Por Carlos Barragán
Facundo Ferreira tiene doce años, está por empezar la secundaria, le compran los útiles, los zapatos, la mochila y la policía lo asesina por la espalda sin más razón que la de haber estado donde ellos estaban matando. Muchas personas podrían haber dicho la frase “no era un inocentón” refiriéndose a Facundo. Pero la dijo un periodista. Sobre su calidad humana no puedo opinar porque esos niveles de miseria son incomprensibles para mí, no los entiendo. Sólo puedo opinar sobre la industria detrás de la frase. A ese periodista lo ví salir una tarde del canal donde trabaja, manejaba una camioneta inglesa que cuesta dos millones de pesos. Y me acordé ahora de ese detalle que habla sobre todo de lo bien que se le paga. Me acordé del detalle de la camioneta porque me pregunté quién querría tener trabajando para su empresa a alguien que justifica el asesinato de niños. Niños inocentones o no inocentones.
Inocentón yo, me pregunté si el tipo que le paga al periodista no tendrá que responder ante sus amigos que podrían criticarlo por darle tan buen trabajo al defensor de asesinos de niños. Pero claro que las cosas no son así. La industria de los medios debe sostener a las industrias del gobierno, sus industrias del saqueo a escalas fabulosas, que necesitan fuertes dosis de violencia y de lazos sociales rotos. Necesitan ignorancia generalizada y que la crueldad hacia los más débiles sea la lógica que impere en las calles y en los medios de comunicación. La cuestión entonces no es la calidad humana o ética del periodista que justifica asesinatos de niños, la cuestión es industrial, programática, y tiene tanto de pura maldad como de interés por las ganancias económicas. Porque sin el mal, sin los sentimientos más bajos que conozcamos los seres humanos, sería mucho más difícil hacer funcionar su máquina de acumulación voraz.
Visto así, ahora pienso que la camioneta que me pareció lujosa es apenas una propina miserable que le dan al periodista miserable. Él es apenas un engranaje eficiente en este sistema de destrucción y saqueo, uno que entiende igual que sus patrones que lo único que interesa verdaderamente es el dinero. Pero se conforma con mucho menos que sus empleadores, tal vez porque su lógica darwiniana le explique que entre los lobos existen los de primera, segunda y tercera categoría.
El gobierno está matando a nuestros hijos, a cualquier niño le puede tocar si tiene mala suerte. Y los medios de comunicación del gobierno están sosteniendo esa ruleta de la muerte. Los nombres de los ideólogos y sus secuaces a sueldo siempre son importantes, para conocerlos, pero lo que realmente importa es que dedicarnos a indignarnos y a insultarlos es una pérdida de tiempo. Y ellos necesitan ese tiempo para seguir avanzando sobre los cuerpos que matan y sobre las consciencias que corrompen. Ya es momento de sobreponernos a la náusea y al dolor, porque a la frialdad con que ellos roban y matan debemos responder con cálculo y frialdad para no terminar siendo apenas un grito o un llanto. Lo saben las Madres de la Plaza, que dejaron el llanto para ponerse a marchar incansables.