Por José Welschinger Lascano
En su último informe sobre las «Perspectivas económicas de Las Américas», el director del departamento del hemisferio occidental del Fondo Monetario Internacional (FMI), Alejandro Werner, se explayó en elogios hacia el Gobierno de Mauricio Macri, a la vez que pronosticó una inflación del 25% para finales de 2016. A las puertas de lo que será una nueva sumisión de las políticas locales bajo los lineamientos del organismo de crédito internacional, y comenzando un nuevo ciclo de endeudamiento externo, la Argentina se prepara para recibir una inminente visita de los funcionarios del Fondo. Contexto entrevistó a la doctora en economía Noemí Brenta, especializada en la relación entre el Fondo Monetario y nuestro país durante los últimos sesenta años, para conocer en qué consistirá el regreso a las relaciones carnales.
-El director del departamento occidental del FMI habló con entusiasmo acerca de un cambio en la política argentina que la conducirá hacia el desarrollo; pero al mismo tiempo pronosticó que para 2016 la economía local decrecerá un 1% y que la inflación trepará al 25%. ¿Cómo pueden ser compatibles estas lecturas?
-El enfoque desde el cual el Fondo realiza esta lectura sigue perteneciendo a la misma perspectiva ortodoxa de siempre, basada en la premisa incuestionable de que los mercados son siempre y en todo caso los mejores asignadores de recursos, y que por lo tanto es bueno «recuperar la confianza» de los mercados internacionales. Ellos plantean que el Estado siempre administra mal sus recursos y que, abriendo la economía, lo que sucederá es que vendrá una legión de empresas extranjeras ansiosas por invertir en el país para incentivar la actividad. Como decíamos, el informe es poco novedoso, repite argumentos que ya hemos escuchado varias veces en nuestra historia reciente.
-¿Cómo se enlaza esta cuestión con el regreso de la Argentina al FMI?
-En realidad, es el FMI el que regresa a nosotros. Nunca hubo una salida argentina del Fondo Monetario; se continuó formando parte del organismo durante todos estos años, cumpliendo con las obligaciones requeridas y suministrando la información necesaria sobre el sector financiero y el mercado de capitales. Lo que no se autorizó, a partir de 2006, es la realización del informe del artículo 4to, porque se lo consideró sesgado.
-¿Por qué se dejó de recurrir a los informes que el Fondo realizaba acerca de la economía argentina?
-Fue a partir de 2006, porque las recomendaciones del Fondo estaban siendo contrarias a los intereses de la Argentina. No es que el informe en sí fuera el problema, sino más bien la influencia negativa que ejercía su difusión, y el uso político que se hacía de ese informe. El Gobierno kirchnerista ya venía utilizando su derecho a replicar lo contenido en el informe, haciendo sus propias observaciones y anexándolas al final del documento, hasta que en algún punto resultó obsoleto.
-Ahora el FMI retomará esa tarea de redactar su informe sobre la situación económica local. ¿En qué consiste ese proceso?
-Básicamente, llegan los funcionarios del Fondo para conversar con los referentes económicos locales, les preguntan qué es lo que piensan sobre el tema a las cámaras empresariales, a los legisladores, a algunos sindicatos, y se hace una revisión de cómo está la economía nacional pasando el peine por lo que son los principales agentes en la formación de opinión; por lo general, sólo se dedican a entrevistar a las usinas de pensamiento neoliberal. Pocas veces pasa que se contrate a alguna consultora que tenga una perspectiva heterodoxa.
-¿Qué es lo que se espera que aparezca en ese informe?
-Ellos vienen para pasar revista de lo que ha sucedido en la economía recientemente y es de esperar que se desquiten haciendo críticas al Gobierno anterior. Con la información recabada, arman un diagnóstico a partir del cual expresan cuáles son las fortalezas y debilidades de la economía, cuáles son las principales dificultades para el desarrollo, y hacen un balance de las cuentas públicas para formular sus recomendaciones; es decir, postulan qué es lo que a su juicio debe hacer el Estado para mejorar la situación del país.
–¿Tendrá esta vez el FMI recomendaciones especiales para la Argentina?
-Las recomendaciones siempre giran en torno al objetivo primordial de generar confianza para los acreedores y las empresas extranjeras. Se supone que la intención está puesta en ayudar al país a generar políticas sólidas que merezcan las inversiones del gran capital. El último informe, de 2005, decía que era necesario eliminar las retenciones y abrir las importaciones. Esos son los compromisos que los países suelen asumir frente al FMI, aun cuando la recesión generada por una situación de escasez de divisas indique que haya que hacer lo contrario. Se busca facilitar la libertad de los flujos de capitales, mejorar el clima para los negocios privados (en 2005 pedían menos regulación del Estado), y una mayor intervención del sector privado en los organismos financieros; es decir, privatizar los bancos.
-¿Es posible entonces hablar de una futura privatización de los bancos?
-Hasta ahora, bancos como el Banco Nación o el Banco Provincia de Buenos Aires han conseguido salvarse de la privatización gracias a la enorme función que cumplen en la estabilización de la economía. Son entidades muy grandes, que es necesario mantener en manos del Estado porque es a ellas a quienes acuden los agentes cuando ven que el sistema financiero está fragilizado; pero de todas formas el informe del artículo 4to del FMI siempre pide que se deben privatizar.
–¿Cuáles son los principales intereses de fondo que tienen las recomendaciones del FMI?
-Siempre llegan con la cantinela de que es necesario realizar inversiones con infraestructura que tengan participación del sector privado. Nadie está negando la necesidad de generar infraestructura, pero la cuestión es en función de qué proyecto y en qué coyuntura se realizan las inversiones: si es en el marco de proyectos multilaterales, que favorezcan la integración con todo el mundo, o si sólo es para favorecer los intereses de alguna potencia con intereses extraccionistas.
-¿Y cómo sería la situación del país de implementarse esas recomendaciones?
-La situación, económicamente, sería similar a la que teníamos con el país del abanico convergente hacia el puerto de Buenos Aires en el siglo XIX. Personalmente, creo que lo mejor siempre sería que el país conservara su cuota de autonomía necesaria para definir estrategia propia respecto de la inserción en la economía mundial, para poder elegir qué le conviene a medida que evolucionan los conflictos interhegemónicos.
-¿Esa soberanía nacional podría mantenerse sin los activos del Estado?
-Para conservar la soberanía es necesario tener control de ciertos resortes de la economía, indispensables para definir estrategias propias.
-¿Cuál es la magnitud de este nuevo ciclo de endeudamiento?
-Eso es algo realmente muy incierto. Como economista, no creo que se puedan hacer proyecciones serias con la poca información de la que se dispone. El endeudamiento no se mide sólo como una cuestión absoluta de volumen, sino que en realidad hay que considerar los pasos en los que se tramitan los pagos. En términos del endeudamiento externo público, los 20 mil o 16 mil millones de dólares que se pidieron no serían tan alarmantes en relación con el Producto Bruto de la Argentina; pero lo que sí preocupa es la enorme carga de intereses que ese préstamo arroja sobre el presupuesto. Los intereses sobre esos bonos de la deuda, que se están emitiendo con cláusulas a dólar, no son como los que veníamos pagando entre todos; hasta ahora veníamos pagando intereses bajos, en pesos, que se movían dentro de los mismos organismos estatales, evitando la fuga de esos capitales. El tesoro le pagaba a la Anses, y de esa manera nunca llegaban al canal especulativo.
[pull_quote_center]En términos del endeudamiento externo público, los 20 mil o 16 mil millones de dólares que se pidieron no serían tan alarmantes en relación con el Producto Bruto de la Argentina; pero lo que sí preocupa es la enorme carga de intereses que ese préstamo arroja sobre el presupuesto[/pull_quote_center]
-¿Cómo altera ese cambio la estabilidad económica de la Argentina?
-Ahora los intereses son externos, abarcando un porcentaje muy alto del Producto Bruto, generando una sábana corta que nos obliga a sacarle recursos a unos para pagarles a otros. Entonces el problema no está en el volumen neto, sino en los intereses: porque podría abrirse una caja de Pandora si los acreedores que entraron en los canjes de 2010 consiguen que algún juez les valide el cobro del 100% de sus títulos. Podría pasar. De hecho, ya empezaron a darse los primeros reclamos en esa dirección; y si eso efectivamente sucede, entonces la deuda llegaría a un nivel insostenible, que cambiaría completamente la situación del país.
-¿Sobre qué puntos de la economía local impactaría ese proceso?
-Se depositaría esa presión sobre la carga del gasto público, sobre el tesoro, y también nos afectaría la volatilidad de esos montos en divisas. En el caso hipotético de producirse una gran devaluación, por cualquier motivo que fuera (un desequilibrio en las balanzas comerciales o una corrida bancaria), la carga crecería mucho más. Hoy nos endeudamos con un dólar a quince pesos argentinos, pero si mañana es veinte o veinticinco estamos comprometidos a pagar ese dinero; y esa situación nos sumerge en una incertidumbre extremadamente compleja para un escenario como el actual, muy riesgoso, donde todavía se sienten los efectos de una gran recesión internacional.