Por Carlos Ciappina
Una fórmula es, ante todo, una propuesta para ganar una elección. Y ganar una elección es el resultado de sumar más votos que los/as oponentes. Para sumar más votos hay que convencer, convocar, sumar a la mayor cantidad de voluntades posibles. Las elecciones no se ganan solo con el deseo de un voto «puro», sino con los/as candidatos/as que logren convocar la mayor de las voluntades.
El peronismo, en su dilatada historia, ha llegado siempre al poder a través del voto. El propio Perón convocó electoralmente a todas las voluntades y, en varias oportunidades, la fórmula reunía candidatos de los más variados orígenes.
En la votación inaugural del peronismo (junio de 1946), la fórmula ganadora fue Perón-Quijano. ¿Quién era Quijano? Un viejo líder del radicalismo correntino. En la votación de reelección, Perón lo propuso nuevamente: Quijano sumaba a los que llamamos hoy independientes y a radicales yrigoyenistas, que no eran pocos en esa época.
Luego de la proscripción y la resistencia, con el retorno de Perón, el peronismo fue con un frente cuya fórmula era Cámpora (un peronista «ortodoxo» de toda la vida, ex diputado nacional) y Solano Lima (un conservador popular del viejo partido de Manuel Fresco).
El 23 de setiembre de 1973, el peronismo (con el FREJULI) llevó la fórmula Perón-Isabel Martínez de Perón. La vicepresidenta no había tenido nunca un cargo público. Un aluvión de votos le dio la tercera presidencia al viejo general.
Tras la dictadura genocida, en las elecciones de 1983 el peronismo fue con fórmula «propia» y bien ortodoxa: Ítalo Argentino Luder y Deolindo Bitel. La fórmula se llevó la primera derrota electoral del peronismo.
En las elecciones de 1989, la fórmula fue Menem-Duhalde, una alianza entre los federalismos y el conurbano de Buenos Aires. En las elecciones de 1995 (con seis años de reformas neoliberales a escala nacional), la fórmula ganadora fue Menem-Ruckauf, que sumaba al neoliberalismo un vicepresidente de la derecha peronista.
Para las elecciones de 1999 (luego de diez años de reestructuración y ajuste neoliberal), la fórmula que propuso el peronismo fue Duhalde-Ortega. El gobernador de la provincia de Buenos Aires y un cantante popular que siempre se había adherido al peronismo. Segunda derrota electoral nacional del movimiento.
El estallido de 2001 en una sociedad atomizada vio también cómo se atomizaban las fórmulas electorales. En las elecciones de 2003, el peronismo propuso tres: Menem-Romero, este último, gobernador de Salta (fórmula en la que el PJ fue junto a la UCEDE); Néstor Kirchner (gobernador de Santa Cruz ) y Daniel Scioli por el peronismo de CABA, y Adolfo Rodríguez Saa junto a Melchor Posse (del radicalismo conservador). De más está decir que ganó la primera vuelta Carlos Saúl Menem y que la fórmula Kirchner-Scioli ganó por abandono de la fórmula menemista.
En las elecciones de 2007, el kirchnerismo (que había iniciado un ciclo de políticas públicas inspiradas en la mejor tradición popular peronista) fue con una fórmula mixta: Cristina Kirchner y el radical mendocino Julio Cobos.
En las elecciones de 2011, la fórmula presidencial incluyó a Amado Boudou como vice, candidato que tampoco provenía inicialmente del peronismo.
La fórmula del año 2019 (luego del desastre de la gestión macrista) incluyó a dos militantes peronistas con experiencia de gestión. Como presidente, Alberto Fernandez, y como vice, Cristina Fernandez de Kirchner.
¿Cuáles han sido los rasgos comunes luego de este breve racconto histórico?: el peronismo siempre ha ido a elecciones como parte de un conglomerado de partidos políticos y organizaciones sindicales y sociales. En ese entendido, las «fórmulas electorales» han sido (y lo siguen siendo) un instrumento de política para llegar al gobierno. Su composición nos dice algo de hacia dónde iría un futuro Gobierno peronista, pero, ojo, el despliegue posterior de la gestión de gobierno depende de cada contexto económico-social y político. En este sentido, en el peronismo las decisiones de quienes llegan al poder no están dadas por el resultado electoral sino por la dinámica de la relación de todos los actores del movimiento mientras se está gobernando. Esta dinámica puede ir desde políticas neoliberales como las del menemismo hasta políticas neokeynesianas profundas como las del kirchnerismo.
En este punto es donde estamos hoy: la fórmula Massa-Rossi no garantiza determinadas políticas públicas. Son la fórmula de un frente (en este caso, Unión por la Patria) y sus definiciones de política pública (una vez que se triunfe en la elección) estarán condicionadas por el contexto económico-político-social y las interrelaciones con los otros actores de la coalición peronista (organizaciones sociales, partidos políticos y organizaciones sindicales).
La verdadera naturaleza de un Gobierno peronista no surge de su fórmula presidencial, sino de lo que esta haga una vez llegada al gobierno: independencia económica, soberanía política y justicia social son los tres vértices de todo triángulo de gobierno peronista. Su significado es permanente y variable a la vez y solo se devela completamente una vez llegado al gobierno y durante la gestión del mismo, no antes.