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Horacio Fontova: «Siempre hice lo que se me cantaron los huevos»

Con solo 73 años y una prolífica trayectoria artística, el lunes 20 de abril falleció Horacio «El Negro» Fontova. A continuación, Contexto reproduce una entrevista que tuve la suerte de hacerle hace varios años.

Músico, cantante, compositor, actor, escritor, dibujante, en definitiva, un artista multifacético que no le ha puesto fronteras a su espíritu creativo. Ya sin el bigote que lo caracterizó durante gran parte de su carrera y con el pelo largo hasta los hombros, asegura ser «más porteño que el Obelisco», y su estética, mezcla entre hippie y tanguero, parece dar fe de ello.

Emocional, histriónico, con la risa a flor de piel, con esa simpatía que lleva a un entrevistador a romper las barreras de la formalidad, se presenta y firma los mails como «El Negro».

Con la asistencia de Gaby, su amable compañera, y custodiado por sus cinco gatos, Horacio «El Negro» Fontova nos recibió en su casa de Villa Crespo. En un clima distendido, entre mate y mate, comenzó una entrevista que se transformó en charla.

Apenas abrió la puerta de su casa, El Negro, fiel a su estilo, dijo: «¡Bienvenido a Villa Crespo! O como algunos boludos le dicen ahora «Palermo Queens'».

¿Palermo Queens?
Sí, «Palermo Queens». ¿A vos te parece? Hay que ser papanatas. Luego de la introducción de rigor y de explicar por qué su blog se llama Comando Amelia (Amelia Vence dice con los dedos en v), risas de por medio, comenzó la entrevista:

¿Cuál es tu actualidad artística?
Estoy laburando solo, hace bastante. Hago un show con un compendio de todas las musiquitas que me gustaron desde niño. Hay desde canzonetas, canciones antiguas españolas con letras de Federico García Lorca, rock and roll, jazz, folclore, hasta el «Calipso bananero» de Harry Belafonte y «La ventanita» de Agostini, de todo. Una ensalada que queda muy buena. Además, como te imaginarás, mis shows son 70% de música y después mucho chamullo y delirio.

¿Te divertís haciéndolo?
Sí, y la gente se mata de risa. Eso está muy bueno.

Sos un artista multifacético. Has incursionado en distintas formas creativas. ¿Es la música la forma artística en la que te sentís más cómodo?
Sí, porque vengo de ahí. Aquél –dicen mientras señala un cuadro antiguo de un hombre con un violín en sus manos– era mi abuelo, León Fontova. Toda mi familia está compuesta por músicos. Mi vieja, mi hermana, mis tíos, mis primos, toda una familia musical. O sea, la música en mí es algo genético. En mi familia eran todos músicos serios, pero dementes a la vez.

¿Y vos heredaste todo eso?
Yo vengo de ahí. A pesar de que al principio tenía que estudiar mucho y era medio fastidioso aprender el piano, etc. Pero se me despertó la vocación cuando yo tenía 11 o 12 años y una prima mía, que también era música, me regaló una guitarra y me enseñó a tocar zamba y chacarera. Ahí encontré mi propio camino. A pesar de que mi viejo, que también era músico, pero era un tipo más duro y, como algunos músicos que quieren que el hijo sea «normal», me mandó a hacer la primaria en colegio La Salle, con los curas. Ahí fui un gran alumno, pero simplemente por el pánico que me daban esos señores oscuros. Siempre digo que de esos lugares salen Grondonas y Fontovas.

«cuando apareció ‘El Pingüino’, fue tremendo para mí. De golpe apareció un tipo que con veintipico por ciento de los votos llegó a ser Presidente, y fue como una locomotora que se llevó todo puesto«

¿Y el secundario?
Por suerte la secundaria la hice en el Pellegrini. Ahí dije: «¡Uh, acá me quedo!». Ahí ya había chicas. Y después de la secundaria mi viejo quería que siga economía, pero a mí siempre me tiró la música y fui a la Belgrano de Bellas Artes. Eso me permitió tener mi profesión paralela, que es el diseño gráfico y la plástica. Por eso yo hacía la gráfica del Expreso Imaginario. O sea que, a pesar de todo eso, siempre hice lo que se me cantaron los huevos.

¿El humor forma parte de tu vida?
Sí. El humor viene de mi vieja. Ella era el personaje más divertido que te puedas imaginar. El humor lo tengo incorporado en la sangre. Aparte el humor es lo más vasodilatador que existe. El sistema te lleva a la vasoconstricción, al miedo, la desconfianza, la inseguridad. Por eso, como dijo una vez un gaucho: «si no te reís, morís».

¿Te autodefinirías como un artista comprometido?
Sí, pero no desde hace mucho. Antes tenía un compromiso más anarquista. Nunca fui militante, por ejemplo, y nunca me gustó mucho la política, siempre desconfié y todavía desconfío de algunos. Pero cuando apareció «El Pingüino», fue tremendo para mí. De golpe apareció un tipo que con veintipico por ciento de los votos llegó a ser presidente, y fue como una locomotora que se llevó todo puesto, cambió la Corte Suprema, hizo un montón de cosas que nos dieron vuelta la croqueta a muchos. Ahí empecé de a poco a entender cómo era este proyecto y a apoyarlo.

«A la yegua, no la paran con nada. Tiene una potencia. Es una bestia»

¿También te vinculaste con la causa latinoamericana?
Con toda la cuestión de Los Cinco (los cubanos detenidos injustamente en Miami). Yo musicalicé dos temas de Tony Guerrero (uno de los detenidos). Fuimos varios los que estuvimos en esa movida. La injusticia que se está cometiendo con ellos es una de esas cosas que te dan mucha bronca. Ahora hay otro caso, el de Bejarano, un pintor al que quiere tachar de pedófilo y es todo un verso. Eso es indignante.

¿Te motivan todos los procesos que se están dando en Latinoamérica?
La Patria Grande en este momento es la gran resistencia. A mí me parece un muy buen síntoma que hasta Piñera esté metido en eso de la Celac. Para mí el capo, bueno… el capo era Fidel, pero ahora es Chávez. Para mí es el baluarte, el cojonudo de toda esta movida. Es fantástico, tiene un coraje que no lo para nadie. Y después hay otros, Correa, Evo, Ortega. Se armó una pelota a partir del «No al Alca», que generó la Unasur y la Celac y toda esta movida que es algo muy bueno.

¿Cómo te impactó la muerte de Néstor Kirchner?
Fue tremenda su pérdida. Fue algo muy doloroso. Estábamos acá con Gaby cuando pusimos la tele y vimos: «Murió Kirchner». No lo podíamos creer. Yo he perdido gente, a los viejos, a mi hermana, y son dolores que no voy a calificar como mayores o menores, pero son dolores individuales, íntimos. En cambio el dolor de la pérdida de Kirchner es un dolor general, un dolor colectivo.

Después de la muerte de Kirchner, muchos esperaban…
Que se fuera todo a la mierda.

Sí, que se fuera todo a la mierda.
No, a ella, como le dicen ellos: «la yegua», no la paran con nada. Tiene una potencia. Es una bestia.

¿Te impactó cuando ganó con el 54%?
Mirá, yo que soy más porteño que el Obelisco, porque nací acá, me crié en Plaza Lavalle, mi barrio fue calle Corrientes, te digo que la Capital siempre fue una cosa aparte, donde se cuecen otro tipo de habas. Fijate que Perón nunca ganó acá, por ejemplo. O sea que la visión que tenemos acá no es la visión general. Y haber sacado un 54% en todo el país demuestra que tiene una potencia a nivel federal que es tremenda.

¿Si tuvieras que señalar algunos de los aspectos que te gustaría que se encaren cuáles destacarías?
Con lo que el Gobierno (de Néstor y Cristina) ha hecho a nivel derechos humanos o con lo que ha hecho por la integración de la Patria Grande, estoy muy conforme. Hay cosas que yo no las entiendo. Te voy a decir algo y no quiero hacerle el juego a Pino Solanas y a todo ese sector, pero la cuestión de la minería a mí me duele un poco. Que estén los de la Barrick acá, yo les pegaría un shot en el orto. Creo que Chávez y Fidel los hubieran sacado a patadas en el culo. Pero no sé cómo es el asunto, cuál es nuestra conveniencia, si es cierto lo de la contaminación, que parece que es cierto, porque no ocurre sólo en nuestro país, sino en un montón de lugares: Australia, Canadá, etc. Y parece que la cuestión del cianuro no es joda. Ese es el único punto que les criticaría.

A lo mejor me estoy perdiendo de un montón de otras cosas porque soy muy emocional a la hora de ver la realidad. Pero si uno mira cómo está el tema de la crisis mundial, hermano… no nos podemos quejar. Más si recordamos lo que nosotros mismos vivimos en el 2001. Eso fue tremendo.

Y así como me pasa a mí, que sin haber militado nunca apoyo a este proyecto, lo mismo le ocurre a mucha gente de mi generación, actores, músicos, etc. Pero también a mucha juventud que se despertó a la política. Y ese es un terreno recuperado por los Kirchner.

Yo soy padrino de la Unidad 15 de La Cámpora, que está acá, a cinco cuadras de mi casa. Son todos unos pendejos con una polenta avasalladora. Eso también te contagia para decir: «Bueno, estoy en el camino correcto».

Aparte, no hay otra cosa. Cuando uno se pone a pensar qué otra alternativa habría, la respuesta es: «cero al as».


 

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