valor de la vida tanto de ellos como de los otros se pierde porque se sienten invisibles. Como aquellos que en el otro extremo de las clases sociales, tiene que ver con la saturación de bienes a los que tienen acceso, y de satisfacciones y placeres y entonces necesitan buscar algo más fuerte que los sacuda, porque están rebozantes de todo.
¿Cómo juegan otras situaciones traumáticas en la decisión de quitarse la vida?
Otra cuestión a tener en cuenta en la prevención del suicidio es pensarlo como corolario de situaciones traumáticas que han padecido algunos sujetos en particular, situaciones de trauma social o familiar que no lograron tramitar o que no les permitieron mitigar el profundo dolor que les generó una situación traumática, la pérdida de un ser querido o de alguna otra situación muy valorada por ellos y que no la han podido elaborar. Cuando uno está con jóvenes que han atravesado situaciones de estas características es necesario estar atentos, y sobre todo, garantizarles un derecho fundamental que tienen, que es el derecho a ser escuchados.
¿También merecen atención los cambios corporales, verdad?
No hay que descuidar un tema que es propio de los adolescentes en esta etapa de sus vidas, que es el cuidado del cuerpo. Durante la adolescencia suelen tener la tendencia a estar muy preocupados y ocupados de su cuerpo y a sentir algunos cambios ligados a la pubertad con sensación de extrañeza y de rechazo a la aparición de todo lo que tiene que ver con los caracteres sexuales. Por eso pongo el acento en las posibilidades que tiene la escuela de trabajar con el reconocimiento y el cuidado del cuerpo a través de todo lo que se puede hacer en ellas. La Ley de Educación Sexual Integral ofrece herramientas más que suficientes para generar espacios de intercambio con los jóvenes acerca de sus temores, fantasías, deseos, las confusiones que les generan sus cuerpos que están atravesando profundos cambios y que tienen que ver con la puesta en marcha del aparato sexual reproductor.
existen muchas posibilidades que tienen que ver con el trabajo en redes interdisciplinarias, con fuerte articulación comunitaria e intersectoriales que tengan que ver con el campo de la salud, de lo social, de la educación.
¿A qué signos de atención deben estar atentos los adultos?
La detección de indicadores no es sencilla ni simple para nada, es una problemática sumamente compleja, pero entre la impotencia de no poder anticipar nada y la omnipotencia de detectar algo y poder prevenir un suicidio a tiempo, existen muchas posibilidades que tienen que ver con el trabajo en redes interdisciplinarias, con fuerte articulación comunitaria e intersectoriales que tengan que ver con el campo de la salud, de lo social, de la educación y de otras instituciones de la comunidad. Estas redes requieren de construcciones colectivas que nos permitan como comunidad cuidar de la mejor manera posible a nuestros adolescentes, que por la edad que tienen atraviesan tiempos de mucha vulnerabilidad psicológica en tiempos de una profunda crisis social. El aumento de suicidios en la adolescencia tiene que ver con el entrecruzamiento de estos tiempos: los tiempos por los que atraviesan los sujetos en la etapa adolescente, tiempo de una profunda vulnerabilidad, en contextos epocales como los que atraviesa nuestro país en este momento de una gran crisis social, acompañada de mucho dolor, mucha angustia y desesperanza de parte de los adultos. Somos los responsables de que puedan encontrar o entrever esperanzas o un sentido a la vida. Como adultos debemos cuidar qué les decimos a los jóvenes en relación a sus posibilidades de proyectarse en el futuro. En síntesis, no hay recetas, no hay protocolos; más bien, hay problemas y desafíos de un trabajo de manera intersectorial y en redes desde una perspectiva de derechos, que se pare en lo que llamamos la complejidad que tienen las problemáticas humanas, la vida en general, y desde una mirada integral de la salud, no como algo que les compete solamente a los trabajadores del campo especifico de la salud como los médicos y psicólogos, sino también a los que trabajamos desde otras áreas como la social y la educación. Y con una fuerte articulación también entre los desarrollos, estudios y cursos del campo de las distintas ciencias que nos ocupamos de las problemáticas humanas y de los adolescentes, y de esta problemática en particular, con lo que sucede en territorio, porque en cada territorio, en cada contexto, en cada institución, en cada comunidad, estas problemáticas se manifiestan de manera singular y en cada sujeto esta singularidad aparece contextualizada. Entonces, desde los libros no se puede hacer mucho. No hay que caer en el simplismo de las recetas ni de los protocolos, porque cada caso es un mundo en singular, y su mundo hay que escucharlo, hay que ver qué problemáticas se daban en esa comunidad.
¿Cómo incide el fenómeno del bullying?
Tiene que ver con el acoso entre pares y con una reproducción hacia el interior de los grupos de adolescentes de prácticas que observan en el mundo adulto, relacionadas con la exclusión. Estas prácticas que se observan en la convivencia entre los adolescentes, de acoso entre pares y de discriminación, tienen que ver con el ejercicio de la violencia y la violencia en todas sus formas. Desde las que ejerce el Estado de manera simbólica sobre las instituciones –por ejemplo, las escolares y familiares–, sobre los adultos y directamente sobre los jóvenes, de manera particular sobre los jóvenes pobres, también es otra de las variables condicionantes de situaciones que pueden llevar a un joven a pensar en suicidarse o, efectivamente, pasarlo al acto.