Por Juan Alonso
Hay gente que parece invisible. Pero su luz alumbra el futuro y enciende las lámparas con el chasquido de los dedos. Fabrican edificios de sueños y se gastan la sangre en los abrazos. No economizan el deseo en el naranja del horizonte, donde los pájaros vuelan con su canto que no lastima.
Hay personas que comen de la lata, beben en vasos estropeados y reparten el pan a los otros. Ya han llorado tantos entierros, que su corazón cabe en el hueco de la mano.
Les quema las tripas el dolor de la injusticia y aquello se hizo una costra. La carga se acopla en la espalda con su peso de devoción sin tiempo. Detrás de las cortinas por donde entra la luz ciega y amarilla. La sala ambulante de los recuerdos.
Hay gente que entra con su remolino de barrilete a la ventolina y lanza gritos desde el alma al barranco incierto, con el eco irrepetible de los truenos.