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Juicio a la Armada: empresarios, sindicalismo y genocidio

Por Maximiliano Ceci

“Me preguntaban qué hacía yo, qué clase de combatiente era, y yo sólo trabajaba en Propulsora”, declaró Carmelo Cipollone ante el Tribunal Oral Federal Nº 1 de La Plata, que juzga a cuatro ex jefes de la Armada y tres de la Prefectura, entre los que se encuentran el ex comandante de Operaciones Navales Antonio Vañek, de 91 años, juzgado además en el juicio ESMA III, y el ex comandante del Batallón de Infantería de Marina Nº 3 (BIM3), José Casimiro Fernández Carro.

El ex delegado de base contó que lo secuestraron en su casa y fue trasladado en un micro de la Armada que se iba llenando con otros secuestrados, entre ellos obreros de Propulsora, Astillero Río Santiago y el frigorífico Swift.

“Íbamos encapuchados en el traslado. Se subió un tipo y dijo: ‘Yo soy el teniente Lechuga. Tengo dos granadas del Ejército Argentino. Si nos paran o pasa algo raro, nos bajamos con el chofer y los hacemos estallar a todos’”,  recordó Cipollone sobre el episodio de la granada que le consultó el juez Carlos Rozansky, presidente del Tribunal.

El transporte con los secuestrados pasó por una comisaría de Berisso antes de llegar al Liceo Naval, una instalación de la Armada que funcionaba como centro clandestino de detención, donde los interrogaron con simulacros de fusilamientos y los amenazaron con arrojarlos al Río de la Plata.

“Era imposible identificar a nadie (de quienes los interrogaban). Yo tenía veinticuatro años y tenía miedo», relató Cipollone, sometido a apremios ilegales durante los once días de su secuestro en el Liceo Naval y trasladado después a la Unidad 9 de La Plata, donde permaneció hasta recuperar la libertad el 27 de mayo de 1976.

Además, en la audiencia de ayer, el ex delegado recordó también que después de su secuestro su familia recibió un telegrama de Propulsora Siderúrgica donde se le advertía que si no acudía al trabajo sería despedido por “abandono de tareas”. En diálogo con Contexto, Cipollone contó las relaciones entre la empresa y las fuerzas armadas que se palpaban dentro de la fábrica.

-¿Cómo era la relación entre las empresas y las fuerzas armadas?

-Para no inventar algo o imaginarse cosas, tal vez sólo basta ver lo que pasa en la actualidad. Lo que pasa en la actualidad está atenuado, pero para eso hubo que morir y sufrir varios tormentos. La conexión que hago con las empresas grandes era que dirigían su brazo armado, que eran las fuerzas armadas. Eran cuatro patas: las empresas con su dinero, los diarios con la rosca, las fuerzas armadas y los sindicatos, que eran la cuarta pata. El sindicato es una palabra que suena noble, el tema es ver quiénes encabezan el sindicato: tipos que son secretarios generales hasta su fallecimiento, elegidos en elecciones dudosas, como dije, que se parecen a Grondona o al Papa: están de por vida.

«Eran cuatro patas: las empresas con su dinero, los diarios con la rosca, las fuerzas armadas y los sindicatos, que eran la cuarta pata.»

No olvidemos el mentado juicio a Mercedes Benz que hicieron los familiares de los compañeros asesinado y torturados dentro de las instalaciones de la empresa. Prestaba a los represores los espacios de la fábrica para que interrogaran y torturaran a los trabajadores de la comisión interna, y muchos de ellos fueron asesinados y desaparecidos. Si eso no es complicidad de la empresa, ¿qué es?

-¿Cómo era la convivencia de trabajadores dentro de la fábrica antes del 24 de marzo?

-Antes del 24 de marzo dentro de la empresa circulaban autos con gente armada que intimidaba a los trabajadores. Unión Obrera Metalúrgica no quiere decir «unión obrera de sindicalistas corruptos». Quiere decir «unión obrera». La relación antes del golpe de Estado era de los sindicalistas, la empresa y las manos ejecutoras de los compañeros que fueron asesinados y torturados o dejados cesantes, o, en el caso mío, encarcelado. Después de la muerte de Perón, se empezó a notar que los milicos estaban preparándose en conjunto con las empresas. Se fueron cortando muchas conquistas. Íbamos perdiendo cuatro a cero.

-En la audiencia recordó que fue víctima de un fraude sindical. ¿Cómo fue ese suceso?

-Nosotros ganamos las elecciones en mayo de 1975. Se hicieron las elecciones del cuerpo de delegados y comisiones internas. Yo estaba entre los 33 delegados elegidos por los trabajadores, pero nunca fuimos avalados por el gremio porque hubo fraude. Cambiaron los votos mientras transportaban las urnas. Yo militaba en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Militar es estar en la unidad básica, razonando. Yo tenía veintitrés años, era un pibe, pero a la vez era un hombre. Estaba casado y tenía dos hijos. Escuchabas gente que te embelezaba con lo que decía. No estoy hablando de combate. Nosotros razonábamos y formábamos dirigentes. Eso era lo que más molestaba. Te estoy hablando de lo que hoy se llama militar.

En esos razonamientos manifestamos nuestra disidencia con el peronismo de Lorenzo Miguel, que nosotros llamábamos burócrata. Teníamos razonamientos del peronismo de la juventud. Nosotros éramos peronistas, pero no pensábamos igual que los sindicalistas burócratas, que López Rega. Yo entré a trabajar a Propulsora en diciembre del 69, cuando se inauguró. Éramos como 400 tipos, de 1.200 que llegamos a tener. Éramos como todos hermanos, no había organización interna. Al tiempo del fraude hicimos otra lista e iba a haber nuevas elecciones. A los días secuestran a nuestro primer compañero, Carlitos Escafide. Apareció muerto, todo destrozado. Después empezaron los secuestros. Varios compañeros se tuvieron que ir. A muchos les habían destrozado la casa.

Carmelo Cipollone
Carmelo Cipollone

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En la misma audiencia también declaró María Adela Barraza, quien contó su secuestro cuando tenía dieciocho años y realizaba tareas en una parroquia de La Plata, en la madrugada del 5 de abril de 1976, mientras dormía junto a su madre, su abuela y sus hermanos en su casa de la capital bonaerense.


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