Por Manuel Protto Baglione
Ayer por la tarde, en las avenidas y calles del microcentro y el bajo porteño, 350 mil personas se movilizaron para asistir a un encuentro memorable. En un día que comenzó con mucho frío y luego se fue templando, el acto por el Día del Trabajador del primer año de Gobierno de Mauricio Macri, a menos de cinco meses de mandato, mostró un inusitado escenario de unidad sindical combativa, que planteó, en las voces de Pablo Micheli, Antonio Caló, Hugo Moyano y Hugo Yasky, durísimos cuestionamientos hacia la política económica y laboral del Gobierno nacional.
“No queremos volver a ver en las escuelas a los pibes pidiendo un plato de comida ni a compañeros revisando tachos o jubilados pidiendo para llegar a fin de mes”, manifestó Yasky, de la CTA de los Argentinos, quien habló en segundo lugar desde el escenario ubicado en Paseo Colón e Independencia. Su discurso tuvo recurrentes menciones a las palabras del orador anterior, Micheli, en una muestra más de los diálogos entre las centrales.
Luego se dirigió a la multitud de trabajadores y trabajadoras el metalúrgico Caló. Anunció que el 6 de junio el Comité Central Confederal se unirá a la elección de la conducción de una CGT unificada, el 22 de agosto, en coincidencia con el día del renunciamiento de Eva Perón.
Remeras, canciones y banderas variopintas como en pocas ocasiones aparecieron durante una agradable tarde otoñal. Esa heterogeneidad resultó claramente novedosa. Desde los partidos trotskistas hasta gremios vinculados con el massismo mostraron sus insignias y colores. En los cantos se escuchaban proclamas de retorno kirchnerista (el popular “vamos a volver”) y fuertes cuestionamientos a la gestión de Macri, Vidal y compañía. Como fondo, la organización que disponía un protocolo de corte moyanista: el camionero cierra la jornada y su intervención ocupa más tiempo. Estas imágenes revelan un condimento central: sucedió que se encontraron corrientes, partidos y dirigentes sindicales y políticos que hacía mucho no coincidían, menos en un marco como el de ayer. Y el modo en que dichos actores y procesos quedaron dispuestos en ese mapa también es un interrogante inédito, del cual probablemente se definan aspectos estructurales de la oposición que enfrentará al macrismo durante los próximos meses.
“Cómo no va a haber semejante convocatoria en esta marcha. Si usted mira los platos de los comedores del día de hoy es evidente: lunes y martes fideos, miércoles y jueves arroz, y pizza los días viernes; les sacaron la carne, el pollo, la fruta y la leche. Más clarito imposible”, graficaba a Contexto Aníbal Fernández. El ex jefe de Gabinete fue uno de los dirigentes del kirchnerismo que participó de la movilización, como Axel Kicillof y Andrés Larroque. Desde La Plata movilizaron, entre otros sectores, concejales del FpV-Nacional y Popular como Florencia Saintout y Guillermo Cara, los gremios Atulp y Adulp, la Juventud Sindical, entre otros.
La dirigencia sindical planteó concretamente una serie de exigencias a ser respetadas. Entre otras, someterse a la votación de la ley de “emergencia ocupacional”, universalizar las asignaciones familiares, suprimir las amenazas al derecho de huelga y el protocolo elaborado por Patricia Bullrich. En líneas generales, las centrales obreras cuestionaron “el regreso de recetas que tuvieron tristes consecuencias”.
Por parte del Gobierno, la estrategia fue similar a la exhibida ante el acto de retorno de Cristina Fernández de Kirchner. Sin embargo, además de cierta indiferencia, en esta ocasión referentes del Gobierno pretendieron expresar conciliación con las contundentes demandas de los trabajadores. “Coincidimos con las preocupaciones del sindicalismo”, aseguró el jefe de Gabinete Marcos Peña. Condolido, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, dijo que comparte los mismos objetivos: “Ojalá uno pudiera prohibir el desempleo”.
De las cinco centrales obreras, sólo una no tuvo representación en el acto. La CGT Azul y Blanca, conducida por el incendiario Luis Barrionuevo, firmó el documento “Unidad para la Justicia Social”, leído por Juan Carlos Schmid, del gremio de los Trabajadores del Transporte. Pero su conductor decidió autoexcluirse de la lista de oradores. Durante el transcurso del día iría dejando declaraciones explicativas, donde apuntaba a la presencia de dirigentes no sindicales en la convocatoria: “No queremos que vengan Scioli, Espinoza. Son los mariscales de la derrota”.
Justamente esta fue una de las discusiones centrales que marcaron los diálogos de la jornada entre los trabajadores mientras marchaban y entre los editorialistas que disputaban, desde los grandes medios, la interpretación del esperado acontecimiento. ¿De quién fue el acto? ¿Fue un acto kirchnerista? Seguramente no en sentido estricto, pero, si se pudiera decir que este escenario es parte del legado político del kirchnerismo respecto de la organización del campo popular, claramente deberían sacarse conclusiones positivas sobre su desempeño. Otro de los grandes debates se expresó en términos de años: ¿cuánto tiempo hacía que el movimiento obrero organizado no mostraba este nivel de coordinación en acciones políticas concretas en nuestro país? Algunos se remontaban hasta el gobierno de Alfonsín, durante 1989. Otros comparaban la jornada con la Marcha Federal de 1994.
¿Cómo se seguirán desplegando en el tablero de la política los efectos de la histórica reunión? Por lo pronto, el Gobierno comienza a mostrarse más preocupado en torno a su capacidad para dominar la agenda de temas laborales. No parece tan cómodo el tono con que ha salido a restar importancia al evento, como sí traslucía el propio Macri en octubre del año pasado, cuando, flanqueado por Moyano y otros dirigentes, homenajeaba a Juan Domingo Perón. Por lo pronto, él y su esposa participarán el domingo de un almuerzo organizado por Gastronómicos, el gremio que conduce Barrionuevo, donde se hará el tradicional locro del 1º de mayo. Como para restarle un poco de disgusto.
El documento leído en el Monumento a los Trabajadores finaliza, a su vez, con algunas pistas que permiten imaginar un futuro rumbo en las discusiones a plantear. “La sola discusión paritaria para actualizar el salario ya no basta para sostener la igualdad”, plantean las centrales. La progresiva complejización en que derivará este nuevo nivel de demandas permite pensar que las representaciones legislativas y dirigentes de provincias y municipios comenzarán a cumplir roles más definidos en estos procesos.