Por Lucía García Itzigsohn
Tengo ganas de poner un aviso en los diarios que diga algo así: “Se necesita con urgencia periodistas honrados, sensatos, que no la jueguen de independientes para en realidad defender intereses corporativos haciendo críticas superficiales a políticas de destrucción”.
Comunicadores que llamen a las cosas por su nombre y no usen eufemismos que confundan. Que no culpen por ejemplo a los trabajadores de ser despedidos. O que intenten convencernos de que es indispensable pagarle a los buitres y ajustar y sacrificarnos para estar cada vez peor. Ni que armen cuentitos como el de La Rosadita o el de las Rutas del Dinero, o “la muerte” de un fiscal como fábulas infantiles para desacreditar a quienes confrontan los intereses del poder.
Necesitamos periodistas que nos cuenten lo que está pasando, que nos hablen de los más de 100.000 despidos, de las protestas y solidaridades, de la dignidad de las y los dirigentes que fueron consecuentes con quienes los votaron, que nos aporten reflexiones para comprender la brutalidad neoliberal y para encontrar las fuerzas para revertirla.
Necesitamos periodistas que nos cuenten lo que está pasando, que nos hablen de los más de 100.000 despidos, de las protestas y solidaridades, de la dignidad de las y los dirigentes que fueron consecuentes con quienes los votaron.
Esos profesionales existen, están, a muchos los conocemos, a otros todavía no. Hoy tienen cerradas las puertas de los medios masivos porque para el neoliberalismo la libertad de expresión es un verso oportunista. Pero sus voces se multiplican por las redes sociales, las radios comunitarias, las experiencias de canales en youtube, las agencias por watsapp y cientos de modos en que el ingenio y la necesidad de informarse van pariendo.
En cuanto a las organizaciones de Derechos Humanos de nuestro país, Alfredo, son nuestro orgullo. El mundo reverencia los pañuelos blancos con admiración, las Madres caminan en cualquier país del mundo y además de reconocerlas sin que medie palabra, las personas se conmueven, les toman las manos y se estremecen de tenerlas tan cerca. Lo vi yo con mis propios ojos, vi a mujeres mexicanas, italianas, marroquíes, saudíes, ruandesas, bosnias, israelíes, palestinas, irakies, abrazarlas y contarles cómo son ejemplo en cada rincón del mundo.
No se Alfredo si alguna vez inspiraras eso en alguien con tus programas televisivos.
Las Madres fueron a Yugoslavia en plena guerra y se pararon junto a las mujeres en los puentes que eran derribados por bombardeos para desconectar a los pueblos. Estuvieron en Irak viendo los estragos de los ataques de la guerra del Golfo y aprendiendo cómo se reconstruye un país desde cero. Y antes, mucho antes de eso, se plantaron en Plaza de Mayo en plena dictadura. A buscar a sus hijas y a sus hijos.
Extraña que un militante del Partido Comunista, que tantos grandes luchadores ha dado al campo popular no pueda valorar eso.
Tal vez Alfredo no conozca a María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha, Abuela de Plaza de Mayo que recorrió el mundo denunciando la desaparición de niñas y niños. Y quizás no sepa que el impulso de esas mujeres decantó en uno de los descubrimientos científicos del siglo XX que permitió determinar el índice de abuelitud: el ADN.
Sorprende de un hombre de tan extensa trayectoria en el periodismo tanta desinformación.
Parece habérsele pasado por alto la movilización más multitudinaria de los últimos años en Argentina, la del último 24 de marzo. 500.000 personas en Plaza de Mayo, 60.000 en Córdoba, otro tanto en Rosario, y actos en pueblos y ciudades de todo el país no parecen indicar referentes en decadencia. Más bien todo lo contrario.
Se ve que Don Leuco no tiene idea de que en la genealogía de lucha que inauguraron las y los 30.000 –¿o dudara como Lopérfido de la cifra?– también nos inscribimos los H.I.J.O.S. desde hace veinte años. Nos llamamos Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio.
Le molestan a Alfredo los vínculos de las organizaciones defensoras de los Derechos Humanos con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, como si algo puro se contaminara en esa relación. Quedese tranquilo, lo único que sucedió durante esos doce años fue que el Estado puso en el centro de su política lo que Madres y Abuelas, y otros miles reclamamos durante años. Desde aquel día en que Néstor Kirchner le ordenó al General Roberto Bendini que proceda, en adelante, la decisión de juzgar los crímenes de lesa humanidad fue plasmándose cada vez con más claridad hasta llegar a los más de 600 represores condenados.
Pero más aun y creo don Leuco que eso es lo que más le molesta. Lo que las Madres, las Abuelas, las y los H.I.J.O.S. y los gobiernos populares –que usted llama populistas– hicimos juntos fue honrar la militancia como forma de vida, como estrategia de construcción política, como relación social. Esa idea de que la Patria es el otro. Será por eso de la fe de los conversos, quien sabe, que le irrita tanto.
Por lo pronto le digo que se quede tranquilo, los nuevos organismos que usted reclama están llegando. Este último aniversario, a cuarentaaños del golpe cívico militar –acá no hay censura como en Radio Nacional– se vieron las primeras banderas de N.I.E.T.O.S.