Search
Close this search box.
Search
Close this search box.

LA SÁNCHEZ VIAMONTE | Voz propia y colectiva

Por Ramiro García Morete

“Voy a dejar de jugar a la nena maravilla si está claro que al final tardo más y duelo menos”. A veces las canciones brotan como tarareos. De la voz, siempre su voz. Generalmente en el patio de la casa de City Bell. Quizá por ello sus versos sean habitados por flores, vientos, tormentas, estalactitas y colores que la naturaleza provee. “La humanidad funciona un poco como los elementos que nos rodean”, dirá. Esa humanidad que a veces corre tan veloz que la hace sentir fuera de tiempo. Aunque ya no tanto, más allá de que extrañe poder terminar un libro como cuando “era una ñoña” o anhele que la gente se escriba cartas y llame al fijo.

Un domingo, sin embargo, la melodía nació esperando el colectivo en Parque Saavedra. Los viajes (no tan) cortos (inter) urbanos saben inspirarla y si la ven pegada al celular en el 273, puede que esté grabando un tema. Pero aquella vez no tuvo batería en el móvil y pasó los cuarenta y cinco minutos de trayecto repitiendo la melodía para no olvidarla. Son largos los caminos de una canción y todo brote toma su tiempo hasta volverse flor. Después de haber sido “La Nena Transformer”, “Episodios del deshielo” transformaría en esa suerte de “nena maravilla” a esta joven de timbre límpido y anacrónico, apasionado pero elegante, transparente pero no lavado, de poética simple y profunda.

Pero las canciones no crecen con adjetivos ni las personas si no se les permite equivocarse. Carmen armó una banda de notables músicos que hacen sus canciones más grandes y vivas, acompañando los movimientos de composiciones tan maduras como frescas. Un ensamble orgánico y sólido, con arreglos precisos y sutiles que transitan desde el rock y la fusión a la canción popular, pasajes bailables e  interpretaciones libres de cualquier género. Por eso el trabajo publicado no es el disco de una solista. Porque cada músico elige su arreglo y participó en las decisiones. Porque Nico Marini (bajo), Juan Pedro Lucesole (guitarra eléctrica), Pablo Martín (Teclado), Rodrigo Sánchez Viamonte (mandolina y flauta traversa), Santi Oñate (batería) se apropian de la música para que la cantante juegue libre como su voz. Cuando Carmen canta “basta de ser la que van a golpear” o “yo soy bruja y no dependo del sol/ mi cielo no es oscuro, lo ilumino yo”, su poder se multiplica. La Sánchez Viamonte no es Carmen y es más que la señora de la tapa: La Sánchez Viamonte es una banda. Crecer… eso sí que es una maravilla.

“Un homónimo con todas las letras”, define Carmen Sánchez Viamonte a este álbum grabado en Mirífico, “casi en toma caliente” y con muy poca posproducción, aunque sí un buen trabajo de edición y mezcla en El Gallinero a cargo de Fermín Irigoyen. “Es un disco largo, como los de antes, como nos gusta”.

Carmen intenta explicar la dinámica de las canciones: “Yo compongo desde un lugar de comunicación. Que se entienda la letra, que sea lo protagónico dentro del tema y del arreglo. Un poco costó generarlo y ahora le fuimos encontrando la vuelta. Los arreglos alrededor de la letra y lo que quiere decir la canción y los climas que se tienen que generar. Y el género que termine siendo la canción, ya que hay distintos guiños a distintos géneros”.

Esas letras suelen versar sobre vínculos diversos, pero recurriendo con frecuencia a imágenes naturales. “No lo había pensado. No lo hago a conciencia. Pienso que cuando compongo y escribo me gusta describir lo que veo. O usar de metáfora las cosas que literalmente estoy viendo. Y casi siempre ocurre en mi casa en City Bell, con la naturaleza a mi alcance. Creo que me voy a poner un poco hippie, pero la humanidad funciona un poco como los elementos que nos rodean. Por más que somos culturales, sociales, humanos, etc, seguimos siendo parte del planeta y nuestros comportamientos tienen que ver con la naturaleza”.

Con pocos días en las plataformas, Carmen se muestra feliz: “Por completo. La repercusión fue zarpada. Mucha gente mandando mensajes, mucha gente contenta. Y eso para mí es lo más gratificante de hacer música, después del descargo mismo que es componer”.

Si bien aclara que el estilo no es tan similar y salva las lógicas distancias, Carmen cuenta que para el concepto de la banda “tomo mucho de ejemplo a los Abuelos de la Nada. Me gusta que Miguel Abuelo es el frontman que agita, pero sabés que ese solo es de Bazterrica, que viene la parte de Melingo… que son un grupo pero individualmente todos son identificables. Y también en un sentido ecléctico de las canciones, medio atemporal o por fuera de lo que esté de moda”.

Las modas o lo nuevo por lo nuevo y ya, son cuestiones que la han hecho sentir –según sus propias palabras– fuera de época. “Ya me acomodé. Me di cuenta que hace un tiempo estaba negada. Era reticente a lo inmediatamente nuevo. Después me terminaba gustando. Era prejuiciosa, pero me calmé. Igual a veces tengo ciertas diferencias, sobre todo con la velocidad. Soy un poco más lenta por reflexiva y por analítica”. Y se ríe: “También me gustaría que la gente se escriba cartas y se llame por teléfono”.

Carmen –quien planea dedicarse paralelamente a la gastronomía para que la lleve a tierra un poco– responde con amabilidad y franqueza cualquier pregunta. “Tengo una transparencia que lamento pero también protejo, porque me parece fundamental. Me gusta la gente transparente”. Y en ello la banda y el equipo de trabajo aportan: “Estoy mucho más contenida y acompañada para cualquier situación. Como en una pandilla de amigues”.