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La CIA, Jeanine Áñez y el COVID-19

Por Ernesto Eterno

A seis meses desde aquel fatídico golpe de noviembre del 2019, el régimen de Jeanine Añez no ha hecho otra cosa que derrumbar toda posibilidad de reordenamiento institucional. Con una fulgurante rapidez y astucia criolla, convirtieron el Estado en un botín de guerra. No hace falta reeditar dos décadas de un nuevo ciclo neoliberal para demostrarnos que una derecha voraz y sin ningún proyecto alternativo, guiado por intereses externos, solo es capaz de ofrecer más de lo mismo: la suma de miseria moral, concentración de riqueza ilegal y condiciones explosivas de extrema pobreza, bajo el ropaje de democracia. Como corolario, el retorno enajenante a la vieja cultura de sumisión y al estandarte de la culpabilidad nacional.

El escándalo de los sobreprecios en la compra de respiradores es de proporciones simplemente dantescas, no tanto por el valor del robo, que también lo es, sino por la forma, el momento y los funcionarios que ejecutaron el atraco. Nada hace suponer que los asaltos sistemáticos ya producidos contra empresas públicas o que están ocurriendo ahora, bajo la sombra de la pandemia, no adquieran este mismo patrón criminal. Esta letal y artera puñalada en el corazón del país retrata a un gobierno convertido en una vulgar banda de asaltantes armados. Enfundados en la santa biblia y con la palabra democracia entre los dientes apretados penetraron por los pasillos del Palacio de Gobierno con la sola idea de convertir el tiempo y la oportunidad en riqueza manchada con sangre. Infamia e impostura, son las dosis diarias que alimentan su idea de poder y venganza en medio de ritos desproporcionados de codicia y lujuria. La pandemia es la coartada perfecta para sus crímenes imperfectos, represión de por medio, cubierto por una bastarda cortina de humo mediático. Nuevamente, gobernantes de cuello blanco y estilete encarnan la maldad misma como si se tratara de una peste enviada por quienes más odian nuestra patria. Si ellos son la parte grotesca del festín de bagatela, como clase tradicionalmente cleptómana, no debemos soslayar a sus patrones extranjeros que hoy ocupan, dirigen y saquean a gran escala nuestro patrimonio nacional.

I

Las declaraciones del ex ministro de Salud, Marcelo Navajas, ante la Fiscalía Departamental de La Paz, abre otro capítulo vergonzoso en el indignante episodio de sobreprecios en la compra de respiradores básicos, con el conocimiento del Comité Científico y la no objeción del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Navajas ha señalado textualmente que sin que se recibieran formalmente los equipos adquiridos en España ni por la Agencia en Infraestructura y Equipamiento Médico (AISEM) ni por el Ministerio, la presidenta candidata, Jeanine Añez, sedienta de votos y campaña electoral de por medio, junto a su ministro de la Presidencia, Yerko Núñez y el ministro de Gobierno Arturo Murillo, procedieron a entregar dichos equipos en sendos y ruidosos actos públicos. La gravedad de esta decisión radica en que entregaron decenas de equipos de respiración incompletos e inservibles a directores de hospitales que esperaban con enorme expectativa para aliviar sus apremiantes necesidades. La euforia de los discursos de la presidenta-candidata contrastó con la inutilidad de los mismos y la esperanza de los pacientes muy pronto se trastocó en tragedia.

Esta es la demostración más clara de las prioridades del régimen: robar y ganar votos. Prefieren usar el poder para sus fines impúdicos en lugar de defender la vida, y como en los cuentos de terror, la muerte es para ellos apenas un aleteo de murciélago. De hecho, los que oficiaron el rito del simulacro ni siquiera creen en la democracia sino en las bondades festivas del poder como lo demostró la hija de la presidenta y el propio ministro de la Presidencia, a tiempo de usar avionetas del Estado para sus menesteres carnales. Está claro que su mística es la indolencia y sus actos sombríos e inhumanos amenaza destruir lo poco que queda de esperanza en el país. Con el robo a mansalva y la sobrada ineptitud para enfrentar la pandemia quedan pocas dudas acerca del destino que nos depara a los bolivianos que no parece ser otro que el retorno a la vieja condición de cementerio minero. Junto a éste, otros camposantos, preñados de cuerpos abatidos por el hambre y las enfermedades esperan su turno.

El sobreprecio en las compras de equipamiento médico es apenas la punta del iceberg. Desconocemos las sinuosidades en otros negociados millonarias encubiertos por decretos supremos y resoluciones administrativas hechos a la medida de su bajeza. El Ministerio de Economía y Finanzas Públicas (MEFP) en sintonía con las tentaciones cleptómanas del régimen dispuso colocar, bajo la alfombra, la larga lista de contrataciones aprovechando la emergencia sanitaria nacional (MEFP, RM 043/2020). FFAA y Policía Boliviana, además de disponer de cuantioso dinero recibieron también blindaje normativo para evitar que se conozcan sus millonarias compras de armas, equipos y munición para cumplir el mandato represivo. Nadie sabe hasta dónde llegó la voracidad del régimen para fagocitar el patrimonio de los bolivianos. Bastaría destapar uno a uno los negociados en Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL), Boliviana de Aviación (BOA), Empresa Nacional de Electricidad (ENDE) así como en la minería estatal, la empresa del litio o el manejo doloso de las tierras fiscales, para darnos cuenta que llegaron al poder para destruirlo todo, a la velocidad de la luz.

Viven el gobierno como buitres hambrientos, dispuestos a devastar lo que se les pone al frente bajo vigilancia cómplice de amos extranjeros. Se mueven como un virus maldito que infecta todo a su paso creyéndose inmunes y con derecho a ocupar un lugar en el reino del olvido. Empero, los hechos son como tajos profundos en nuestra conciencia que exige una respuesta perentoria. Tristemente, cada hora que transcurre, los bolivianos asistimos a una sucesión interminable de denuncias de corrupción y saqueo despiadado, dirigido por una mafia de corbata contra un país indefenso ante la inercia de quienes en el pasado inmediato procuraron construir un Estado Plurinacional. Mientras los dirigentes sociales o sindicales están vacantes en su tarea de defender lo que se ha construido con manos obreras, campesinas e indígenas, los cuervos se devoran toda la carne fresca para espanto del futuro.

II

Resulta extraño que todos aquellos agoreros que ventilaban a los cuatros costados las irregularidades cometidas por el gobierno del MAS mantengan ahora un silencio sepulcral. ¿Qué pasó con el ejército de analistas, periodistas, columnistas, conductores de televisión y académicos, que montados en la narrativa furiosa de la restauración democrática hoy no digan ni una palabra o digan palabras a medias sobre este mar turbulento de corrupción, ineptitud, represión y violación de los derechos constitucionales? ¿Mutaron o migraron? ¿Se les terminó el repertorio o es que el imperativo del momento es callar en siete idiomas? ¿También se cobra por la complicidad y el silencio? ¿Dónde están los preclaros defensores de las virtudes públicas como los Toranzo, Ayo, Mariaca, Fortún, Cajías, Mendieta, Molina, Barbery, Archondo y una larga lista de oficiosos periodistas o pseudointelectuales chapuceros, contratados para soplar humo y echar lodo? Vástagos de su propia miseria hoy esconden la mano sin que la vergüenza les alcance el decoro. Varios de estos señoritos que esperaban festejar la llegada de la democracia, con golpe de por medio, actuaron como amanuenses de la ruina del Estado y la sociedad. Otros, conversos súbitos, reciben ostentosos cargos y los demás hacen de peones silenciosos ante la lacra que nos envuelve. El oficio ruin de mirar para otro lado no es nuevo.

Dóciles frente al ministerio de la censura murillesca (orweliana), parecen haber capitulado a una rentable cuarentena y a su libre pensamiento mientras los librepensadores de la calle y plazas públicas son arrestados sin compasión solo por su derecho a discrepar. Apenas armaron un manifiesto público de doble moral contra la censura para evitar su muerte intelectual a futuro en defensa de un “guerrero digital”, de paso, masista, rebelde, joven e indígena. ¿Expiación o culpa? Ni una sola palabra frente al secuestro de la libertad de expresión real y excesos financieros del gobierno para sedar a los medios de comunicación. Silencio absoluto y secreto de Estado en torno al jugoso negociado entre empresarios de la prensa escrita y el régimen complaciente. Cuando empezó la cuarentena la prensa escrita mostró su agónica mano vacía por la falta de circulación de sus periódicos y hasta sus aliados de la SIP salieron al paso. Cartas de por medio se logró el acuerdo. ¿En qué consistió la compra del silencio? ¿Cuál el precio del silencio que se cobra para que fluyan los billetes a las arcas empresariales? Una nueva forma de extorsión elegante en medio de la pandemia, una variante del abuso de poder para que las avionetas estatales continúen sus piruetas carnales en el aire. Así, medios de comunicación y periodismo felón tienen también, a su manera, sus propios “respiradores criollos”.

Solo como ejemplo, UNITEL, la red televisiva más procaz y alienante cobra cada mes casi un millón de dólares de nuestros bolsillos no solamente para torcer la verdad sino para inmovilizarnos con sus programas ridículos y sus narrativas procaces y estridentes. De paso, la Ministra de Comunicación, Isabel Fernández, impúdicamente esconde jugosas transferencias estatales a su casa matriz como muestra de su pulcra fidelidad. Como buena exempleada, complaciente con sus viejos patrones, junto al secretario privado de la presidenta, ha impuesto la regla del rating para fijar pauta en los medios. Sobre las babas de la idiotez colectiva los bolivianos debemos llenar la billetera de nuestros verdugos que trabajan con tanto aplomo contra la cultura nacional. Una verdadera proeza de la astucia: la enajenación cobra por su noble oficio mientras cientos de miles de niños duermen con estómagos vacíos soñando ser artistas o modelos de televisión.

Los bufones a sueldo solo aparecen para mostrar las grietas de 14 años del gobierno de Evo Morales. En un juego de palabras, astuto y cobarde, esconden 14 años de crecimiento económico, redistribución de la riqueza, transformación de la geografía del hambre en productividad y desarrollo humano, por si no fuera poco, esconden el ingreso de las masas oprimidas y de millones de indígenas sin voz, al coro de la historia que estaba confinada al oprobio.

En medio del silencio y del cerco mediático, que apenas abre la boca para no quedar en ridículo, la crueldad del régimen no parece tener límite alguno. Nos mienten a todos sin el menor rubor y nos engañan sin asomo de vergüenza frente a la pandemia que avanza sin freno alguno. A Potosí le dijeron que le instalarían un laboratorio de pruebas rápidas hace dos meses y hasta ahora los enfermos miran cómo se les acerca la muerte, lenta pero inexorable, como al resto del país. A Oruro le comunicaron lo mismo y de los 350 ítems comprometidos para cubrir su déficit de médicos y enfermeras apenas entregaron una tercera parte que ha despertado la ira de sus autoridades. En Tarija hicieron lo mismo, señalaron que tendrían en escasas semanas, laboratorios, reactivos, ítems y respiradores mecánicos, pero apenas llegó un laboratorio sin reactivos, obligando a esperar 10 días el retorno de las pruebas desde la ciudad de Santa Cruz. Entretanto la gente ya ha pasado por el duelo de los que se fueron, esperando al próximo muerto en la familia. Sucre no está al margen de esta impostura cruel. Después de más de dos meses de promesas instalaron el laboratorio, pero con reactivos que no sirven, en un juego de indolencia intolerable asistidos por el nobel científico, Mohammed Mostajo. Para calmar los ánimos, la presidenta acaba de anunciar una inversión social de 85 millones de bolivianos para fortalecer la salud en su 210 aniversario del primer grito libertario. Es la misma fórmula en todas partes, ofrecer dinero para calmar la protesta social como si fueran un gobierno serio, responsable y con recursos disponibles cuando ya empezó a hipotecar al país frente al FMI, al BM y la BID. Pura chapuza financiera en medio de la chacota política.

Todo esto prueba que no tienen piedad con el dolor de un pueblo como no lo tuvieron cuando les tocó elegir entre proteger la libertad de protestar y la masacre: Senkata y Sacaba, lugares comunes donde mataron a 36 personas, son los hitos sangrientos de su ingreso al templo del poder bajo la bendición de una biblia que ha escupido ráfagas de horror en tan poco tiempo. Hoy, la pandemia es otro escenario dantesco que pone a prueba la fuerza bruta y el cálculo artero del régimen frente a un pueblo heroico que empieza a contar sus muertos por cientos. Están ungidos por la pátina de la violencia insana, cobarde y bastarda. Tienen una guardia pretoriana y asesina de militares y policías que los protegen a cambio de una paga miserable en medio de la confusión y la sordera. Ni la sangre que chorrea del cuerpo de jóvenes acribillados a balazos o de mujeres de pollera indefensas es capaz de aplacar su furia rencorosa que opera como venganza. Su convicción para el pillaje y el dolo no se detendrá hasta saciar su apetito desmedido, como vulgares aves carroñeras, que siempre lo fueron. Hoy la carroña tiene, en el silencio cómplice de los ilustrados de la palabra, la escritura y el verbo, a sus mejores defensores o cuando menos, a sus esclarecidos cómplices.

III

La interminable historia de la compra de respiradores a precios exorbitantes cuenta con tres personajes que se mueven como títeres bajo la batuta de un cuarto, en apariencia invisible, moviendo los hilos siniestros de la banda impostora: Jeanine Añez, la presidenta candidata, al “humanitario” y lujurioso Yerko Núñez, al siniestro comisario de burdel, Arturo Murillo y al grotesco agente CIA, Erick Foronda, el mago de las designaciones gubernamentales proimperiales. El ex ministro de Salud, que no se salva de este contubernio mafioso y que ha sido llevado a la cárcel por la flagrancia del delito ha declarado que Jeanine Añez dispuso la entrega de los 170 respiradores en los nueve departamentos para matar dos pájaros de un tiro: mostrar al país que eran capaces de adquirir equipos modernos para enfrentar la pandemia y como resultado de la gestión, obtendrían simpatías y réditos electorales. Una jugada maestra de ajedrez en medio del drama.

Nada mejor que exhibir la más alta tecnología en respiradores para revertir la pesadumbre y exigencias sanitarias que cada día amenazaban cercenar la credibilidad del régimen. Aparentemente, Añez, Núñez ni Murillo, quienes formaron parte de la comitiva, nunca preguntaron por las características del equipo, no les importó saber ni siquiera la marca y jamás se preguntaron sobre su uso o utilidad, peor aún, el tiempo en el que debía iniciar su funcionamiento o quienes serían los operadores de los equipos. Solo les interesó la entrega en acto público y la arenga de la candidata para lograr los efectos electorales deseados. Desde lejos, el vigilante imperial se frotaba las manos después de entregar el discurso escrito a una presidenta especializada en leer, sin la más mínima capacidad de entender la compleja realidad de un país que ignora y desprecia.

Desde La Paz, la comitiva emprendió vuelo a través de miles de kilómetros para llegar primero a Santa Cruz, una de las ciudades más castigadas por la pandemia, luego Trinidad, Cochabamba, Sucre, Oruro y Tarija. Para mostrarse eficientes se nutrieron de una poderosa comitiva aérea que contó con aviones y avionetas de diverso tamaño: el C-130, más conocido como “Hércules”, contratado para trasladar los equipos, el avión presidencial Falcon FAB-01 con la comitiva presidencial y las avionetas Beechcraft FAB 0-48 y FAB 0-47 respectivamente, para el traslado de ministros, personal administrativo, peluqueros, maquilladores y personal de seguridad. No dejaron ningún detalle al azar, se trataba de la primera compra masiva de equipos que debían tener una resonancia nacional e internacional. Durante la entrega de los equipos en la ciudad de Sucre la candidata presidenta exclamó a los cuatro vientos que los equipos eran “fáciles de usar”. Con el ánimo de despertar una piadosa simpatía en el país, remató diciendo que había “sufrido para conseguir respiradores” en medio de una dura competencia en el mercado internacional.

Quien le escribió el discurso ignoraba la tormenta que se avecinaba y que el sufrimiento de la primera dama, insospechadamente, provocaría el derrumbe moral del régimen que quedó sin ápice de legitimidad, si es que le quedaba alguno. A las pocas horas de admitir el “sufrimiento” de la candidata se desató el escándalo nacional e internacional. Ni los respiradores eran los que la urgencia exigía ni el precio era proporcional a los servicios que debían prestar. Los funcionarios, empezando por el mismísimo ministro de Salud, envueltos en el escándalo, pagaron cuatro veces más por equipos que costaban el precio de uno, pero además ningún equipo servía entretanto no se cerrara el negocio con el sobreprecio acordado y la entrega de accesorios. Horas después de la última entrega en la ciudad de Tarija ya nada cuadraba en los planes electorales frente a la indignación nacional hasta que el régimen sacrificó a sus chivos expiatorios. El ajedrez les había jugado una mala pasada. Toda una parafernalia, costosa e inútil solo para alimentar la vanidad y el objetivo electoral.

IV

Compras dolosas de equipos inservibles, comitivas millonarias viajando por todo el país e impostura gubernamental en medio de la mayor pandemia que asola el país solo es posible en mentes criminales y abyectas. Entregar respiradores básicos sin baterías, software y accesorios, sin previa recepción formal ni verificación de su verdadera utilidad, solo por ganar votos, es inadmisible e inhumano. Pero fueron más allá. No solamente le mintieron al país para hacerle creer que eran respiradores modernos, de última generación, sino que inútilmente pretendieron hacerle creer a ese pobre país, estafado y vilipendiado, que fueron “masistas”, quienes armaron esta tramoya para hacerle daño político al régimen. Inventaron un “testigo clave”, armaron charlas inexistentes con exfuncionarios del anterior gobierno y los responsables del delito pretendiendo instalar la idea que este crimen fue un acto de conspiración, mientras ellos son unas dulces palomas blancas.

¿Cómo es posible un montaje político tan macabro en una hora en la que el país necesita dedicarle todo el esfuerzo para salvar vidas y no para contar votos? ¿Cómo es posible que una presidenta ni siquiera pregunte si los equipos que entregaba, funcionaban? ¿Qué deseo más sombrío alberga el alma de esta mujer y sus consortes políticos que solo muestran sus apetitos desmedidos para perpetuarse en el poder, al costo de una tramposa obra de circo, con bombos y platillos? ¿Qué le ocurre a la prensa nacional que incapaz de pedir una explicación técnica que demuestre que efectivamente los respiradores salvan vidas?

El elenco tramposo entregó en cada ciudad decenas de respiradores españoles con aire de grandeza en medio de discursos electoreros, atropellados por la prisa de la próxima entrega. Desbordados por la parodia, señalaban en cada estación electoral que nunca antes en la historia del país se había invertido tanto y comprado tanto equipamiento para la salud pública. En verdad, nunca les interesó saber lo que entregaban porque el objetivo no era la salud, sino el festín electoral. A caballo regalado no se le miran los dientes, rumiaban en sus adentros.

Esta es la demostración más clara de que privilegiaron sus bajos instintos políticos despreciando la vida de millones de bolivianos. Esta es la razón profunda que los mueve como poder y como régimen: el desprecio por los otros. En la raíz de su lógica política y en su psicología primitiva se esconde una cultura infame que no tiene reparos y por ello, el espejo de una conciencia sin culpa se expresa en su vocación por la masacre, método seguro que conduce al genocidio, la huella constante en nuestra historia. Les da lo mismo matar indios, campesinos, mineros u obreros en Senkata, Sacaba, Yapacaní, Chapare o el Norte de Potosí, como permitir que mueran cientos de bolivianos en los hospitales en el más triste abandono, esperando inútilmente la llegada de una ambulancia, medicamentos o una terapia oportuna que les salvará la vida, como en Trinidad o en el resto del país. La historia de ayer parece repetirse por su lado más cruel: ayer fue la masacre de Catavi, Siglo XX, Huanuni, Laikakota, Valle Alto, Villa Victoria, Villa Tunari o El Alto.

El poder lo hace inmunes y ciegos al dolor o a la muerte de los otros. Con la misma frialdad criminal con la que actuaron en Senkata y Sacaba, hoy se pasean sobre los cadáveres de nuestros compatriotas, tirados en la soledad de los pasillos fríos de hospitales públicos. Paradójicamente, como una broma macabra, los primeros respiradores se entregaron en Santa Cruz y luego en el Beni, allí donde hacen falta cajones y cruces para los muertos, porque cementerios les sobran a los pobres. En el pueblo más católico del país no hay cristiana sepultura sino un silencio denso que envuelve la ira y la impotencia. Ni eso conmueve a los poderosos que provienen de estas comarcas.

Pero la sepultura cristiana es lo de menos, importa más el negocio y sobreprecio que las lágrimas de impotencia de la gente. Fingen gestos solidarios con la misma facilidad con la que matan sin remordimiento. No son un gobierno, constituyen una pandilla bastarda nacida para el desprecio, el odio y la rapiña. Los hechos los muestran como hijos putativos de la codicia y la barbarie racista a los que acompaña la otra barbarie, la de una burguesía encomendera que cree que cambiando gobiernos reciclará el método del saqueo. Junto a ellos, la mano extranjera que no cesa de atizar la violencia para escarmentar a los indios rebeldes porque en último término son los que retomaron el poder y terminarán gobernando esta patria al borde del precipicio. Añez, Núñez y Murillo son apenas una pieza cómoda y necesaria en el tablero de otros apetitos mucho más voraces dirigidos por un intermediario extranjero, el inefable Erick Foronda, cuya misión es cumplir a cualquier costo las tareas sucias de su agencia madre: el Departamento de Estado. Están urgidos de un país que nuevamente se acostumbre a vivir de rodillas y exaltar como a dioses a quienes los humillan como a parias.

Toda esta casta que se niega a sí misma, con sus acólitos de turno, comparten la mística de la mentira y la impostura. Se creen dueños de vidas, milagros y dinero que no les pertenece y como siempre, se sienten con el derecho de aplastar a los que los critican o matar a los que se rebelan. Para lapidarlos, satanizan o vacían la condición humana de los “otros”, desplegando su arsenal enajenante, etiquetándolos, al puro estilo de las masacres indígenas del siglo XIX o de la guerra fría en el XX. Es la construcción de una legitimidad necesaria diseñada para la muerte y por ello se los nombra despectivamente como “hordas masistas”, “sediciosos”, “comunistas”, “indios ignorantes”, “guerreros digitales”, “animales” etc. Sin embargo, las palabras les juegan una mala pasada. En verdad, son ellos, esa casta maldita, como decía Zavaleta, que asola nuestro país y preña nuestra historia continuamente con su violencia multiforme. Es la cofradía de siempre, esta vez, convertidos en sátrapas que matan en plena pandemia sin temor alguno y al mismo tiempo roban sin inmutarse.

V

Pero este juego macabro tiene más capítulos horrendos.

Hablemos del YERNO, de Mohammed Mostajo, el novio de la hija de la presidenta candidata que quiere apartarlo de la escena del crimen porque tiene guardado el secreto del mayordomo. Mostajo forma parte de la familia y del círculo íntimo de Añez y nada mejor que un “científico” como pariente político para una tribu enteca. Su prestigio fue expuesto como un producto comercial escaso. A tiempo de prestar juramento de posesión, El Deber, periódico cruceño, el 13 de febrero de este año, tituló lo siguiente: “El talentoso académico que estudió biotecnología en la universidad de Harvard ejercerá como representante extraordinario en Misión Especial para la Ciencia, Tecnología e Innovación ante organizaciones internacionales”. La prensa y los amigos abreviaron el pomposo título para llamarlo a secas, “embajador de ciencia y tecnología”, al flamante funcionario que ni siquiera llegó al aeropuerto internacional para abordar el avión y cumplir su misión en el extranjero.

Añez, en su triste y pantagruélico papel de ventrílocuo de Foronda, en singular diatriba con el público, señaló que la misión de Mohammed era “facilitar y coordinar la creación de un observatorio boliviano de ciencia y tecnología. Además, de gestionar la transferencia de tecnologías de las empresas y corporaciones internacionales como las residentes en Silicon Valley y otras, en favor de emprendedores y empresas públicas constituidas en Bolivia”. Espejitos de colores para indios incivilizados, diría Foronda, a tiempo de escucharse a sí mismo como ejemplar vástago de jefes insanos, mandando desde la distancia.

El solemne discurso, pieza perfecta para consumo de idiotas felices, no le impide a Mohammed Mostajo seguir ganando un suculento sueldo que sobrepasa los 10.000 dólares americanos mensuales, en una misión tan extravagante como demagógica que nunca cumplió, en un país en el que el salario básico es de 300 dólares. El yerno, cuyo talento para la ciencia se ha puesto en duda frente a los presuntos negociados, creyó que la misión más rentable era cumplir su “noble” labor desde el palacete imperial de la Plaza Murillo, junto a la princesa Carolina, como consorte, amante o aliada. El adjetivo es lo de menos, importa el sustantivo, pensaría el elegante novio, apasionado por los suculentos negocios, viento en popa.

El escándalo del sobreprecio de los respiradores salpicó a la cancillería, institución bastante más ocupada en hipotecar nuestra soberanía nacional a manos de actores extranjeros y en el disfrute del festín burocrático, para solaz de clanes familiares. Sorprendida e indignada, la Canciller rechazó cualquier involucramiento de su ministerio, argumento desmentido categóricamente por las comunicaciones oficiales del cónsul boliviano dirigidas oportunamente a la autoridad. David Pareja Lozada, flamante cónsul general destinado a Barcelona, España, le había informado de las gestiones que se encontraba realizando en coordinación con el personal del Ministerio de Salud para la adquisición de respiradores. Para lavarse las manos, Longaric declaró desconocer estas comunicaciones señalando que la correspondencia dirigida a su despacho había sido desviada irregularmente a sus viceministerios. Fiel a su estilo, declaró ser inocente de cualquier sospecha, por el contrario, se defendió apelando a su exclusivo atributo de “honradez y profesionalismo” en un contexto en el que extrañamente ignoró sus deberes básicos como leer la correspondencia oficial e incluso conocer a sus funcionarios claves como Pareja Lozada, nombrado con su firma y sello y enviado pocos meses antes al consulado general de Barcelona, España. La canciller señaló desconocer personalmente a su cónsul, hijo de una candidata de Santa Cruz a diputada por JUNTOS, el partido de la presidenta. Su cónsul general se había convertido no solo en un intermediario eficiente en el suculento negocio de los respiradores sino en un diplomático eficaz de bienes raíces proveyendo en alquiler sus propias oficinas a la empresa contratista española. Además de alquilar la soberanía nacional a manos de extranjeros, Pareja Lozada había informado por escrito tempranamente a Longaric de la oferta de otros respiradores a mitad de precio, informe que fue supuesta y deliberadamente desviado de su curso natural.

Al parecer, el negocio del sobreprecio habría configurado un triángulo extremadamente sensible y peligroso para el futuro electoral del régimen: Palacio de Gobierno/Comité Científico, Cancillería y Ministerio de Salud. En medio del ruido y la indignación nacional con repercusiones internacionales, la candidata presidente anunció que se había enterado del negociado por las redes sociales a las que prometió transparencia en todas las adquisiciones y una prolija investigación, “caiga quien caiga”. Sin embargo, la declaración de la autoridad carece de veracidad puesto que estuvo enterada de las gestiones que se hacían respecto a las adquisiciones de equipos en el marco del Comité Científico, como gestora directa en la entrega de equipos a los hospitales del país y como receptora de la información diaria provista tanto por Mohammed Mostajo, como por el propio ministro de Salud, dada la emergencia sanitaria. A las pocas horas de su anuncio no tuvo más remedio que sacrificar al presunto jefe de la manada.

En efecto, Añez y su Secretario Privado, Erick Foronda, el autonombrado agente CIA, prefirieron inmolar a Navajas, su ministro de Salud, por distraído y torpe o porque ya no les servía, en procura de salvar el proyecto político, al pequeño genio de los multimillonarios negocios palaciegos y a sí misma. Mostajo niega toda responsabilidad en el artero negociado. Se rehúsa admitir que conocía este tipo de equipos rechazando haber asesorado en su compra. Sostiene que su función, a la cabeza del Comité Científico, no era necesariamente asesorar en este tipo de menesteres. Sin embargo, con una suficiencia digna de un sabio en medio de beduinos estupefactos, declaró en abril, ante un canal de televisión, conocer bastante sobre las características de respiradores que debían ser adquiridos por el Ministerio de Salud.

Por otra parte, los primeros días del mes de mayo, extrañamente asistió a la entrega de dos respiradores mecánicos adquiridos por la gobernación del Beni y entregados al hospital de Trinidad pretendiendo mostrarle a la población que los equipos provenían del gobierno nacional. Lo hizo en compañía de su primo, Eduardo Claros Mostajo el proveedor, quien, junto a su esposa, Lorena Benegas, habían logrado crear en la ciudad de Santa Cruz tres importantes empresas especializadas en la importación de equipos médicos: MEDIQUIP, Dolphin Medical SRL y Medimark, como sostiene la denuncia ante la fiscalía del exparlamentario Bernardo Montenegro.

La presidenta y el yerno pretendieron hacerse los listos creyendo que podían engañar al país entregando no sólo respiradores inservibles sino laboratorios en apariencia comprados por el gobierno nacional. La ciudad de Sucre fue el globo de ensayo. El viceministro de Planificación anunció que el gobierno había comprado laboratorios exclusivos para la detección del COVID-19 cuando en realidad se trataba de una donación de NNUU para la detección de enfermedades vinculadas inicialmente al VIH y otras enfermedades transmisibles. Estos laboratorios formaban parte de un programa de cooperación convenido el año 2019 con el Ministerio de Salud. La propia representante residente del PNUD en Bolivia, Luciana Mermet, recordó el antecedente a tiempo de entregar en carácter de donación diez unidades GeneXperts (biología molecular automatizada en tiempo real) y tres equipos termocicladores (PCR – Reacción en Cadena de la Polimerasa, por sus siglas en inglés) al Gobierno nacional en la ciudad de El Alto. A los pocos días que se anunció la instalación del laboratorio en el Hospital San Pedro Clavel, periodistas de Sucre denunciaron el escandaloso engaño reiterando la demora en su funcionamiento tanto por la incompatibilidad de reactivos como por las fallas técnicas del laboratorio.

La presidenta y el yerno pretendieron instalar la misma mentira de la compra de los laboratorios exclusivos para el COVID-19 en la ciudad de Trinidad. Mostajo escribió el 9 de mayo en su muro la prueba del delito: “El día de ayer estuve en Trinidad junto con la presidenta Jeanine Añez. Trinidad ha recibido un equipo de PCR en tiempo real perteneciente al SENASAG, el cual será utilizado para diagnóstico del COVID-19. Para asegurarme que todo el equipamiento esté funcionando, personalmente procesé muestras y controles. El personal del SEDES Beni está siendo entrenado en CENETROP Santa Cruz (yo entrené al personal restante) y una vez terminen su entrenamiento comenzarán a hacer las pruebas en Trinidad”.

En una extraña pirueta narrativa Mostajo señala la recepción del laboratorio en “tiempo real” colocándose en el centro del episodio como el valiente capitán al mando de tropas en el combate. No sabemos qué otros tiempos, además del “tiempo real” existen en el planeta, pero lo cierto es que hasta ahora no existe laboratorio alguno que funciones en Trinidad destinado exclusivamente para el COVID-19. Se continúa enviando muestras al CENETROP de Santa Cruz que tardan dos semanas en devolverse cuando muchos de los contagiados yacen bajo tierra.

El mismo Mostajo, el 21 de abril, asesor científico de la estrategia boliviana contra el COVID-19, se comprometió a triplicar el número de diagnósticos de la enfermedad con reactivos procedentes de los Estados Unidos, pasando de la actual capacidad de 900 pruebas a más de 3.100 diarias, como señaló públicamente ante Forbes Bolivia (21, abril 2020). Monumental mentira la de Mostajo puesto que hasta el 19 de mayo solo se realizaron 14.803 pruebas de las más de 200.000 o más pruebas que deberían haberse realizado.

Para variar, el propio ex ministro de Salud, Navajas, señaló aparentemente acongojado que las pruebas, además de haber sido compradas con sobreprecio, tardarían en llegar al país. “Hay ciertas pruebas que todavía no hay para comprar, y hay otras que ha sido difícil de encontrar, así es que hemos tenido que estar en situaciones de tener que pagar sobreprecios para poder tener esos tests”, dijo (Opinión, 27 de abril 2020). La propia agencia de información estatal señaló que “el país tuvo que enfrentar la crisis sanitaria con pruebas a un costo de 40 dólares cada unidad, pero ahora se comercializan entre 12 y 14 dólares” (ABI, 27 de abril 2020). Dixit. La misma lógica que se usó para la compra de pruebas se aplicó a la compra de respiradores, pagar cuatro veces por el valor de uno.

Como si fuera poco, el régimen ha presupuestado más de 1.000 millones de dólares para construir infraestructura hospitalaria, adquirir equipos e insumos de salud en el extranjero, medicamentos o contrataciones de personal con decretos supremos tramposos, libres de toda fiscalización, como en los mejores tiempos del neoliberalismo o como los que prefería Carlos Mesa con los “gastos reservados”. Compras directas o por excepción para enfrentar la “emergencia sanitaria nacional” es la fórmula perfecta en la que cabe el yerno.

¿Casualidad o cálculo? En el epicentro de las decisiones para las compras excepcionales y millonarias se encuentran el Comité Científico, y Mohammed es, qué ironía, la cabeza del Comité.

El famoso Comité Científico, compuesta por Añez en su calidad de presidenta, Oscar Ortiz, el de las “manos limpias” y actualmente ministro de Desarrollo Productivo, Marcelo Navajas, ministro de Salud y Mohammed Mostajo como embajador y científico, además de otros que nadie sabe quiénes son, más que tratar la pandemia desde la ciencia médica se dedicaron a tratar sus efectos políticos, y por ello mismo, la presurosa compra de equipos y la despiadada gira electoral. Ciertamente, el Comité Científico, con ropaje de adusta seriedad, no es más que entelequia revestida de cientificidad para fines de la cháchara y la imagen comunicacional. En realidad, es otro núcleo privilegiado y encubierto del círculo íntimo de la candidata presidenta y sus aliados destinado a prodigar jugosos negociados en tiempo récord. Jugando al azar con la vida de la gente, el Comité Científico que no acierta en nada, navega en aguas turbulentas cuestionado por sus propios aliados como el célebre Dr. Luis Larrea, presidente del Colegio Médico de La Paz.

Ha quedado al descubierto que el Comité Científico es la coartada perfecta para el asalto a mano armada. Hasta hoy, ningún científico serio ha salido a la palestra para explicar el fenómeno criollo de la pandemia, su comportamiento o impacto específico en el país o sus proyecciones, más que el ilustrado embaucador que –televisión mediante– nos ha tomado el pelo mostrando juventud y apariencia académica en medio del malabarismo mediático tan suelto de cuerpo y corto de ideas. Una verdadera obra maestra de la impostura. En abril, el científico educado en el altar de la ciencia norteamericana (Harvard University) nos dijo que los respiradores y los reactivos llegarían en semanas y resulta que solo llegaron los equipos inservibles mientras los reactivos y las pruebas para el diagnóstico siguen flotando en el mar de los negociados. Asimismo, Mohammed Mostajo declaró que los respiradores mecánicos para uso de terapias intensivas adquiridos en la China, sin que nadie sepa aún el precio, llegarían recién a fines de julio o cuando pase la curva más alta de contagios que coincide con la muerte masiva de nuestros compatriotas.

¿Cuántos muertos se habría evitado el país y las familias afectadas si el régimen hubiera cumplido honradamente su tarea de hacer las cosas correctamente? ¿Hay crimen más ruin y artero que ver pasar cadáveres por tus narices mientras todo un pueblo gime de hambre y desesperación, mientras se hace al mismo tiempo negocios turbios a sus espaldas?

Mohammed, además de negar su involucramiento en la compra de respiradores, al parecer no solo es el maquillaje de la fiesta del odio y la corrupción sino también el cómplice idóneo de los truculentos negociados. Junto a Navajas, el aparente chivo expiatorio y el Comité Científico, nutrido por Ortiz y Añez, forman parte de la peste nefasta que ha hecho del país un botín de guerra en medio de la tragedia colectiva.

Ni siquiera Añez ha sido generosa con su propio pueblo, el Beni, que hoy padece lo indecible. Todo lo contrario. Decenas de muertos no declarados oficialmente están siendo enterrados en medio de la congoja de cientos de familias que viven las horas más tristes de toda su historia regional. Trinidad, la ciudad más azotada por la pandemia tiene farmacias sin medicamentos, familias sin alimentación y cadáveres esperando sepultura, además de cientos de comunidades indígenas viviendo bajo el miedo atroz a una muerte que parece inevitable.

VI

¿A éstas altura convendrá preguntarse, quién gobierna el país, asediado por una gigantesca e imparable ola de corrupción, caracterizado por la violación flagrante de los derechos constitucionales y humanos, en medio de la mayor ineptitud y descrédito gubernamental ante el drama de la pandemia? Por cierto, gobiernan los que eligen y uno de ellos, tal vez el más importante es sin duda, Erick Foronda, el agente criollo de los servicios de inteligencia de los Estados Unidos (CIA). Decir que la candidata presidenta decide o gobierna es demasiada concesión a una mujer que apenas deletrea o comprende los versículos más simples de la biblia. Foronda cogobierna con aquellos que, sin hacerle sentir inútil a la presidenta, saben que en escasos meses se librará la batalla política más importante que dirimirá el destino nacional, entre ellos Ortiz, Núñez, Arias o Parada, además de un pequeño pero sofisticado equipo de asesores extranjeros de Estados Unidos, pagados por el programa de “promoción de la democracia”, financiado por USAID/NED.

Aunque éste no es el espacio para describir en detalle la sinuosa carrera profesional y política de Foronda, debemos admitir que ocupa un lugar privilegiado en el gabinete sin ser ministro y en la presidencia sin pasar por algún filtro partidario. Su partido, no cabe duda, es el republicano, cercano a los legisladores cubano-norteamericanos de Florida, mafiosos por extensión, y su país, claro está, es Estados Unidos, a pesar de haber nacido por accidente en Bolivia. Foronda cumple las funciones de Secretario Privado de Jeanine Añez y consejero de facto del gabinete. Nunca antes la CIA había gobernado un país desde la misma silla presidencial como ahora, incluso perdiendo hasta las formas más elementales, en su larga historia de injerencia y crimen en Bolivia.

Distraído en elaborar discursos para la inteligencia plana de la candidata, su mayor tiempo lo ocupa en dar órdenes a Murillo que unas veces oficia como mascota y otras como perro de caza. Cercado por una extensa red de informantes, operadores y agentes de oficios siniestros, bien provistos y pagados por la CIA, Foronda también hace seguimiento escrupuloso a encuestas, noticieros y prensa escrita con el ánimo de conocer si sus testaferros cumplen disciplinadamente el mandato diario que sale de sus entrañas. Recibe con adusta seriedad a quienes ofrecen caminos tortuosos, estrategias malsanas y métodos venales para destruir a sus enemigos políticos, que, según su distorsionada lectura, afectan intereses sagrados de su primera patria. Foronda, que sobreestima su inteligencia, que no es más que una astuta radiografía de la mediocridad que lo rodea, no deja de mostrar su asombrosa fidelidad al imperativo imperial de los Estados Unidos al que Bolivia debe tributar en condición de colonia. A pesar de los desorbitados crímenes de lesa humanidad que carga sobre sus hombros la potencia declinante, con un presidente convertido en bufón global, no deja de exaltar sus potenciales atributos genocidas.

En un contexto en el que la ignorancia y la voracidad ocupan el centro de las más altas decisiones de Estado, Foronda opera impulsado por su profundo rencor y sed de venganza contra Evo Morales y sus colaboradores cercanos. No es para menos, puesto que su “maestro de artimañas siniestras y oficios canallas” fue expulsado del país. Como furibundo alguacil de prostíbulo barato, da rienda suelta a sus instintos más burdos, combinando con las órdenes que recibe desde Bogotá, de Philippe Goldberg, su amado embajador, el mismo que dirige las operaciones encubiertas contra Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua, en su calidad de agente secreto del Consejo Nacional de Seguridad. Foronda vive obsesionado por cumplir pulcramente las tareas impuestas por la CIA o el departamento de Estado que es lo mismo, esperando ser catapultado a las ligas mayores a futuro. Enceguecido por el tufo racista que lo envuelve, no cree tener otro legado que no sea sostener el régimen de Añez al precio que sea, incluso matar, que es un oficio pegajoso. Para todo esto cuenta con el apoyo ciego de López y Murillo, en una suma feliz de bayonetas y cuchillos. Este es, ciertamente, un núcleo macabro al que le interesan tanto los negocios como complacer sus bajos instintos.

Como suelen ser los cobardes en la hora crítica, Foronda niega haber elegido a Navajas para no cargar el estigma de la complicidad mafiosa. Pero no solo que lo eligió, sino que terminó lapidándolo cuando ya no había salida ni explicación posible al negociado procaz de los respiradores. Navajas, un aparente y locuaz empresario exitoso de la salud privada habría prestado servicios, junto a sus clínicas, al personal de la embajada norteamericana, circunstancias en las que conoció al agente. Foronda eligió a Navajas como el sustituto del ex ministro de Salud, Aníbal Cruz, también elegido por Foronda y destituido o renunciado por razones aún desconocidas. Cruz había sido parte de la estrategia desestabilizadora contra Evo Morales, en su calidad de presidente del Colegio Médico de Bolivia, a lo largo del 2019 y recibió como trofeo, además de recursos previos, el Ministerio de Salud. Desde esta trinchera política dedicó gran parte de su tiempo a cumplir el mandato de la embajada norteamericana que le impuso la expulsión de la Brigada Médica Cubana, el bestial asalto de la Clínica del Colaborador y una campaña despiadada contra el prestigio de los médicos cubanos, además de impulsar, junto a la ex ministra de Comunicación, Roxana Lizárraga, una cruzada comunicacional digna del fascismo hitleriano. Se sospecha que Cruz se habría negado a firmar las decisiones del Comité Científico vinculadas a compras millonarias y poco transparentes en el extranjero.

A escasos minutos de la investidura de Navajas estalló el escándalo que lo vinculaba a dos episodios sombríos: primero, como padre de familia había chicaneado en los estrados judiciales para abstenerse de pagar las pensiones y estudios de sus hijos, en su primera esposa. Segundo, salió a luz pública procesos judiciales con sentencia ejecutoriada, vinculados a casos de extorsión. Como especialista neumólogo se lo acusó de no proveer oportunamente medicamentos que exigían sus pacientes con cáncer terminal, sino que cuando lo hacía, los medicamentos o estaban adulterados o había fenecido su ciclo de vida.

Pero no hay chivo expiatorio que no tenga beneficio desde las sombras. Venciendo la resignación de su derrota moral ante el país entero, Foronda y sus secuaces idearon la estrategia del “mínimo daño posible” al régimen, pasando a la contraofensiva: culpar al MAS del escándalo del sobreprecio, involucrar a terceros para distraer la atención de la opinión pública, amortiguar la muerte civil de Navajas evitando contaminar al Comité Científico y a la presidenta candidata. Por cierto, el papel gravitante de la estrategia lo jugarían los medios de comunicación, en particular aquellos vinculados carnalmente a Foronda, como es el caso de radio Panamericana, Fides, Erbol y los periódicos escritos como digitales, Página 7, El Deber, Los Tiempos y otros como las redes nacionales de televisión, UNITEL, ATB, Red UNO, Bolivisión, a las que comprometió incrementarles la pauta publicitaria como si el dinero de los bolivianos fuera suyo.

Varios elementos relevantes acusan recibo de la operación encubierta destinada a distraer el bulto de la corrupción. Bajo la tutela de Foronda, Murillo y sus secuaces ejecutan las tareas sucias apoyados en la Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen (FELCC), con abogados del Ministerio de Gobierno y directores nacionales de Migración e Inteligencia de la Policía. La aparición proverbial del “testigo clave”, bien pagado y entrenado para el efecto, los supuestos mensajes intercambiados entre uno de los acusados con la ex ministra de Salud, Gabriela Montaño, el globo de ensayo contra Eva Copa (MAS), presidenta del senado, acusada por el viceministro de Transparencia de visitar a los involucrados en la cárcel de San Pedro y la ilegal detención policial del juez Hugo Huacani, minutos previos a la audiencia de medidas cautelares de los acusados, configuraron el escenario propicio para distraer a la opinión pública. Por cierto, la operación no podía lograrse sin los altavoces mediáticos, tan dispuestos a cumplir oficios innobles como a cobrar desvergonzadamente.

Nada de lo que Foronda y los suyos se habían propuesto tuvo éxito. La liberación del juez Huacani, precedido por una enérgica condena nacional e internacional, la vergonzosa retractación pública del viceministro de Transparencia Gubernamental, admitiendo haber engañado a la población y el desmentido de Gabriela Montaño desde su asilo en Buenos Aires, pusieron nuevamente al régimen en el banquillo del ridículo. Foronda y sus testaferros fallaron en su vocación siniestra de mentir, engañar y desviar la atención mayúscula de la población. No conforme con esta típica operación sucia, salida de la cloaca de la CIA, Foronda intentó distraer a la población minimizando la inevitable muerte civil de Navajas para evitar confesiones futuras y peligrosas.

Contrató los execrables servicios del periódico Página 7 al que mandó colocar en primera plana una entrevista con la esposa del principal acusado para darle un rostro humano a la sobreexposición judicial de Navajas. Un piadoso ejercicio de solidaridad. Geraldine Garrón, apelando a la sensibilidad de la opinión pública, clamó la inocencia de su conyugue quejándose a su vez de la “devastadora soledad” en la que el gobierno los había dejado. Horas más tarde, el equipo de Foronda impulsó el pronunciamiento del cuerpo médico expresando su solidaridad, destacando la prolija carrera de su colega y exigiendo transparencia en la administración de justicia. Como estaba también acordado con Navajas, su encierro en el penal de San Pedro apenas duraría veinte horas hasta que fue evacuado de su celda y conducido a una clínica particular con el pretexto de salvarle la vida ante un inminente y masivo paro cardíaco.

En las últimas horas, se activaron tres intentos desesperados para tratar de cerrar el epitafio del robo evitando involucrar a la presidenta e impedir su caída libre en las encuestas. Por una parte, obligaron al Fiscal General, Juan Lanchipa, a pronunciarse contra Evo Morales en el caso de las investigaciones sobre su participación en el presunto caso de terrorismo. Lanchipa señaló que se emitiría el requerimiento conclusivo para proceder a detenerlo en Buenos Aires, con la cooperación de Interpol, cumpliendo los protocolos del Sello Rojo. Segundo, el Fiscal General, presionado por el gobierno, declaró en “reserva la investigación penal” por el caso respiradores con el “objetivo de evitar que los presuntos responsables puedan fugar del país o esconder información”. Otro episodio sinuoso del juego de ajedrez.

Tercero, la propia presidenta salió a la palestra pública denunciando: «Esperamos que (la investigación en curso) devele esa red de sabotaje y corrupción que ha sido montada para perjudicar no sólo al Gobierno, que sabemos que somos actores políticos pasajeros, sino que esta red ha puesto en peligro la vida de familias bolivianas”. Una verdadera obra de circo experimental forjado por la cleptocracia. Ni la prensa más furibunda que detesta al MAS ha hecho eco del delirante exabrupto. Las redes estallaron de risa ante la cantinflesca declaración.

VII

Más allá de la estrategia, fallida o no, de “reducción del daño” político causado por la compra ilegal de respiradores y de otros escándalos, la orgía de corrupción estructural no parece que pueda modificar el objetivo supremo: la ocupación extranjera de la nación bajo la fachada de un régimen aparentemente democrático, salido de las urnas. Después del golpe de noviembre del 2019 el país está intervenido por una mafia política de la peor catadura moral, pero al mismo tiempo está ocupado en sus estructuras estratégicas de decisión política y económica por un poder extranjero que amenaza no solo acabar con la precaria, casi pírrica estabilidad política, sino también con devorarse el patrimonio nacional dejando a la deriva nuestro futuro como Estado.

Los episodios de la corruptela palaciega seguramente serán aplacados con la complicidad de la corruptela de algunos medios de comunicación. Junto a una potente campaña en redes sociales posiblemente se termine enajenando a la gente o cuanto menos provocándole intoxicación informativa. La represión no dejará su lugar a otra cosa que no sea la represión misma a mayor escala o con más muertos, detenidos o desaparecidos puesto que la escala del robo y la obediencia que exige la ocupación extranjera impone una respuesta proporcional de brutalidad que ha sido hasta hoy la norma del régimen. Lo más probable es que se continúe montando operaciones encubiertas para darle pan al circo o enreden tanto los escándalos con la intención de dañar al Movimiento al Socialismo, primero en las encuestas de preferencia electoral.

Ante la inexistencia de un bloque hegemónico alternativo que contrapese la fuerza política del MAS, y ante el desencanto y frustración social creciente, en medio de una pandemia que se ha hecho casi imposible de controlar, debido a la ineptitud del régimen, se tiende a dilatar el proceso electoral cuya argucia corre el riesgo de desatar un clima de confrontación sin precedentes. No hay en el horizonte un camino intermedio como la convocatoria a un encuentro nacional que proponga una salida concertada para evitar un corolario funesto, pero tampoco existen condiciones objetivas como para que las fuerzas sociales o los movimientos sociales asuman el liderazgo en medio de la crisis. Se carece de articulaciones eficaces, convergentes y estratégicas para restablecer la democracia secuestrada por la cleptocracia en curso.

Los temores y la incertidumbre por el futuro económico que se avecina en modo casi catastrófico, paraliza la posibilidad de acceder al poder en condiciones de normalidad y nitidez democrática mediante una salida electoral, como ocurrió en el pasado inmediato. A este escenario se ha incorporado el factor militar, con su demanda de ascensos, que ha puesto en jaque a la Asamblea Legislativa Plurinacional, otorgándole un plazo de una semana para que proceda a ratificar la lista remitida por el poder ejecutivo. Las malas lenguas hablan de ruido de sables o rumor de golpe de Estado, incluso de un autogolpe como válvula de escape del régimen.

El adusto comandante en jefe de las FFAA, Gral. Sergio Orellana, con aire de patricio romano llegó a la Asamblea Legislativa para amenazar al primer poder del Estado, la independencia de poderes y el orden constitucional. Declaró que en el caso de que no se proceda a su petición de ascenso los generales procederían a activar sus normas en “reserva”. Si, así como escucha. Los bolivianos nos venimos a enterar que las FFAA tenían bajo la manga normas propias que los convierten en gendarmes supremos del país si no se cumplen sus caprichos o francachelas. Así de simple. Orellana asombró al mundo entero con su amenaza como si las FFAA fueran los árbitros políticos o el pueblo un simple rebaño de ovejas. El ingreso de Orellana a la Asamblea que tiene un parecido fantasmal con la de un sargento ingresando a una chichería solo sirve para la distracción o su hundimiento.

Los gestos de arrogancia militar, que ignoró al propio Poder Ejecutivo, es una poderosa señal que anuncia una larga batalla por el poder que tiene como centro de gravedad la soberanía popular, expresada electoralmente con sus votos y protestas como se acostumbra desde una ciudadanía mutilada, o la injerencia extranjera que hoy ocupa a las FFAA como peones de colonia. Priorizar ascensos en tiempos de calamidad es un despropósito como lo es el régimen cleptómano que ha hecho del país un botín de guerra en medio de cementerios cada vez más colmados de cuerpos abatidos por el hambre y la enfermedad.

Si las FFAA desean mantener un adarme de decoro para el futuro debieran evitar una nueva derrota política y un tiempo largo de un humillante desprecio de la gente que hoy más que nunca exige soldados que defiendan la patria más que títeres de uniforme al servicio de viejos patrones que los desprecian. Por el momento, la globalización está en terapia intensiva lo que no impide que nuestro litio, los potenciales corredores comerciales interoceánicos que ofrece Bolivia, su gas, el hierro o la poderosa fuente energética y biológica del litio deje de estar bajo manos extranjeras. Los bolivianos estamos ante el difícil dilema de ser propietarios legítimos de nuestros recursos naturales para evitar que el país se hunda en la miseria o servimos, nuevamente, como bote salvavidas para evitar el naufragio del capital financiero transnacional sediento de nuestro futuro.

VIII

Al golpe de Estado se ha sumado una pandemia incapaz de ser controlada por las autoridades que ocupan vergonzosamente su tiempo en el asalto al Estado. En menos de 6 meses de régimen se han cambiado tres ministros de Salud, dos en plena pandemia y aún se desconoce la capacidad de gestión de la tercera. Es poco probable que se pueda revertir el escenario catastrófico en el que se encuentra la salud pública hoy. La incapacidad del régimen es aterradora al punto de producirse un verdadero genocidio en el departamento del Beni como lo han denunciado sus autoridades cívicas y la población, esto, debido a la irresponsable gestión del gobierno ocupado en controlar políticamente al departamento en desmedro de la salud pública.

El régimen ha hecho hasta lo imposible para llegar a un punto en el que ha capitulado en sus propias medidas vinculadas con la cuarentena. Se ha sacrificado a la gente durante casi 80 días confinándola en sus hogares con una ejemplar respuesta colectiva en medio de una brutal militarización y policialización de las calles como si se tratara de una guerra. Entretanto Añez y su gabinete ha dedicado gran parte de su tiempo a la represión selectiva, la amenaza y persecución política saturando cárceles y poniendo en riesgo la vida de simples ciudadanos que transgredieron la norma más por hambre que por tentaciones delictivas.

El sistema de salud no tiene norte y el gobierno carece de legitimidad como para lograr una cierta convergencia y cumplimiento en las decisiones sanitarias de alcance nacional. Se ha desplomado la autoridad pública en medio de compromisos incumplidos, mentiras sistemáticas, incapacidad de gestionar compras urgentes y expeditas de medicamentos, provisión de equipos, reactivos, pruebas rápidas o dotación de equipos de bioseguridad que han comprometido la vida de miles de médicos y enfermeras. Ninguna planificación seria ni un mando nacional responsable. Ha primado el cálculo político en las intervenciones de los servicios departamentales de salud como en la asistencia financiera a las gobernaciones y municipios para ejecutar sus estrategias locales y regionales de contención. Se ha llegado al extremo de la mezquindad y el espíritu ruin de la presidenta que hace dos meses un hospital de tercer nivel espera ser inaugurado en Montero, una ciudad castigada por la pandemia y otros hospitales de segundo nivel por el solo hecho de haber sido construidos en la gestión de Evo Morales.

A una economía política del despojo se ha correspondido un régimen político despiadado, fundado en la obsesión de su permanencia y en la obediencia a mandatos externos. Nacido ilegalmente para dirigir una transición el régimen ha conducido al país hacia una catástrofe social y económica de consecuencias impredecibles. Ha roto todas las marcas o linderos que separan el Estado de Derecho de una dictadura y por ello ha sido objeto de cuestionamiento y condena nacional e internacional por todos los organismos e instituciones de derechos humanos defensoras de la libertad de expresión, de la independencia de poderes así como de la propia vida.

Ninguna entidad internacional de derechos humanos se ha abstenido de cuestionar públicamente la criminal persecución política, la censura a la libertad de expresión, las detenciones indebidas, torturas, masacres, violación del derecho internacional del asilo y tampoco se ha puesto en duda su indeclinable afán de quebrar la convivencia pacífica con países vecinos o estados amigos. El exceso, la manipulación y el abuso de poder desmedido ha desplomado el orden constitucional. No hay territorio del derecho que no se haya pisoteado y tampoco institución que se haya librado del saqueo. Como sostienen muy bien los profesores de derecho, argentinos Raúl Zaffaroni y Raúl Gustavo Ferreira, “En Bolivia existe un Estado de “No Derecho”. Se concreta por intermedio de la irracionalidad en la detentación del poder y conlleva la supresión de derechos y libertades fundamentales (Página 12, 28 de mayo 2020).

El prestigio y la imagen internacional del Estado Plurinacional de Bolivia se ha venido abajo junto a una política exterior hundida en la capitulación y alineamiento barato a la política exterior de los Estados Unidos y de sus satélites políticos coloniales como la OEA, el Grupo de Lima o los financieros como el FMI, BM o el BID. Ha retornado la vieja y nostálgica cantaleta de la benéfica dependencia de la cooperación internacional de la mano de USAID y de ONG extranjeras a título de la institucionalidad cooperativa internacional. Nada más obtuso que convertir un país en una semicolonia y a sus ciudadanos en parias del mundo.

Jeanine Añez ha sumado al país a un bizarro pelotón de presidentes latinoamericanos con regímenes de apariencia democrática, caracterizados por su chatura mental y racismo a ultranza, además de idólatras del mercado y fieles al socavamiento de sus soberanías. Siguiendo el modelo cultural, racista, misógino, homofóbico y patriarcal del peor presidente de Estados Unidos como Donald Trump, sacrifican a sus pueblos en el altar de la economía que gobiernan pocos y blancos. Junto a Jair Bolsonaro, Sebastián Piñera, Lenín Moreno, Bukele y otros de igual o semejante estirpe continúan creyendo que la mano invisible de la economía salvará a sus sociedades precisamente cuando hoy el mundo entero está inmerso en una crisis endemoniada del capitalismo que no atina a mostrar ninguna arista de humanidad. El agotamiento de un modelo civilizatorio basado en la religión compulsiva del consumo y la concentración monopólica de riqueza está a punto de colapsar y esto mismo exige de nuestros pueblos salidas alternativas. Los pobres solo salvan a los pobres.

Añez está destruyendo la economía nacional preparándola para un nuevo ciclo de privatizaciones radicales y de enajenación de nuestros recursos naturales al capital financiero transnacional, frente a un futuro que amenaza ser el más devastador de toda nuestra historia económica. Todas las señales que se emiten desde el campo de la economía no hacen otra cosa que amenazar con devolver al país a las peores condiciones de extrema pobreza, desigualdad y a una espiral de hambre y desocupación atroz en medio de un aparato productivo paralizado.

¿Cómo enfrentar este descomunal desafío que nos devuelva la esperanza y el proyecto prepandemia del “Vivir Bien” y nos proyecte a una sociedad posgolpe? No cabe duda que no basta solo la voluntad del espíritu ni la sola templanza para la lucha. Hará falta recomponer la mirada sobre el pasado proyectando un futuro por el momento indescifrable. En todo caso, como reflexiona Cabieses Donoso, “estos tiempos despavoridos claman por una nueva sociedad que no será necesariamente fruto de la desesperación de las masas.

¿Quién puede llevar a cabo esta hazaña si no es la izquierda anticapitalista? […] En este tiempo la revolución tiene un prólogo cultural, porque será necesario derribar espesos muros de ignorancia y prejuicios que son la primera línea defensiva del capitalismo. (La izquierda en tiempos de ira, Manuel Cabieses Donoso, Resumen Latinoamericano, mayo 2020).


 

Natividad y revolución

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