Por Ramiro García Morete
“La gente no lo entiende/es que el idioma pronto dejó de servir/sensible y transparente/ acostumbrándome a perecer así/papeles escritos con marcas digital”. En algún punto de Villa Argüello –esa zona de frontera entre Berisso y Ensenada– el sol bañaba el pequeño jardín con pelopincho y silenciaba los lóbregos rumores de un mundo en pandemia. Corrían los primeros días de la cuarentena, el clima aún era ameno y el ánimo también. Al menos en lo personal, pues había quedado atrás aquella exigencia autoimpuesta con sus canciones.
Abocado al rol de productor o –como prefiere decir– “acompañar el proceso creativo de otra persona”, había desechado la dimensión de “carrera” que la música puede inferir para centrarse en lo principal: la experiencia del lenguaje. No de las palabras, esas que abundan cuando se estudia Letras, sino de los sonidos y –¿por qué no?– de los cuerpos. Quizá incidiera su sociedad con Flamme produciendo tracks de electrónica y esa narrativa poblada de detalles, texturas y sensorialidad. Seguramente lo hiciera la convivencia donde encontraría otro un enfoque distinto y quizá más profundo del gran tema que formaba parte de su cancionero: la comunicación. O los vínculos.
Sería su compañera Angela Tetamantti –fotógrafa y encargada de la portada– quien le sugeriría retomar viejas canciones como “Naves de Papel”, esa pieza basada en Pizarnik que había quedado afuera de otras publicaciones. Con otra perspectiva de sí mismo y el significado del proyecto, Las Trampas retomaría su curso añadiendo algunas canciones nuevas y seleccionando un puñado entre decenas más viejas para completar “Skins”. Siempre dentro del amplio lenguaje del pop y las sonoridades digitales, pero con más oscuridad que ensoñación el EP cuenta un trabajo delicadisimo de detalles y paneos, juegos de voces y registros, con la gravitación del fenómeno del trap y la presencia de sintetizadores heredados del synth y dream pop. Aunque el idioma no sirva para definir la música. O como dirá el mismo Pedro Cerván Lacunza “todo no se puede poner en palabras”.
“Es un Ep de cinco canciones que las compuse desde que vivo con mi pareja y a la vez empecé a laburar como productor –introduce Pedro–. Una etapa nueva con canciones más maduras. Me permití hacer una búsqueda más profunda o quizá la liberé, ya que estaba un poco contenida. Son canciones caseras, sobre un vínculo establecido. No como lo anterior que era más personal o individual y diálogo Esto más reflexivo sobre la coexistencia”.
“En ese zoom o lupa que pongo en mis letras sobre los vínculos –explica–, que siempre fue así, son más sobre la convivencia que se da más cercano. Es ver un poco esa micro distancia, muy cerca pero a la vez hay una distancia. Comunicarse ya es dificilísimo y mis canciones son un ejercicio de explorar la comunicación”.
Varios cambios modificaron esa búsqueda no solo temática sino sonora: “Creo que hay un punto incidente y es que empecé a escuchar trap. Toda esa explosión en Argentina, en España y en general hispanoparlante. Eso me cautivó mucho y lo registro como una gran influencia en las canciones donde abandono el canto agudo y la introspección. También está beat quebrado del trap”. Según Pedro, el tema homónimo del EP es el único que funciona como “guiño a lo anterior. Para agradar al que ya escuchaba Las Trampas. Traté de lograr eso. El arte de tapa es llamativo como lo pop, pero salvo ´Skins´, las canciones son re oscuras”.
Pero eso no es todo: “Parte además laburar grabando otros artistas, conociendo otras búsquedas y de no limitarme al canto tal cual lo hacía en Las Trampas. Empecé a producir electrónica bailable hace un año y medio paralelamente con Flamme. Y entonces creo que se cuelan técnicas de producción de la electrónica, como la abundancia de detalles que ya la traía pero se exacerbó en temas como La Salida”. Y expande: “Algo copado con Flamme de hacer electrónica es dejar de lado la palabra, que es muy demandante. Le abrí el juego a los sonidos y un mundo donde enfrentar a un lenguaje cuya única manera es metaforizándolo o percibiendo y dejándose llevar. Es darle una validez tremenda a los sonidos”. Y sentencia: “Todo no se puede poner en palabras. Hay que dejar de percibir al otro más allá de la palabra y me pasó igual con la música, que vale por sí mismo”.
Todo ese proceso incidió en el modo de tomarse el proyecto. “Primero me sentí alejado de mis inquietudes como artista, de la carrera. Por otro lado trabajar con otras personas es lidiar con los mundos dentro de ellos. Dejar de estar en mi mundo e ir saltando de mundo en mundo. Me abrió totalmente la cabeza. Me sirvió mucho para problematizar mi propia obra. Es mi pareja la que me insistió que no deje eso en el tintero. Continuar con Las Trampas, pero más relajado, libre, expresivo… Estaba esa cosa de que te tiene que ir bien. E irme bien es expresarme y sacar el material. Asi que pasé de dejar de ser a dejarse ser”.
“No está en horizonte salir a tocar –aclara–. Si surge una invitación probablemente lo evalúe. No lo tengo en mente. Sí estoy enfocado en tocar con mi proyecto de electrónica nueva. Jugar con las máquinas, sintes, ableton, sin necesidad de cantar. Ya lo hacía antes, pero ahora sin tener que cantar. Flashar con los sonidos…”