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Lesbianas: la visibilidad de los cuerpos políticos

Por Lucía Carreras

El taller se realiza en el Aula B111 del segundo piso de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Ya no vibra el cielo, hay otra tormenta. Avanzamos lento por cada escalón mientras sostenemos los bolsos, banderas y temarios. Nos miramos, nos abrazamos. Y cuando escuchamos la indicación de alerta, tronamos sonidos oscilando los dedos sobre los labios, hasta hacer temblar el hormigón.

Me llamo Julia, soy de acá, de la ciudad de La Plata, y es mi primer Encuentro.
Soy Ana Laura, de Capital, y es mi cuarto Encuentro.
Me llamo Camila, soy de Bariloche, es mi primer Encuentro y quiero saber si puedo filmar.
– Se pone a consideración del taller, que es quien decide –avisa la coordinadora.
Soy Susana, este es mi segundo encuentro. Soy de Santiago del Estero.
Soy Yuyo, de Mar del Plata. Este es mi tercer Encuentro y prefiero pronombres neutros, por favor.

Alguien levanta la mochila y el paraguas del piso y se retira explicando: «Creo que me equivoqué de taller»Candela sonríe y advierte que es de Córdoba y también su primera vez. Se suman sonrisas. La coordinadora propone un aplauso colectivo e invita a iniciar la jornada con algunos de los temas sugeridos.

Nos presentamos las 63. Acomodamos las camperas en los respaldos de las sillas y nos disponemos a empezar con el tema «visibilidad lésbica«. La pregunta que dispara la coordinadora resulta liberadora: «¿Cómo experimentamos y vivimos la visibilidad lésbica?«.

Comienza Susana, la compañera de remera verde con la frase «Orgullo o nada. Amor o nada» y nos habla de su experiencia «invisible». Camila narra cómo se siente al ser llamada «lesbiana de mierda» en su pequeño pueblo, por teñirse el pelo con colores o diferir de la heteronormatividad. Mirta cruza los brazos y asiente todos los comentarios con la cabeza, que van en dirección a tratar la visibilidad lésbica en relación con la heterosexualidad forzada: «Ser novia, pareja, compañera o esposa por mandatos y expectativas sociales«, comenta Camila.

Nos identificamos.

Estamos de acuerdo en que a muchas nos han echado de algún almuerzo o evento familiar. Que en los pueblos el «qué dirán» tiene más peso que en otros contextos. Que en las grandes ciudades se viven casos extremos de lesboodio. Que algunas escuelas excluyen «mucho«. Que la Ley N° 26.150 de Educación Sexual Integral se aplica poco. Que quizás sea necesario tenernos aún más cerca y generar redes de contención y apoyo para aquellas compañeras que son expulsadas de sus hogares.

La coordinadora propone crear un grupo en las Redes Sociales.

***

Mirta es de Junín. Tiene sesenta años y vasta experiencia militante: «Una lesbiana joven no vive hoy lo que vivió una lesbiana de sesenta años. A mí me echaron de dos laburos. En aquellos años el primer problema que se presentaba era el de la visibilidad y ese era el primer punto de militancia. Hace muchos años, junto a dieciséis lesbianas, formamos una banda en Buenos Aires. Teníamos un auto gigante e íbamos a muchos lugares tocando. Era un acto político. Algo muy fuerte». Mirta es «abrazada« por todas, pero no por ser la más grande sino por lo que agrega: «yo estoy acá porque quiero aprender. Aprender sobre los lesbianismos. El lesbianismo no binarie, por ejemplo. Porque no hay una forma de ser heterosexual, tampoco hay una forma de ser lesbiana. Necesito aprender y creo que este es el ámbito adecuado«.

Yuyo también se suma a ese abrazo al contarle que sus madres tienen 58 y 61 años, que después de veinte años recién hoy dicen que son pareja y que durante veinte años dijeron que son hermanas: «Incluso ni delante mío lo decían. Me dijeron que son pareja recién el año pasado«, comenta.

¡Al fin! –dice Mirta mientras junta y aprieta las manos.

Coincidimos.

Antes de dar espacio a otros temas propuestos para este taller, Milagros invita a reflexionar acerca de «los binarios de parecer hetero o parecer chonga» en nuestros discursos. Afirma que «esto es un acto discriminatorio altísimo y estamos reproduciendo el patriarcado cuando nos separamos en binarios. También, en relación con el tema de la visibilidad, comparte un reconocimiento: «El devolver a las raíces a las tortas que han pasado por situaciones en donde han tenido que ir a bares clandestinos y esconderse. Ellas se empoderaron desde esos bares, desde esas noches. Entiendo la visibilidad y me parece fantástica, es el lugar donde tenemos que estar. La PepaGaitán, Higui, nos han empoderado muchísimo en eso y tenemos que reconocerlas como estandarte de lucha. ¡Demos ese paso, crucemos el charco! ¡Vayamos para adelante!».

«Me parece re piola lo que estás diciendo«, expresa Sofía, y busca el consentimiento de las compañeras con la mirada.

La moderadora, sentada en el centro del círculo que forman las sillas, apunta en su cuaderno a quienes desean tomar la palabra.

Sofía tiene algo para agregar: «Quiero que sepan que ahora me estoy mudando. La que necesite que le dé una mano, se puede acercar. Más que bienvenides a mi casa».

Suspiran varias.

«¡Y también las que no quieran pasar las Fiestas con sus familias!«, completa la invitación.

El taller explota con risas. Nos relajamos y celebramos con aplausos. Sabemos que no estamos solas.

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