Por Héctor Bernardo
En la mañana de este lunes, el presidente interino de la Cámara de Diputados de Brasil, Waldir Maranhão, anuló el proceso de impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff. Pocas horas más tarde, el presidente del Senado, Renán Calheiros, rechazó la decisión y anunció que el proceso seguirá en pie.
Hasta hace una semana, el presidente de la Cámara de Diputados era Eduardo Cunha, miembro del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) y uno de los principales impulsores del juicio contra Rousseff. Hace pocos días, el Supremo Tribunal de Brasil, por decisión unánime, suspendió a Cunha por su supuesta participación en casos de corrupción. Tras la decisión del tribunal, Waldir Maranhão, del Partido Progresista, pasó a ocupar la presidencia de la Cámara.
ESTE LUNES MARANHÃO ANUNCIÓ QUE ANULABA EL TRÁMITE LEGISLATIVO QUE TERMINÓ CON LA VOTACIÓN EN LA CÁMARA DE DIPUTADOS A FAVOR DEL IMPEACHMENT CONTRA LA PRESIDENTA DILMA ROUSSEFF.
Entre los motivos que llevaron al presidente interino de la Cámara de Diputados a la anulación de esas sesiones, señaló que “los señores parlamentarios no tendrían que haber anunciado públicamente sus votos antes de la conclusión de la votación, en la medida que eso caracteriza prejuzgamiento y clara ofensa al amplio derecho de defensa consagrado en la Constitución».
Pocas horas después, el presidente del Senado, Renán Calheiros, dio una conferencia de prensa y anunció que desconocería la decisión de Maranhão. En pocas horas, Brasil tuvo, no tuvo y volvió a tener impeachment contra Rousseff.
Coordinador de la Comisión de Asuntos Internacionales de Carta Abierta y analista de política internacional, Lido Iacomini señaló: “La votación a favor del impeachment fue una vergüenza internacional. Revistió características escandalosas. En ese sentido, la salida de Eduardo Cunha y las razones que llevan a esa salida son elementos que colocan a los parlamentarios brasileños en una situación extremadamente comprometida. Pero, más allá de cómo continúe esta situación, crean condiciones más favorables para el gobierno legítimo y representan una oportunidad para que el movimiento popular ejerza una presión fuerte. Es indispensable que un movimiento vigoroso como el brasileño y su referentes, Dilma y Lula, muestren que están dispuestos a seguir dando la pelea”.
En relación con la resistencia de los sectores del campo popular brasileño, Iacomini aseguró: “Frente al avance de la derecha, que crea un clima desestabilizador, los movimientos populares le muestran que no han sido derrotados. Esto preanuncia la continuidad de un fuerte enfrentamiento que, si se obturan las vías legales, constitucionales y parlamentarias, amenaza con trasladarse a un escenario distinto. Eso es una señal para la derecha y para la política norteamericana, que les indica que pueden desestabilizar, pueden dar golpes parlamentarios o de otro tipo, pero que se enfrentarán, inevitablemente, con los movimientos populares que produjeron la más larga década de recuperación de derechos sociales en América Latina”.
“Ese es el panorama que se presenta para Brasil y para el resto de Latinoamérica, donde están en curso procesos semejantes, con las particularidades de cada nación. Pero en todos los casos la utilización de nuevas formas de golpismos y arrebatos del gobierno muestran que ya no pueden hacerlo por los métodos anteriores”, concluyó Iacomini.