Por Ramiro García Morete
«Pensalo: sí que conocés a alguien». No hace tanto (o sí), a mediados de 2011 la respuesta era otra. «Pensalo bien…» Las conversaciones, asegura, se daban solo en el ámbito privado. Como las que tuvo con tres amigas y la motivaron a tomarles fotos. No era ya como cuando jugaba en la escuela hasta que una amiga, pintora, la instó a tomar un curso de fotografía. Ya estudiaba sociología pero allí encontró algo. «La posibilidad de conectarme con el otro, la complicidad de contar una historia», dirá. «Historias que de otro modo no serían contadas», remarcará. Por eso al revelar en grande los retratos de sus amigas sintió que allí se contaba mucho pero quedaba más aún para decir. La descomunal ciudad de Los Ángeles, donde vivió veinticinco años, acortó sus infinitas distancias con el «boca en boca». Mujeres de todo Estados Unidos y también latinoamericanas se acercaron a un proyecto donde la convocatoria era necesariamente cautelosa: se acercaría quien quisiera dar su testimonio. Largas horas de charla o –mejor dicho– de escucha sin casi preguntar precederían sesiones de profunda intimidad. Sin maquillajes ni puesta en escena, mujeres que sufrieron violencia sexual en su triste diversidad de formas, mirando la cámara bajo la luz natural. «Siempre estuve fascinada con el tema de la mirada», confesará. Y con la verdad, esa que se revela –asegura– en un instante, en una foto. «La fotografía es en un instante captar toda una eternidad», define. Y luego ya no. Verdades crudas, pero imbuidas de integridad y poder, la llevarían desde las madres de víctimas de feminicidio de Ciudad de Juárez (México) hasta mujeres trans de Salta, sin perder de vista a las víctimas de la última dictadura cívico-militar de nuestro país y la violación como forma de tortura. Retratos en sus casas o primeros planos, colores vivos y una luz tan vívida como la que emerge del dolor, rostros potentes y francos, acompañados algunos de pequeños testimonios en puño y letra o directamente en audio. Todas se conocían en cierto modo, y así es. Ninguna se quiso mostrar como víctima, remarca y se advierte. Por ello el título salió de sus propias palabras: Guerreras, un proyecto fotográfico con más de cincuenta imágenes y testimonios a cargo de la artista Eleonora Ghioldi. Del 19 de julio al 4 de agosto se podrá apreciar en el Centro de Arte ubicado en el Edificio Karakachoff: violencia sexual, esterilización forzada, feminicidio y terrorismo de Estado; y su relación con la desigualdad de género, capitalismo y globalización. También incluye quince entrevistas a profesionales expertos en la temática que brindan un marco teórico y reflexivo del problema, sus raíces y manifestaciones a un nivel social.
«El retrato me da la posibilidad de acercarme a esa persona desde un lugar muy consciente –explica Ghioldi–. No es un lugar que ellas no saben que estoy sacando. Me permite abrir esa relación y entablar un diálogo». Y agrega que está «totalmente en contra» de sacar fotos sin ese acuerdo. Gran parte de las fotos de la muestra se sacaron en las casas de ellas. «Siempre les pido que no modifiquen nada de su vida cotidiana. Porque quería mostrar lo mejor posible su realidad… Sacándome del medio, si bien es imposible porque mi visión siempre va a formar parte. Pero presentarme como un puente para que el espectador pudiera realmente ver a la otra persona». Respecto a la pregnancia de la luz natural, tan protagonista casi como las retratadas, explica: «Porque es la vida, ¿no? La vida cotidiana de estas mujeres, que aprenden a vivir con esas experiencias que son fuertísimas».
«Empecé haciendo estos retratos en las casas con los testimonios escritos –sigue contando Ghioldi–. Y lo único que ponía era su primer nombre, la edad en las que les había pasado la situación de violencia sexual y por quién… No por nombre, sino por lazo. Quizás hablábamos por horas. Ellas realmente abrían todo su corazón y te contaban muchísimas cosas personales, muy personales. Yo muchas veces ni siquiera sabía qué iban a escribir».
Ghioldi nació en Buenos Aires y se formó profesionalmente en California. Cuenta que el contexto actual es distinto a cuando comenzó el proyecto. «Cambió la historia y la forma en que las mujeres nos relacionamos con nuestras vivencias. Es totalmente diferente. Cuando yo empecé esta muestra no se hablaba en primera persona de estas cosas». Y resalta: «Lo que me interesa mucho es cómo lo privado pasa a lo público. Este laburo fue muy así y fue terrible e increíble porque yo no ni quiera me di cuenta que estaba pasando eso».
El proceso fue ampliándose a medida que investigaba y se conectaba. «A medida que vas trabajando vas aprendiendo. Por ejemplo en la muestra hay un cuestionario que es un protocolo de violación, lo que utilizan en los hospitales ante un caso. Surgió a través del testimonio de una amiga que fue violada por el médico. De todas las mujeres que estaban acá ninguna había ido al hospital. Me pregunté: ¿qué pasa que las mujeres no recurren? ¿Qué pasa con el sistema de salud?».
En el marco de la exposición Eleonora Ghioldi dictará un taller fotográfico de dos encuentros intensivos el 20 y 21 de julio de 15:30 a 19 hs. Es gratuito y no se necesita cámara fotográfica. La inscripción se realiza por mail a cursos@centrodearte.unlp.edu.ar.
«Estamos viendo una gira en el interior del país –cierra Ghioldi–. Me interesa mucho que salga de Capital y Buenos Aires. Estuvo en Salta y quiero que siga circulando. Además estoy trabajando en un proyecto sobre la legalización del aborto. Está bastante en curso. Y empezando otra etapa de investigación sobre las masculinidades».