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Los intendentes de Cambiemos: de la novedad a la crisis

Por Contexto

Si en una nota anterior se había hecho foco en la dudosa y sinuosa experiencia de las segundas líneas del gabinete de María Eugenia Vidal, ahora es tiempo de repasar a los intendentes de Cambiemos que sufren por estas horas problemas de gestión. Son las mujeres y hombres que prometían ser la renovación de la política provincial y rápidamente mostraron serias falencias al momento de llevar adelante sus comunas.

Ser un outsiders no es una virtud en sí misma, y en varios casos está claro que es una complicación importante. El problema real es llegar sin un armado sólido, sin plan de acción, sin una evaluación profunda. Ser sólo una cara bonita puede servir para ganar una elección, pero es insuficiente para gobernar día tras día.

El caso más crítico, sin dudas, es el de Carlos Arroyo en Mar del Plata. Tras seis renuncias en su gabinete, casi todas escandalosas, y una virtual intervención política desde La Plata, su intendencia está al borde del descalabro. A días de haber asumido, el primero en irse fue Julio Razona, de la estratégica Secretaría de Seguridad, cargo que aún sigue vacante. Razona se fue porque no le permitieron ir a fondo con la revisión de las licitaciones en su área.

Otro que salió por la puerta chica fue Emiliano Giri, quien estaba a cargo de Turismo y era la mano derecha de Arroyo y el hombre de confianza del PRO en una intendencia tan inestable. Giri salió, para ser más precisos, esposado. Sí, porque fue detenido en el marco de una causa de desvíos de fondos en Astillero Río Santiago que investiga la Justicia platense. Llegó a la ciudad de La Plata en un patrullero, estuvo demorado un día y luego fue liberado. Tras el episodio, dejó su cargo.

Héctor “Toty” Flores, el militante social ligado a Elisa Carrió, fue echado de Producción bajo el argumento de una reestructuración. Aunque nunca se aclaró qué sucedió, lo cierto es que Flores no alcanzó a tomar ninguna medida trascendente, a pesar de haber sido elogiado por Arroyo al momento de su llegada. Ya desde Capital Federal, el ‘lilito’ dijo que había “mediocridad en la dirigencia marplatense”.

Otro fracaso de Arroyo fue su enfrentamiento con el poderoso empresario español Aldrey Iglesias, dueño de los medios y negocios más gravitantes de La Feliz. En los primeros días de mandato, lo criticó a viva voz y hasta le cercenó algunos beneficios impositivos heredados de la gestión anterior. Pero, con el paso del tiempo, la gobernabilidad que no consiguió con logros y cambios debió buscarla en Iglesias, con quien mantuvo una reunión secreta –que debió ser confirmada cuando la prensa filtró el dato– a modo de capitulación.

Resta mencionar el aumento alarmante de episodios violentos protagonizados por grupos neonazis, como escraches y ataques a miembros de las minorías sexuales y a sus dirigentes más emblemáticos. Esto podría relacionarse con las denuncias contra Arroyo que se hicieron el año pasado, sobre su vínculo con grupos extremistas, además de sus expresiones con pensamientos reaccionarios.

El caso de Julio Garro en La Plata ha sido muy abordado en Contexto, semana tras semana. A este dirigente que supo ser duhaldista cuando estaba marginado en el PRO lo ha salvado seguramente su cercanía a la Gobernación, por lo que ha tenido mayor respaldo por parte de Vidal y mayor protección mediática. De lo contrario, sin duda, sería otro Arroyo.

Su trabajo comenzó de la peor manera. En diciembre, ya había anunciado el corte de los contratos de miles de cooperativistas que se dedicaban a la limpieza de la ciudad, lo que generó un clima de malestar social agudizado por la cercanía de las fiestas. El conflicto siguió en enero con una brutal represión a manifestantes. Las imágenes de los heridos por balas de goma fueron tan terribles que el caso tomó trascendencia nacional. Aunque desde calle 12 siempre lo negaron, quienes estuvieron en los incidentes aseguran que los efectivos decían que “tenían orden del intendente”.

Otro hecho lamentable que marcó la gestión de Garro fue la muerte de la estudiante de Periodismo Emilia Uscamayta Curí en una fiesta ilegal en el barrio Melchor Romero. Es que el fallecimiento se dio luego de la visita de los agentes de Control Urbano al lugar, quienes, de haber logrado una clausura, hubiesen evitado la tragedia.

La familia de la víctima intenta demostrar que eso no ocurrió porque la organización tenía protección política, hipótesis que se refuerza al tener entre los imputados al “Peque” García, RRPP con llegada comprobada al macrismo. La otra cuestión es el recorte en diferentes ámbitos, más que nada en lo social y en derechos humanos y el avance de las empresas en actividades que antes estaban municipalizadas, como la recolección de residuos no habituales y reciclabes.

En Lanús asumió Néstor Grindetti con una suerte similar. Después de ser el secretario de Hacienda porteño durante ocho años, en los dos períodos de Mauricio Macri como jefe de Gobierno, recaló en una de las comunas más importantes del sur del Conurbano. Sus problemas comenzaron con su aparición en los Panamá Papers como apoderado de una sociedad offshore y una cuenta en Suiza. Desde ese momento su gestión se paralizó. Con el objetivo de no enfrentar a la prensa o a sus opositores, comenzó a ser un intendente ausente.

Cuando su nombre apareció en las alertas rojas de la Interpol, la situación fue insostenible y debió dar la cara. Igualmente, lo hizo a su modo: llamó a todos los concejales de apuro a una conferencia. Sin tiempo de preparación, cada edil tuvo sólo una pregunta y una repregunta. De esta manera, con aval del massismo, sorteó hasta el momento una interpelación formal, que era lo que quería el FpV y el PJ. Ese día, además, se produjeron incidentes en la puerta del recinto, donde diferentes agrupaciones recibieron aprietes y amenazas, aseguran, por parte de “barrabravas mandados para eso”.

En Quilmes, el ex jugador de hándbol del seleccionado argentino y famoso cocinero, Martiniano Molina, también anda a los tumbos. Su pifie más grosero fue haber confundido el centro clandestino de detención “Pozo de Quilmes” con un bache en el asfalto, ante la consulta de un periodista. Aunque luego hubo una rectificación, las explicaciones sonaron poco convincentes por el alto valor simbólico que tiene ese lugar.

El comienzo del chef no fue menos polémico. Estuvo acusado de haberse aumentado el sueldo en un 30% por la suba de gastos de representación –a lo que otros intendentes renunciaron–, mientras decidía, al menos, mil despidos de trabajadores municipales, lo que le valió varios paros. En diálogo con Página/12 antes de tomar posesión, Molina había caído en un sincericidio como prólogo a lo que venía. En ese momento explicaba que iba a necesitar “cuatro mil empleados de los ocho mil que había” y que eso lo iba a lograr sin sacar a nadie.

Otra respuesta sorprendente fue cuando le preguntaron “¿Qué experiencia tiene para gobernar una intendencia?”, a lo que respondió: “Ninguna. De gestión pública, nada. Acepté la candidatura hace cinco meses. Nadie nace intendente. Estos cinco meses fueron una preparación enorme. Mi viejo estuvo en la gestión con Eduardo Camaño y en el Ministerio de Salud de la provincia y me está asesorando”.

En Morón, al ex marido de Vidal, Ramiro Tagliaferro, también se le embarró la administración con acusaciones y episodios desopilantes, como la renuncia del recordado “funcionario carancho”, que intentó fingir una agresión por parte del personal que había sido cesanteado. También debió salir a mostrar su recibido de sueldo a la opinión pública ante versiones que hablaban de un incremento y fue citado por los concejales para dar explicaciones por los despidos, llamado al que no fue.

En tanto, el FpV y organismos de derechos humanos salieron a cuestionar un “uso político” del Espacio para la Memoria de Mansión Seré. Aseguraban que, desde ahora, quien quisiera usar ese lugar estaba obligado a firmar un convenio con el municipio y prestarse para la “foto” con Tagliaferro. La nota en repudio fue acompañada por legisladores e intelectuales.

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En distritos más chicos también

Las complicaciones de intendentes de Cambiemos también se dieron en distritos menos taquilleros del interior de la provincia. Algunos casos:

Berisso: Jorge Nedela fue presentado como el “Pepe Mujica bonaerense” porque llegó a la intendencia desde su cargo de docente y con una modesta casa de clase media. Además, prometió seguir dando clases a pesar de su envestidura. Pero hace poco surgió un escándalo con su sueldo, cuando se reveló que cobraba 160 mil pesos. El propio Nedela confirmó la cifra y dijo que le daba “pudor” recibir tanto, pero estaba limitado para hacer modificaciones.

General Villegas: Eduardo Campana salió mal parado en su primera intervención como jefe comunal frente la crecida de las aguas del Río Quinto, un problema crónico para el noroeste provincial. Frente al avance de las aguas, Campana aceptó el consejo del gobernador vecino de La Pampa, el justicialista Carlos Verna. Claro que la ayuda no era desinteresada y generó un verdadero conflicto de intereses entre localidades: la propuesta fue desviar el cauce hacia Villa Sauce para evitar problemas en Banderaló. Por falta de experiencia, Campana aceptó la estrategia. Cuando se enteraron de que iban a ser inundados adrede, los habitantes de Villa Sauce salieron a oponerse y Campana se borró.

Magdalena: muy suelto de cuerpo y sin medir el tenor de sus palabras, Germán Peluso salió a denunciar que era víctima de una persecución de la policía por no haber querido “arreglar” con la fuerza. Aunque es verdad que hubo una seguidilla de robos que puede resultar sugestiva, la investigación no pasó a mayores. Ahora, Peluso acaba de perder la presidencia del Concejo Deliberante a manos del Frente Renovador. La explicación es la misma: el intendente salió a acusar de corruptos a los ediles que dejaron de apoyarlo.

General Madariaga: los dolores de cabeza para Carlos Santoro llegaron gracias a las repudiables declaraciones de su secretario de Cultura, Turismo y Educación, Francisco Madero Marenco, quien viene de una familia de artistas costumbristas, defensores de los valores gauchos. Lo que sucedió fue que el funcionario hizo propias las declaraciones de Darío Lopérfido, el secretario de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, sobre la cantidad de desaparecidos durante la última dictadura –8 mil en vez de 30 mil–. La gestión de Santoro, además, fue acusada de ningunear el recuerdo del 24 de marzo. “Este tipo de declaraciones deben tener repudio de todo el arco democrático”, dijo Remo Carlotto en un paso posterior por la ciudad.

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