El director de la Editorial de la Universidad de La Plata (EDULP) presentó su investigación: “Lecturas insurgentes: práctica y significación en trayectos biográficos de sujetos trans”. La investigación explora, desde la sociología de la lectura, la relación que tienen los sujetos trans con la lectura y la escritura. Las entrevistas a cincuenta chicos y chicas trans adquieren valor subjetivo “en los momentos de luminosa emancipación de los relatos en primera persona, pero también en el dolor enunciado y marcado en el cuerpo de los entrevistados”.
La investigación aborda tres ejes. Primero, cómo la escuela aparece en su dimensión normativa cancelando algunas interpretaciones, modelando qué y cómo leer, y excluyendo los cuerpos por fuera de la norma que ella misma construye. Segundo, cómo, al mismo tiempo, la lectura aparece en algunos sujetos como una posibilidad de reconocimiento, una manera de revertir una relación de fuerzas desiguales dentro del aula y un orden de género deteriorado. Por último, el tercer eje plantea que a pesar de la opresión, de lo traumático, estos sujetos logran construir su propia subjetividad a partir del contacto con los materiales que leen en clave de su experiencia vital.
¿Cuál fue la metodología empleada en la investigación?
Trabajé a partir de la técnica de los trayectos biográficos, focalizando especialmente en los cómo, lo que se llama puntos de viraje o momentos bisagra, donde la experiencia con la lectura se interrumpe. Eso inevitablemente llevó al lugar de la escuela, porque la escuela era el lugar donde se imponen (y no negocian) las destrezas para saber leer y escribir. Fue clave en esos relatos el lugar de las maestras, como guías y comisionadas de la norma, de la ley, sancionando cuáles eran interpretaciones válidas y cuáles las incorrectas en relación con los materiales de lectura.
Lo que plantea la investigación es cómo, a pesar de toda esa opresión, de toda la experiencia traumática, de la violencia, de la exclusión, estos sujetos pudieron construir algo de su subjetividad a partir de algunos materiales de lectura, a pesar de que esos materiales no estuvieran “certificados” por la institución (como por ejemplo el caso de las revistas femeninas).
¿Cuáles fueron los datos más significativos de las entrevistas?
Las entrevistas arrojaron un dato bien interesante: que la mayoría de los varones trans había tenido “un tránsito más exitoso” por la institución escolar que las chicas trans, que en la mayoria de los casos había interrumpido su trayectoria escolar en los primeros años del secundario. A partir de este dato se podía construir una hipótesis arriesgada, que habría que profundizar en futuras investigaciones: las instituciones escolares estaban un poco más preparadas para el devenir hombre que para el devenir mujer. Las instituciones escolares toleraban más a una chica que se iba masculinizando que a un varón que se iba feminizando, donde se ponen en funcionamiento todos los dispositivos normativos para la expulsión o la autoexpulsión. En el caso de los varones trans, hay algo de ese tránsito que es más digerido por la escuela, lo que llevaría a suponer que, aunque la masculinidad trans sea una masculinidad deteriorada a una masculidanidad no dominante, la masculinidad sigue garantizando, al interior de las instituciones escolares, cosas que la feminidad no garantiza. Por supuesto, esto no quiere decir que los varones trans la hayan pasado bien dentro de la escuela, o que no hayan padecido la violencia o la exclusión, pero a pesar de eso pudieron, en la mayoría de los casos, concluir sus estudios.
¿La escuela como ortopedia social?
Históricamente, el proyecto de la lectoescritura significó para Argentina un ideal civilizatorio que fue dejando muchos otros afuera. La escuela trabajaba seleccionando determinados cuerpos y determinados ideales de hombres y mujeres que suponían que eran los que iban a llevar adelante el proyecto de nación. Yo elegí un colectivo abyecto, concepto de Butler, donde según antecedentes de investigaciones anteriores, el 90% de las chicas trans no había completado sus estudios, y donde, además, la escuela aparecía como el segundo lugar donde estas personas han experimentado situaciones de violencia, después de la comisaría. A partir de eso armé ese trabajo de campo de cincuenta entrevistas de chicas y chicos trans de entre 15 y 20 años, para ver cuál era su vínculo con la norma letrada.