Por Pablo Roesler
“Ra yntonagac ne’ena na’ac”, dijo el cacique Rogelio Canciano. Dijo: “Estoy muy contento en este día”, pero lo dijo en su lengua Qom. A un costado estaba la bloquera para fabricar ladrillos, las carretillas con las palas y los baldes de albañil; el trompito y un autoelevador. Estaba feliz porque esas herramientas le permitirán a la comunidad toba de La Plata construir un salón de usos múltiples que reemplace el galpón de chapas desvencijadas en el que dan clases de lengua qom a sus hijos y nietos, donde dan apoyo escolar, toman talleres de guitarra y cerámica, donde implementan el plan FINES. Estaba contento porque esas herramientas permitirán, además, que los jóvenes de la comunidad aprendan un oficio e impulsen un emprendimiento productivo.
-¿Qué están haciendo María?- preguntó un chiquito que vio gente y se arrimó.
-Hoy estamos de fiesta.- respondió la esposa del cacique.
María sabe que el que cumplieron ayer es un sueño de hace mucho. “De hace 20 años”, aseguró. Por eso los qom festejaban la llegada de las maquinarias y herramientas para la construcción que la Fundación Banco Provincia, que dirige Cecilia Fernández Bugna, y el Banco Nación, que encabeza Juan Ignacio Fallon, acababan de donar a las cerca de cuarenta familias de la comunidad toba de La Plata.
Canciano habló en representación de la comunidad Nam Qom del barrio Malvina, ubicado en la periferia platense, en un acto realizado en el terreno donde funcionará la fábrica de ladrillos. Lo escuchaban sus vecinos, referentes de comunidades de distintos puntos del conurbano, militantes, la concejal del Frente para la Victoria Nacional y Popular, Florencia Saintout y representantes del Banco y la Fundación.
“Hace cuatro años que comenzamos con la búsqueda de tener nuestras herramientas para la construcción de ladrillos, porque nosotros queremos construirnos nuestras cosas nosotros mismos. Nos cansamos de esperar y buscar hasta que vinieron estos muchachos y a través de la gestión de Florencia, en 60 días lo resolvimos”, explicó Canciano a Contexto.
Las máquinas parecían pequeñas en el amplio terreno que los Qom tienen en propiedad comunitaria. Sin embargo, esas herramientas de hierros amarillos y negros representan mucho: “Qom quiere decir ‘aquel que está desde el origen’. Pero nosotros ya no vivimos en el monte. Y nosotros queremos dejar de ser peones y depender de lo que nos den, para generar nuestro propio trabajo, para tener un trabajo digno, un sueldo y para darle lo mejor a nuestros hijos y verlos crecer bien”, explicó el cacique.
“Esto es para la juventud, más que nada”, repitió Canciano. “Ellos se van a preparar, nosotros los vamos a ayudar, para que tengan una salida laboral, un trabajo”.
La bloquera tiene capacidad para realizar entre siete y ocho mil bloques por día. Canciano dijo que con 2.000 bloques diarios son Gardel. Y los primeros bloques serán para construir el Salón de Usos Múltiples que reemplace un viejo galpón de piso de tierra, instalado junto a la biblioteca, donde los cerca de 150 chicos de la comunidad asisten al comedor y toman clases.
“Es un sentimiento muy intenso estar acá porque, por un lado, estamos en un lugar que habla de muchos olvidos y grandes crímenes a lo largo de la historia, un lugar olvidado por la propia ciudad, comunidades originarias condenadas por un Estado que en su origen lleva la marca del genocidio. Pero a su vez estamos felices y orgullosos de poder compartir este momento porque significa que no nos han vencido”, expresó Saintout en el acto.
“Hoy tenemos un Estado al cual seguiremos recuperando y que ha pedido perdón por el genocidio. Un Estado que permite que hoy nos reunamos a celebrar”, completó la concejala.
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Bloques y educación
“Cuando llego al aula les digo a los nenes: ‘Hello, how are you?’; ‘Laa ¿qaica ca machac’ca?’; ‘Hola ¿está todo bien?’. En todas las lenguas podemos decir las mismas cosas y eso tienen que saberlo y de alguna forma hay que llegarles, para que aprendan la lengua propia, que por la discriminación, la vida en la ciudad, se ha ido perdiendo”, cuenta Julia, la maestra de qom la’actac, es decir, la lengua toba.
La posibilidad de fabricar sus propios bloques con las herramientas entregadas por el Estado Nacional le permitirá a la comunidad qom de La Plata construir los espacios para realizar las actividades educativas hacia el interior de su cultura. Y la enseñanza del propio idioma es una de las prioridades del cacique.
“Hace 25 años vivimos en esta comunidad, en este barrio. Pero los chicos van perdiendo la lengua. Ese es el principal problema que tenemos”, explicó Canciano.
Por eso, Saintout, reforzó: “Todavía nos falta que llegue el gas al barrio para que, por ejemplo, pueda funcionar la panadería. Y falta que se enseñen las lenguas originarias en las escuelas. Estos son asuntos de todas y de todos”. La maestra de qom la’actac estuvo de acuerdo.
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