Por Ramiro García Morete
“Los amorosos son locos, sólo locos, sin Dios y sin diablo./ Los amorosos salen de sus cuevas temblorosos, hambrientos/ a cazar fantasmas”. Hace muchos años atrás no lo hubiera imaginado: vestirse especialmente para tocar. Zapatos bien lustrados, pantalón de vestir, camisa y fíjate si me ajusta bien y ayúdame con los tiradores. Es algo que quizás ocurra en el teatro, piensa Pablo: estar en el escenario antes de pisarlo. Es una antigua pero nueva sensación, percibe con satisfacción, la que precede ese momento en que toman casi por asalto un lugar y lo convierten en una suerte de cantina donde los fantasmas se embeben de éxtasis y poseen los cuerpos con coros estridentes. Como el de aquel señor del público tomado por el fervor arrojó una botella contra una pared en un centro cultural y siguió arengando. Será por ello o por sencillo afecto al noble romance de las cuerdas de nylon emulando las guitarras de milonga que en algún momento prefirieron modificar el vivo. “Podía estar tocando el solo de ‘Ji Ji Ji’, que no lo notaban”, mencionará con una risa, para explicar por qué aquellos shows a viva voz fueron orientándose a ciertas formas de amplificación y moderación. Sin perder la pasión, por supuesto, atentos a no caer en la comezón del séptimo año ni del cuarto mes. “Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,/ a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,/ a arroyos de agua tierna y a cocinas”. Hace cinco años el mundo era distinto o eso dicen. Algunas cosas no cambian. Las casas antiguas con patio pueden tener muchas habitaciones o lugares con sillones. Pero siempre se termina en una cocinita pequeña, encendiendo el cigarrillo con la hornalla que calienta la pava de lata. Como Pablo y Bruno aquel sábado a la tarde, cuando cada uno tocaba en su banda de rock (Los Valses y Mañana Mi Coche explotará, respectivamente) intercambiaban canciones y pasaron del mate a un whisky de batalla. Canciones en tonos menores, con olor a tierra adentro y tierras lejanas: boleros, valses, música de puertos y mares. Todo signado por el dramatismo y a la vez honestidad que las radios y plataformas virtuales parecieran esquivar con temor. Pensaron en Juan, ese cantor de voz corpulenta y recordaron el poema de Jaime Sabines. Casi como un manifiesto, como un universo ajeno a las tibiezas y las agendas, pero caro a la delicada orfebrería de poner melodía y palabras a esa desmesura llamada amor. En tiempos de amor semántico e intelectualizado, de beats y ropa deportiva de diseño, “cinco gordos vestidos como los cuarenta” rescatan la pasión como rasgo vital. Y con elegancia dejan en claro que una cosa es el misterioso brebaje que nos revela y otra la rígida botella que algunos arrojan sin cuidado. “Los Amorosos se ponen a cantar entre labios/ una canción no aprendida,/ y se van llorando, llorando,/ la hermosa vida”. De la mano de “La torcida” (una canción de aire balcánico que bajo el clima festivo oculta una mente sinuosa) llega como adelanto y concreción del inminente primer disco de Juan Tenti (voz, bajo y guitarra), Bruno Pizzorno (voz y poesía), Federico Macchi (acordeón, cajón y guitarra), Andrés Dillon (guitarra, voz) y Pablo Matías Vidal (guitarra y voz). O como ellos se reconocen, Los Amorosos.
“Veníamos curtiendo mucho el tema del bolero, de algunas canciones románticas –cuenta Vidal–. Y Bruno que es poeta y había sacado un libro, recordó este poema de Jaime Sabines que es Los Amorosos. Un poco son estos desbocados que andan por la vida con una concepción del amor que está reñida con la monogamia y con la idea de que hasta que la muerte nos separe. Y por ahí otros mandatos de cómo deberían ser las relaciones sexuales muy en boga hasta el siglo XX. Ya hoy por hoy, la bocha cambió mucho. Ya con eso tenes esa cosa bautismal que vos estás abrevando de un poema que dice cosas y que se empezó a constituir en el discurso y una estética”. Ese discurso propició y orientó el modo de composición: “Yo siempre trabajaba a la inversa. Hacía canciones. Y después iban a tal banda, tal otra. Y me pasó de ponerme a componer pensando en Los Amorosos. Bueno, voy a hacer un vals, ya pensando quién la iba a cantar. Es muy linda la experiencia. Salirte un poco del medio vos a la hora de componer. Además podés jugar con cosas que por ahí para otro proyecto tuyo podía ser una cosa cursi, es donde la enmarcás en una cuestión de género, ya empieza a funcionar de otra manera”.
“La Torcida” es el adelanto del primer disco de Los Amorosos –informa Vidal. Primer registro en una banda de cinco años. Estábamos viendo qué hacer, si seguir o no. Y dijimos: bueno, pase lo que pase tenemos que grabar el disco. Estuvimos cuatro años trabajando estas canciones. Tengamos la dignidad y la sensatez, queridos amigos, de juntarnos en un estudio de grabación para plasmar las canciones. Y estamos muy contentos. Once canciones en el bolsillo, esta es la primera. Para agosto planificamos la salida del resto ya como álbum”.
Trasladar la calidez del vivo al estudio sabe ser un tema a discutir en muchas bandas. “Dudando pasamos de la idea de grabar todos juntos a decir; vamos a grabar tranquilos, a trabajar con capas que es lo que suele hacerse. Roberto Garcilazo, quien nos grabó, fue muy incisivo en el tema de decirnos que dejemos pequeños errores o suciedades que se dieron en las tomas. No podés pretender una propuesta que sea sanguínea, pasional y con el candor que tiene Amorosos y por otro lado ser músicos de academia y subirnos al escenario con un atril”.
Vidal reconoce cierto contraste con las tendencias, pero no le produce ningún conflicto: “Uno lo sigue haciendo porque es lo que ama hacer y no lo vas a dejar de hacer. Porque ya lo vimos. Yo escuché en los discos de los ochenta un tipo rapeaba en el medio de una canción y en ese momento funcionaba. Y dos años después era un garrón. Entonces como no estuvo pensado nunca como una respuesta a un cambio de época sino a una respuesta a nuestros propios roles dentro de lo que ya veníamos haciendo”.
Otro asunto al que estuvieron atento fue a la interpelación que en la actualidad requiere la canción de amor: “Ahí hicimos un trabajo. Han pasado muchas cosas en estos cinco años. Y en un momento pusimos una pausa y a releer las letras. Hubo modificaciones en algunas letras que si bien no habían sido escritas deliberadamente con una posición ni de machirulo, quizá por los mismos abordajes del género contenían alguna figura o manera de contar alguna historia que vista desde hoy en día preferimos expresar lo mismo pero de otra manera. Revisitarlas no para resultar políticamente correctos, porque igualmente sigue siendo una propuesta chapada a la antigua. Cuatro gordos o cinco adelante vestidos como en los años cuarenta y cantando en formas que por ahí no son las más actuales. Y bueno… también nos hacemos cargo de eso y es parte de la gracia. Y de la identidad del conjunto”.