Por Roberto Álvarez Mur
El caso del carnicero Daniel Oyarzún, quien persiguió y mató a un joven luego de que este asaltara su negocio, fue la antesala de una estrategia periodística que terminaría de explotar con las declaraciones de Mauricio Macri respecto del caso. “Es un ciudadano sano […] debería estar con su familia”, fueron argumentos suficientes para que los principales diarios de la Argentina tomen los casos de mano propia como bandera de guerra discursiva.
En su recurrente ejercicio de militar la paranoia social, medios como Clarín, La Nación o Infobae –luego replicados, como sucede, por medios regionales y agencias de noticias diversas–, se encargaron de montar las coberturas de todos los casos que se dieron en los últimos días donde se refuerza la idea de la “justicia por mano propia”, etiqueta que está más cerca de la prensa amarilla que de los estudios criminológicos.
Tal fue el caso frente a lo sucedido el domingo en una estación de servicio YPF, en la zona de City Bell, donde un empleado roció con nafta de un surtidor a un joven que intentó robarle. “Los asaltos a estaciones de servicio, a cualquier hora y en cualquier barrio, son moneda corriente, tanto como las reacciones de las víctimas que están hartas de serlo”, introducía la noticia con tintes épicos el diario El Día, luego tomada por La Nación, en cuyo párrafo inicial expresa: “El delincuente llegó en bicicleta y amenazó al empleado con un revólver”. A dos días de esparcidas las declaraciones de Macri respecto del carnicero, el tratamiento del nuevo caso de YPF ya estableció los bandos “delincuentes vs trabajadores”, en una guerra de roles donde lo único que parece no tener importancia es el rol del Estado.
Asimismo, los titulares de ayer en Clarín y La Nación dieron especial relevancia a la tentativa de linchamiento desarrollada en Córdoba la noche anterior, donde una decena de vecinos atacó a dos jóvenes en moto que fueron embestidos por un taxi, luego de robarle la cartera a una mujer. En este caso, Clarín tituló: “Investigan a vecinos por la golpiza que les dieron a dos ladrones”, reforzando la idea de “justicia vecinal” que, como si fuera poco, ahora va a ser investigada por las autoridades. El golpe de efecto del tratamiento de la nota no es fortuito, y se revela en citas textuales donde el taxista asegura: “No estoy arrepentido. Mañana lo vuelvo a hacer de nuevo”.
La construcción de valores morales a través del periodismo es un elemento que los medios de mayor llegada siempre han sabido explotar con saña. Y la situación se torna preocupante cuando esos valores ponen en riesgo al Estado de derecho.
En su trabajo La criminología mediática, Eugenio Zaffaroni sostiene que este lenguaje “crea la realidad de un mundo de personas decentes frente a una masa de criminales identificada a través de estereotipos, que configura un ellos separado del resto de la sociedad, por ser un conjunto de diferentes y malos”. En este sentido, agrega:
“La criminología mediática se atrinchera en su causalidad mágica y ni siquiera admite que nadie sospeche su propio efecto reproductor del delito funcional del estereotipado, que le resulta imprescindible para sostener su mensaje e infundir el pánico moral.”
El efecto más crudo de esta tendencia se vio reflejado en la columna de Infobae del 19 de septiembre, titulada «El derecho del delincuente a matar», de la periodista Claudia Peiró. En sus líneas, la nota manifiesta: “Es curioso que, entre los muchos derechos que la administración anterior se jacta de haber ampliado, no esté incluido el del delincuente a matar. Un derecho claramente instituido en la última larga década, considerando la naturalidad con la cual fue recibida la dosis letal diaria de violencia delictiva de estos años”.
En el momento más desafortunado para hacerlo, la columna de Peiró enumera en cada párrafo todas las formas de sentido común que disfraza de “justicia ciudadana” la violencia social más acérrima. “Que el ciudadano de a pie deba llegar al extremo de armarse y hasta matar en defensa propia es una verdadera tragedia. Pero no se puede debatir sobre los límites y excesos del derecho a la defensa como si éste fuese un país donde los poderes públicos cumplen con su función normalmente y algunos inadaptados eligen hacer su propia ley”, relata la nota, y agrega: “Para conocer realmente un país, hay que leer las páginas policiales de los diarios: allí se refleja el verdadero estado moral y social de una sociedad”.
La brutalidad de esta última premisa marca el punto cero de un paradigma de institucionalidad: la única vara para medir la justicia es mediante la violencia en las calles. Y el único juzgado para dictaminar ese designio moral, claro está, no está en el Estado, sino en los diarios hegemónicos.
Esos mismos diarios que en su momento acusaron al kirchnerismo de instaurar una “campaña del miedo” en la sociedad contra el macrismo, hoy no escatiman tinta para fomentar la violencia en cada noticia.