Por Patricia Rodrigo*
El pensamiento bolchevique sobre la liberación de la mujer y la familia se puede sintetizar en la frase de August Bebel en su libro La Mujer en el socialismo, que dice: “Lo que como y bebo, cómo duermo y me visto es un tema privado mio, como lo es igualmente mi relación con el sexo opuesto”.
Una vez producidos los acontecimientos revolucionarios de 1917, rápidamente se intentó mejorar la situación de las mujeres bajo un programa revolucionario, que proponía que las relaciones sexuales debían ser liberadas de las distintas construcciones provenientes de la Iglesia y el Estado, los hombres y las mujeres deberían ser libres para unirse y separarse, basándose solo en su decisión personal, sin distinción de sexo.
También incluía la “Unión libre o amor libre”, conceptos propios de las tradiciones libertarias, marxistas y socialistas utópicas del siglo XIX.
La mujer, bajo el sistema capitalista, se incorpora al mundo del trabajo como asalariada, porque el capitalismo necesita de la mano de obra tanto de hombres como de mujeres. No hay distinción.
Los bolcheviques prepararon entonces un plan para la liberación de las mujeres, que incluía no solo el amor libre, sino la liberación de la dominación patriarcal. La idea fuerza era solucionar la contradicción entre el trabajo asalariado y el trabajo doméstico.
El trabajo doméstico no remunerado sería socializado, siendo el Estado quien se ocuparía del abastecimiento del hogar, cocina, limpieza, cuidado de los niños, discapacitados. Estas tareas serían realizadas por trabajadores asalariados y pagados por el Estado. Nacen así los comedores públicos, las lavanderías, guarderías, escuelas y hogares.
La mujer quedó liberada de sus tareas domésticas en igualdad de condiciones que el hombre.
Al tener asegurado que su familia estaba cubierta en sus necesidades básicas, podía seguir libremente sus propios objetivos. Mujeres y hombres podían elegir libremente sus parejas, sin restricciones económicas, liberando así toda dependencia.
El ideario revolucionario afirmará que la familia, como unidad básica institucional, se irá marchitando junto con la propiedad, dejando solo las relaciones libremente elegidas, en todo regulado por la voluntad del pueblo.
La política de género de los bolcheviques podría ser sintetizada, entonces, en cuatro elementos: unión libre, emancipación de la mujer, socialización de las tareas domésticas y desaparición de la familia.
En 1919 nació el Zhenotdel o departamento de la mujer del Comité Central del Partido Comunista, que trataría los temas específicos de la problemática de la mujer.
En 1919 y 1927 se promulgaron los llamados Códigos de Derecho de Familia y se consagró el amor libre que permite al hombre eludir las responsabilidades sobre sus hijos, lo que causó grandes problemas a la mujer bolchevique.
Las ideas bolcheviques sobre los derechos de la mujer se vieron entorpecidas por varios e intrincados temas: la pobreza extrema, el alto desempleo femenino, la indivisibilidad de los bienes en los hogares campesinos, la escasez de fondos para las empresas socializadas, la falta de control eficaz de la natalidad.
Lo que más controversia causó fue la práctica del amor libre o unión libre. Se presentaba como necesaria para poner fin a la concepción anarquista del matrimonio y del parto como cuestiones netamente privadas. Finalmente Stalin abolió la Zhenotdel y el Estado puso alto costo a los divorcios para evitarlos, criminalizó el aborto y procesó a los hombres que se negaran a pagar la manutención de sus hijos.
A partir de 1936 se produjo una fuerte revisión de todo lo relacionado con la familia y la liberalización de las mujeres y se suplantó por la idea de una familia socialista fuerte.
La mujer bolchevique no abandonará jamás sus idearios de emancipación, aunque dude de la idea de unión libre. Persiguiendo esas ideas de objetivos colectivos e individuales criaron a sus hijos e hijas, lo cual se evidenció cuando, al declararse la Segunda Guerra Mundial, miles de niñas y jóvenes se acercaban a las estaciones de FF.CC. para ofrecerse de voluntarios e ir al frente de batalla a la par que los varones.
La Zhenotdel fue la primera organización de mujeres revolucionarias. Su objetivo era mejorar la Byt o vida diaria y cotidiana de las mujeres. Fue, en síntesis, la primera organización de masas creada para solucionar la vida cotidiana, los problemas comunes que se le presentaban a la mujer trabajadora y revolucionaria.
Anteriormente, las mujeres ya habían participado en otros movimientos revolucionarios, como la Revolución francesa. La gran diferencia es que allí participaban desde su problemática de clase y no de género, como ocurrió en la URSS.
Los miembros del partido, sobre todo los hombres, no estuvieron de acuerdo con la constitución de esta organización que tratara la problemática distintiva de la mujer. Para este grupo, la mujer debía incorporarse a la revolución sin diferencias.
Una gran líder del movimiento de las mujeres en la Revolución rusa, Aleksandra Kollontai, fue quien las organizó, por lo que fue muy criticada por los niveles inferiores del Partido. Como ella, Aleksandra Artiukhina, Varvara Moirova y Klavdia Nikoloera, solo por nombrar algunas, provenían de un origen muy humilde y trabajaron desde niñas en el movimiento revolucionario.
Por insistencia de Kollontai, para 1918 se organizaron en forma descentralizada comités locales para la elección de delegadas que serían las representantes al Comité Central de la futura organización femenina. Se establecieron así oficinas locales en un escenario nacional de guerra civil, revolución, hambre y carestías de todo tipo. Al congreso de Moscú que daría origen al Zhenotdel sólo cuarenta delegadas llegan a tiempo. Pero de los lugares más remotos comenzaron a recibir telegramas que decían “¡Estamos en camino, Camaradas, estamos retrasadas!”.
Se reunieron 12.000 delegadas que se organizaron en comisiones para promover los distintos intereses y discutir sus problemáticas. La organización comenzó en ese instante a enfrentar múltiples inconvenientes de funcionamiento: falta crónica de fondos, alto desempleo de las mujeres, millones de niños y niñas víctimas de la hambruna y la guerra civil.
Establecieron grandes comedores, pese a que fueron combatidos por los sindicatos y los trabajadores en general. Combatieron la prostitución, mientras que apoyaban permanentemente a las mujeres de las aldeas.
Los derechos de la familia revolucionaria
El nuevo Estado soviético barrió a principios del siglo pasado con las reglas de derechos y lógicas patriarcales y religiosas, ahora respaldadas por el Estado. Fue el más adelantado de su época, rompiendo abruptamente con las prescripciones paternalistas.
Se estableció el matrimonio civil como el único legal; se impuso el derecho al divorcio por pedido de una de las partes, sin necesidad que estuvieran presentes; se estableció la igualdad de género, aboliendo la condición inferior de la mujer; se crearon oficinas para anotar casamientos, nacimientos, divorcios y defunciones; se suprimió el concepto de hijo extramatrimonial, al extender el derecho a todos los hijos por igual. Además, el Código prohíbe la adopción, pues es el Estado quien debe hacerse cargo de los niños y niñas huérfanos, intentando evitar la explotación de los menores, sobre todo en las zonas rurales. Y con respecto a la propiedad, cada parte lleva lo suyo al matrimonio, y no tienen derechos recíprocos, bienes propios.
En la concepción bolchevique, el derecho debería, en algún momento, desaparecer, al igual que el Estado: solo existiría la autorregulación del pueblo. En 1920 se legalizó el aborto.
Pese a lo avanzado del Código, no pudo hacer frente a la pésima situación socioeconómica y política del primer período de la Revolución. La aplicación del comunismo de guerra y hasta el ensayo que fue la NEP crearon un ambiente de desolación, hambre, abandono y pobreza generalizada en el pueblo.
Para 1926 se abandonó la prohibición de adopción, debido a la enorme cantidad de niños u adolescentes que vagaban por las ciudades y el campo, lo que generaba el aumento del delito. Los hogares campesinos podían ahora adoptar menores, recibiendo una compensación en dinero de parte del Estado.
Durante el período de Stalin, 6,6 millones de mujeres se incorporaron a la fuerza laboral, cifra record, a la vez que el campo se iba despoblando. En 1930 se abolió el Zhenotdel desde el Comité Central, alegando que se reproducía innecesariamente con otras áreas del partido. Pese a las quejas de las mujeres activistas, se crearon situaciones de salto hacia atrás con respecto a la socialización de las tareas propiamente femeninas, y las mujeres volvieron a tener el doble rol de trabajadoras y amas de casa.
Junto con la afiebrada actividad producto de la planificación estatal, millones de mujeres se incorporaron a las fábricas. El resultado fue un incremento de niños y adolescentes en situación de calle, que elevó los hechos delictivos por necesidad. A partir de 1935 se endurecieron las acciones judiciales por abandono de menores y la criminalidad. Ahora los niños mayores de 12 años podían ser juzgados por la Justicia ordinaria. La responsabilidad fue principalmente masculina: no se hacían cargo del pago de manutención.
Para 1936, a través de campañas de propaganda, Rusia volvió a reivindicar la importancia de la familia y se prohibió el aborto. Se dio más apoyo a la mujer trabajadora, se crearon nuevas guardería y se cuidó la salud de las embarazadas.
El legado de la Revolución
Fueron 550.000 las mujeres que participaron en el Ejército Rojo. Muchas de ellas ocuparon posiciones en la primera línea. Sirvieron como pilotos, francotiradoreas, enlaces con partisanos, operadoras de radio, médicas, enfermeras. Se consideraban en igualdad de condiciones que los hombres para ir al frente. Su confianza había sido heredada de sus madres protagonistas de la Revolución de Octubre.
Cien años después, la igualdad de género, la unión libre, la socialización del trabajo doméstico, la igualdad en el lugar del trabajo, el aborto gratuito sin restricciones y el fin de la segregación sexual de la economía siguen sin materializarse en la mayoría de los países del mundo.
Las mujeres rusas lucharon por todo esto. Puede ser que no lo hayan logrado, pero nos dejaron un legado teórico y práctico para utilizarlo en la construcción de un mundo entre iguales, un mundo mejor.
Argentina
Cuando estalló la Revolución de febrero –marzo en Argentina–, la prensa escrita, principalmente La Nación, La prensa, La Razón, y La Vanguardia saludaron la caída de la monarquía autocrática. El horizonte ruso se volvió el punto de llegada para muchos obreros, lo que se nota en la proliferación de lectura de los medios afines.
El viejo partido socialista se convirtió en la nueva expresión política, y nació el Partido Comunista Argentino. La Revolución rusa logró adhesiones del llamado sindicalismo revolucionario o sindicalismo ruso, incidiendo en gran medida en los conflictos obreros en la Argentina.
El fantasma de la revolución se fue construyendo desde las fracciones más orgánicas e ideológicas de las clases dominantes y las derechas nacionalistas patriarcales y xenófobas. En este marco, el gobierno radical hizo poco para mediar en tamaña contradicción. El temor colectivo al desborde y la subversión fue alimentado desde la Liga Patriótica, que acusaba a Moscú de alimentarlos.
El gobierno radical, que tuvo una reacción expectante en el momento del estallido de febrero, con el correr de los acontecimientos cambió su visión y condenó la toma de las embajadas en suelo soviético y no reconoció al gobierno provisional. En consecuencia, no entabló relaciones diplomáticas. La Argentina, sin embargo, promovió la importación de algunos productos soviéticos y la exportación de granos. Durante el segundo gobierno de Yrigoyen se abrieron las perspectivas comerciales en el petróleo, que fueron abortadas por el golpe del 30.
Participación de la mujeres comunistas en Argentina
Ida Isakovna Bondareff de Kantor nació en Ucrania en 1887. Agitadora y oradora destacada en la vida política argentina, fue odontóloga, doctora en ciencias naturales y profesora de ciencias sociales. Actuó en la revolución de 1905, donde cayó presa. Luego emigró hacia Argentina, donde fundó tempranamente el Centro y Biblioteca Marxista Exiliados Rusos, al que acudían regularmente Alfonsina Storni y Berta Singermann. Fue corresponsal del periódico El proletario, dirigido por Lenin, y organizó cursos de economía marxista. En diciembre de 1918 fue la mayor promotora de una manifestación en Buenos Aires por el Aniversario de la Revolución.
Otra gran defensora de la Revolución rusa y la causa comunista fue Angélica Mendoza, quien había sido integrante del Partido Socialista Internacional, antecedente del PC, y sufrió la cárcel en el Buen Pastor por agitadora y huelguista. Estudió Filosofía y Pedagogía en la UBA. Mendoza ocupó el cargo de vicepresidenta primera del Congreso Extraordinario que creó, en 1920, el Partido Comunista Argentino. Junto con Ida Bondareff e Itala M. de Codovilla integraron la Comisión Central Femenina del PC, que publicaba el periódico Compañeras.
* Profesora.