Tras la cumbre en Ginebra entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y su par norteamericano, Joe Biden, surgieron expectativas, especulaciones y gran cantidad de preguntas.
Se supo que Putin y Biden hablaron, entre otros temas, del cambio climático, de la proliferación de armas nucleares, de la ciberseguridad y de los caminos para recuperar o construir mutua confianza en el plano internacional. Un encuentro que los mandatarios calificaron como «amistoso» y «positivo». Pero en el que una pregunta aún queda flotando en el aire: ¿cómo influye en América Latina la disputa geopolítica entre Estados Unidos y Rusia?
Para tratar dar respuestas a este interrogante y comprender si es posible un vínculo amistoso entre las grandes potencias, si se trata del primer paso para una nueva Guerra Fría o si solo es un reacomodamiento de fichas en esta disputa geopolítica digna de Game of Thrones, Contexto dialogó con tres especialistas: Juan Pablo Olsson, sociólogo y coordinador en América Latina de la Internacional Progresista (IP); Paula Klachko, socióloga, doctora en Historia y coordinadora del Capítulo Argentino de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad (RedH), y Jorge Kreyness, analista político y secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista de la Argentina.
«Está claro que el presidente Vladimir Putin tiene como uno de sus principales objetivos volver a colocar a Rusia en la condición de potencia mundial, lugar que había perdido con la desintegración de la Unión Soviética. En esa estrategia, América Latina representa un territorio para fortalecer vínculos e incrementar su presencia, con el objetivo de reconfigurarse como potencia global –en alianza con China–, diversificar sus relaciones exteriores, contrarrestar el poder de Estados Unidos en la región y plantear la agenda de un orden internacional multipolar», señaló Juan Pablo Olsson.
El coordinador en América Latina de la IP sostuvo que «en ese nuevo orden en disputa, Estados Unidos aparece naturalmente perdiendo hegemonía, como imperio en decadencia, y Rusia emerge recuperando su estatus de actor global de primer orden. En comparación con el rol histórico de la antigua Unión Soviética en el contexto de la Guerra Fría, Putin no basa tanto su estrategia en un discurso ideológico, sino en una visión pragmática que apunta a expandir y diversificar sus relaciones exteriores, cuestionando la existencia de un ‘mundo unipolar’ en el que Estados Unidos y Europa eran los actores hegemónicos».
«En ese escenario, Rusia ha avanzado en acuerdos con Brasil, México y Argentina para la importación de fruta, verdura y carne. Pero ese intercambio no es tan importante, en términos comerciales, como lo es en términos de la estrategia geopolítica de reposicionar a Rusia y contrarrestar la influencia de Estados Unidos», agregó.
Olsson remarcó que «ante esas tensiones y disputas, América Latina necesita trabajar su propio proceso de integración regional, con el Mercosur como principal herramienta, para posicionarse con el mayor peso específico posible en esa agenda de un mundo multipolar. Si bien cada país amplía sus relaciones multilaterales y bilaterales con otros países –incluidos Rusia y China como hegemónicos– para no depender tanto de Estados Unidos, siempre es necesario apuntar a consolidar estructuralmente la idea de un bloque regional. Observando la coyuntura electoral latinoamericana, en plena disputa, es posible que avancemos hacia un año 2022 con un fortalecimiento de los liderazgos progresistas en los principales países de la región, a partir del cual podamos consolidar la idea de un mercado común de países latinoamericanos que nos permita revertir las históricas asimetrías que padece nuestra región».
«El ex presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, avanza inclusive más lejos y ha planteado el desafío de consolidar las relaciones entre América Latina y África en el marco de la cooperación Sur-Sur, otorgándole un rol incluso más protagónico a nuestras regiones del Sur Global a partir de una visión multipolar, con nuevos espacios de diálogo interregional como el que conforman las poco difundidas Cumbres América del Sur-África (ASA) y América del Sur-Países Árabes (ASPA)», afirmó Olsson.
En la misma línea, Paula Klachko señaló que «en el marco de este intento de reencauzamiento de las relaciones bilaterales entre Rusia y Estados Unidos, está claro que, si bien Joe Biden parece tener otro tono en la política exterior respecto del que tenía Donald Trump, su gobierno va a continuar con la política injerencista porque está en el ADN del poder profundo de los Estados Unidos».
«Frente a la crisis capitalista, profundizada por la pandemia, el abandono del unilateralismo y el pasaje acelerado en los últimos años a una especie de ‘trilateralismo’, Rusia y China han aumentado su presencia en América Latina, lo que se acentuó en estos dos últimos años con ‘la diplomacia de las vacunas’. Esto lo podemos apreciar con claridad en Argentina, donde han fracasado los esfuerzos por defenestrar las vacunas rusas por parte de la vocería mediática de los Estados Unidos y de los cuadros políticos serviles a los intereses de Washington, como lo son claramente los referentes del PRO, que se ponen la camiseta de las multinacionales estadounidenses», remarcó.
La coordinadora del Capítulo Argentino de la RedH sostuvo que «en los últimos años, la vinculación militar entre Rusia y la región también se ha intensificado, en especial con Venezuela, con quien todos los años se hacen ejercicios militares».
Klachko aclaró que «si bien, por un lado, la llegada de Joe Biden al gobierno de Estados Unidos parece mostrar posturas no tan salvajes desde lo discursivas en comparación con las del gobierno de Donald Trump, por otro lado siguen muy presentes figuras como la del jefe del Comando Sur, Craig Faller, quien continúa demonizando la presencia de Rusia y China en la región».
La académica concluyó que «el relanzamiento del ciclo progresista con López Obrador en México, el triunfo del Frente de Todos en Argentina, la derrota de los golpistas y el regreso del MAS al gobierno de Bolivia, la ola insurreccional que comenzó en octubre de 2019 en Chile, en Ecuador, en Haití y en Colombia, y el triunfo de Pedro Castillo en Perú, preocupan a Estado Unidos porque auspician un proceso de diversificación para que la región se vincule más con Rusia y China. Esto no quiere decir cortar relaciones con Estados Unidos, pero sí diversificar los vínculos poniendo la mirada en el trilateralismo actual».
En ese sentido, Jorge Kreyness sostuvo que «Estados Unidos sufre una crisis muy severa, que fue reconocida en su momento por el expresidente Donald Trump cuando dijo que el país debía volver a ser grande, lo que mostraba el reconocimiento de la pérdida de hegemonía. El programa de inversiones anunciado por Joe Biden verifica esa situación y la intención de que Estados Unidos recupere el terreno perdido, lo que es muy difícil en la actual situación: en Estados Unidos no hay un tren de alta velocidad, no hay 5G, está perdiendo la batalla tecnológica ante la emergencia de China, y el reforzamiento del poder militar ruso también lo condiciona, como quedó demostrado en Siria; además, la Ruta de la Seda china está ingresando con mucha fuerza en Europa occidental y en África».
«En ese contexto buscan fortalecer lo que ellos consideran su ‘patio trasero’: América Latina y el Caribe. Pero están sufriendo una derrota en Chile y en Perú, y en Colombia la gente está en la calle. Por eso ellos están detrás de las maniobras que intentan impedir que Pedro Castillo asuma como presidente en Perú», agregó.
El responsable de las Relaciones Internacionales del PC de Argentina explicó que «la situación es delicada. No creo que la reunión entre Biden y Putin tenga efecto inmediato sobre América Latina, aunque cada vez se escuchan con más fuerzas los posicionamientos de Rusia y China sobre la región, como pasó recientemente con Nicaragua, donde la Cancillería rusa manifestó su apoyo a ese país, defendió la autodeterminación de ese pueblo y rechazó el injerencismo en los asuntos internos de ese país».
«La realidad es que Estados Unidos no sabe cómo frenar las relaciones cada vez más fuertes de América Latina con China y Rusia, y poco puede hacer Biden en ese sentido más que fortalecer y favorecer a las derechas locales, a los gobiernos neoliberales, reaccionarios y represivos, y tener una política defensiva en la región», concluyó Kreyness.