Por Ramiro García Morete
La banda que combina herencia punk y sensibilidad pop, mira hacia el pasado de sus propios integrantes para mejorar el presente y sonar claro con “A otro tiempo” (Volumen I y II)
“Hay tantas cosas que yo puedo hacer y tantas otras que no puedo ver/Hay tantas cosas que yo quiero hacer/Me quedo con esa… la música, mi musa , mi lugar”. Todo el que hace algo tiene que tener responsabilidad, dirá Lisandro Ibarrolaza. Como cuando metódicamente no solo sostendrían los ensayos de tres horas alternando sábado por medio entre la casa de Sicardi y la de Tolosa, sino también los encuentros compositivos con Emanuel Mazzeo en Los Hornos. Siempre necesitamos otro humano, cantará el ex Cretinos como quien ya no necesita gritar para decir lo que quiere.
Lo cierto es que a mediados de 2018, Lisandro tenía la necesidad de volver a armar una banda. Si bien hasta no hacía tanto había formado parte de Embajada Boliviana y también publicaba material solitario, precisaba esa dinámica. Aunque con ciertas reglas, claro. “Estaría bueno sonar a rock desde la dinámica, la intención, el coraje…pero no desde el volumen”. Algo así le diría chateando por Facebook a Emanuel cuando el cantante de Cabeza de Navaja ( a quienes había le había producido los arreglos vocales) preguntó si conocía un guitarrista para formar un grupo. Enseguida congeniarían y combinarían la intuición melódica de Emanuel con la sensibilidad armónica de Ibarrolaza.
No pasaría mucho hasta aquel primer ensayo en la pizzería (propiedad del Emanuel, quien empezaría a incursionar en las teclas). Sin amplificar, de la misma manera que lo hacen hoy. En parte para invertir el dinero de una sala de ensayo en estudios de grabación. Pero básicamente por esa obsesión por un audio pulido y arreglos cavilados. Quizá por ello y por falta de tiempo sería que el primer baterista emigraría hasta llegar el músico indicado para acompañar a Walter Terceros (bajo) en la base: Marcelino Disalvo. Familiarizados todos con Ramones, Attaque y “el punk que llevamos y no nos lo vamos a sacar de encima”, el batero no solo aceptaría el reto de tocar suave sino también de escuchar todo sobre el género.
Pero aquí no se trataría de género como un corset sino de una estética como rumbo. El 4 x4 y las guitarras machacadas no faltarían, pero mucho menos la melodía y las referencia de clásicos como podrían ser The Smiths y Beach Boys. Con el despojo como decisión y ciertos marcos no como limitantes sino como guías, conformarían un repertorio de canciones atemporales donde paradójicamente el tiempo sería el tópico central.
“Se detuvo el reloj, se extinguieron las horas/quedando mil historias completamente solas/y hoy estamos contra la pared/en las marcas en la piel/hablando en otro tiempo/pensando con los pies/pegándole a otro tiempo”. El tema “A otro tiempo” sería mucho más que la colaboración compositiva que sellaría la sociedad de los dos cantantes. También revelaría este vaivén entre la melancolía y el optimismo, entre la contemplación de un pasado y la acción del presente. Porque el tiempo no puede ser en vano. Y con un promedio de cuarenta años y largas batallas en el escenario, Los Noventa mantienen el entusiasmo pero canalizado a través de la solvencia. Y es que en definitiva tiempo es lo que se tiene , lo que se tuvo y lo que se podría tener. ¿Por qué no aprovechar ambos-pasado y presente- para que el futuro suene mejor que nunca?
“Este ´Volumen II´, como dice el nombre, es la mitad de lo que faltaba para poder tematizar una idea-introduce Ibarrolaza-. La idea central, también como dice el nombre, es volver a otro tiempo…sería volver a nuestro inicios. La banda está formada por personas que estamos tocando todos desde la década del 90”. Si bien ambos EP´s tienen continuidad en lo musical, “si se quiere el segundo volumen es mirar al pasado desde el presente y el primero es ir directamente al pasado”. Otra pequeña variación es que “este EP tiene guitarras sin distorsión y los arreglos son más nítidos”. Y agrega: “Hablando de estilo somos rock, indie, punk, alternativo…y hasta hay algunos destellos de hard rock. Pero en todos esos estilos hay un denominador común que se llama canción y que es lo principal”.
“Somos una banda que ensaya a bajo volumen- cuenta para explicar la razón-. No amplificamos las voces. No es tan común, porque supuestamente el rock es un estilo que se toca fuerte. Culturalmente estamos acostumbrados a eso. Pero está el que quiere salir de lo cultural”. Y reconoce que también hay una cuestión de salud. “Yo soy una persona que me considero fanático de la música. Yo quiero hacer música en el tiempo lo más que pueda. Me cuido porque no quiero quedarme más sordo de lo que estoy. Si no te cuidas, hay frecuencias que no vas a escuchar. Yo no quiero. Entonces es una decisión. Y a mí la verdad no me genera más ni menos tocar fuerte ni bajo. Terminó siendo una cuestión estética y llegamos a tocar así. Entonces podes apreciar las cosas: lo que no hay, lo que falta, cómo podrías ecualizar”.
Ibarrolaza, quien está por concluir el profesorado de música en el Conservatorio, expande su concepto sobre lo positivo de los límites. “Cuando empezamos con este proyecto dijimos: vamos a tratar de limitarnos musicalmente. No vamos a hacer lo que nos surja. Vamos a hacer canciones… ¿qué estilo? Bueno: un poco el punk que lo llevamos y no lo vamos a sacar de encima, el pop, el indie. De esa manera la limitación es importante para saber a que uno va a jugar como banda. No ´lo que nos sale´ como hicimos cuando teníamos quince. Vamos a decidir primer qué hacer y luego presentarlo. Qué bandas íbamos a escuchar, que influencias íbamos a tener e hicimos las canciones en base a eso”.
Mientras la banda prepara un video de “Vos y yo” para lanzar antes de fin de año, el cantante asume que “no nos vuelve locos tocar por tocar. Por eso no hacemos streaming, que hay que pagar dos cámaras, etc. Preferimos ahorrar para ir al estudio que es lo que más nos gusta”. Además desafía el tonto prejuicio que asocia el punk con la displicencia: “Los Ramones, que son la banda punk de referencia, son los tipos más trabajadores de la historia del rock. Se desvivían por sonar de una manera. El guitarrista cronometraba cuanto duraba cada show para hacerlo más corto. Eso es un concepto de trabajo que lo tendría que tener todo el mundo. Todo el que hace música. Mejor dicho, todo el que hace algo tiene que tener responsabilidad. No que una cosa es de una manera. Tiene que estar en todos lados. No para uno mismo sino para el oyente. Si no es una manera de no faltar el respeto”.