Por Florencia Abelleira
El sábado por la tarde, Jorgelina Duval y Viviana Yalet, esposa y hermana de Juan Martín Yalet, el hombre asesinado hace quince días por la Policía bonaerense dentro de un patrullero, presintieron que algo no andaba bien cuando vieron la camioneta de Gendarmería rondar por el barrio.
A eso de las 11 de la noche, Viviana estaba acostada cuando escuchó que golpeaban la puerta de su casa. Se levantó y cuando atendió se encontró con seis hombres vestidos como gendarmes. Por el susto sólo atinó a cerrar la puerta. Pero de un empujón la arrojaron para adentro, la agarraron de los brazos y comenzaron a pegarle patadas en las piernas.
– ¿Sos Viviana Yalet? -le preguntaron.
– Sí. ¿Dónde está la orden para entrar a mi casa?
– Nosotros no necesitamos orden.
– ¿Y los testigos? -preguntó ella.
– Tampoco necesitamos testigos. Dejá de denunciarnos porque hoy no te encontramos nada, mañana tampoco, pero algún día vas a ver…
Y se fueron, dejándole las piernas amoratadas.
Viviana ahora está con miedo, pero dice que no le importa lo que le hagan a ella. Sólo quiere justicia por su hermano, por más que le cueste la vida.
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Los ocho policías imputados por el asesinato de Juan Martín Yalet, un hombre de 35 años que fue detenido cuando intentaba asaltar a una mujer en 2 y 67, continúan detenidos.
El lunes, los abogados defensores pidieron prisión domiciliaria para cuatro de ellos con el pretexto de que son policías mujeres que tienen hijos chicos. Pero, según contó Jorgelina, la fiscal Betina Lacki que lleva adelante el caso no accedió al pedido.
Entre el viernes y el lunes, los ocho detenidos tuvieron que declarar ante la Justicia. Ahora Lacki tendrá que comparar los testimonios para avanzar en la causa.
Los abogados Mario Mac Dougal, Fernando Pedersoli y Alejandro Fernández, en representación de los imputados, expresaron que “aquel día, como todos los días, sólo fueron a trabajar, a enfrentar a la delincuencia en situaciones que ninguno de nosotros imaginamos, lejos de la seguridad de un despacho, lejos de un espacio templado y confortable, cerca del infierno, donde las decisiones se adoptan en segundos”.
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Antes de ayer, policías y familiares se movilizaron a la Casa de Gobierno para reclamar –aunque suene extraño– más seguridad. Pidieron justicia por los policías detenidos y para que no los maten cuando van a trabajar. Quieren “volver vivos a sus casas”, dijeron.
La noticia de la manifestación indignó a Jorgelina. “Ellos saben cómo defenderse y son los que nos tendrían que dar seguridad a nosotros”, dijo, aunque reconoció que cada cual “tiene su manera de pensar y su manera de defenderse, así que si ellos quieren movilizarse, lo respeto, pero no van a cambiar mi manera de pensar”.
Jorgelina volverá a manifestarse hoy miércoles a las 17hs en Plaza Moreno, junto con la hermana de Juan Martín, la familia de Rafael Cobo –un joven baleado hace diez días por un policía comunal en una fiesta–, familiares de víctimas de gatillo fácil y organizaciones sociales y de derechos humanos que reclamarán para que la Policía deje de matar con impunidad. Desde la organización, en un comunicado, explican que los casos de Juan Martín y Rafael no son aislados, sino “que ya son cerca de 4.500 pibes muertos en manos del aparato represivo del Estado desde la llegada de la democracia”.
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“Yo voy todos los días al juzgado para que la fiscal vea que estoy ahí, para que no se olviden de mí”, cuenta Jorgelina.
Ella exige justicia por su marido, con quien tuvo dos hijos: un nene de nueve y una nena de dos años. Hacía once años que estaba en pareja con Juan Martín Yalet. “Él era una persona común, era buen padre y buen marido”, dice.
El hombre de 35 años había estado preso en Olmos y hacía cuarenta días que había recuperado la libertad. “Estuvo muchos años en prisión, entonces decía que ya era grande, que a dónde iba a conseguir trabajo, que no había terminado el secundario. Yo le decía que se dejara de joder. Todos los días teníamos la misma discusión. Le decía que teníamos dos hijos y una familia como las demás, que no fuera un delincuente”.
Lo primero que le dijeron a Jorgelina cuando se enteró de que su marido estaba muerto fue que se había suicidado en el patrullero camino a la comisaría. “Cuando nos avisaron, me tomaron por sorpresa y lo dudé. Pero después me puse a pensar y sé que es imposible. Ni en mi cabeza ni en mi corazón cabe esa opción”.
La fiscal Lacki ya descartó esa hipótesis. Ya se demostró que Yalet entró esposado al hospital. El jefe de seguridad del Hospital San Martín dijo que cuando el patrullero llegó, él sacó a Juan Martín del auto. Estaba tirado sobre un costado, esposado con las manos hacia atrás. Él ayudó a bajarlo, ponerlo en la camilla y sacarle las esposas.
La abogada de la familia Yalet, Sofía Caravelos, explicó que no hay posibilidad –por el lugar donde entró y salió el tiro– de que haya sido el propio Yalet el que disparó en su sien.
El miércoles 26 de agosto por la mañana, luego del intento de robo, Yalet fue cercado por varios patrulleros hasta que lo detuvieron en el techo de una casa de 2 entre 66 y 67. El comisario de la 9° dice haberlo cachado antes de que lo subieran al móvil para cerciorarse de que no portara un arma. Según explicó Caravelos, el revólver que llevaba lo había arrojado antes de que lo detuvieran. Pero en el piso del móvil había una 9mm que la Policía afirma que fue la que usó para suicidarse. Según Caravelos, es una estrategia de los efectivos policiales para desviar la investigación: “Apareció un arma plantada que se dice que la tenía Yalet, cuando en realidad era de un robo de hace tres semanas”.
Por el momento, la abogada sostiene que los efectivos están imputados por homicidio doblemente agravado y les corresponde cadena perpetua.
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